
En la Texas rural, en el medio de la nada, Louise (Mary Ireland) y su hermano Michael (Michael Abbott Jr.) se fueron de la granja en la que crecieron durante años, y no en el mejor de los momentos. Es que abandonaron a su madre, una mujer grande, y a su padre, un hombre muy enfermo – no se sabe bien de qué, pero eso poco importa. Lo que sí importa, y mucho, es que sus hijos dejaron a sus padres en pleno sufrimiento.
Mucho tiempo después, Louise y Michael retornan a la granja para asistir a su madre con los cuidados de su padre casi moribundo. Pero no son bien recibidos. Primero, por el abandono. Pero también porque la vuelta de los hijos podría desatar una presencia demoníaca que acecha a la madre desde hace quién sabe cuanto tiempo. Dentro y fuera de la granja, nadie parece estar a salvo. Aunque una pregunta se impone: ¿Es esa presencia malévola real? ¿O es otra cosa en forma de demonio(s)? ¿O podría ser las dos cosas?

Sea lo que sea, que es maligna sí es real, aunque no se sepa de dónde vino ni por qué. Vemos apenas fragmentos, oímos susurros en un afuera familiar pero escalofriante, y las sombras se proyectan en espacios de luces apagadas, sin fulgor. Otros sonidos inquietantes revelan su presencia, pero nada se puede hacer con presencias que no se pueden conjurar. Aparecen y desaparecen cuando quieren.
Bryan Bertino ha dirigido dos películas sobresalientes: The Strangers y Monster, una más despiadada que la otra. The Dark and the Wicked (que podría traducirse como Lo oscuro y lo perverso, o Lo oscuro y lo maligno) es todavía más feroz, sobre todo en su segunda mitad – aunque un suicidio en los primeros minutos no es poca cosa.

Todo pronto se torna muy doloroso porque, entre otras cosas, el registro de actuación y el tono inicial del relato son realistas. Aquí hay personajes de carne y hueso, con matices, contradicciones, algunos sentimientos nobles, y otros no tanto. Y están atrapados en un infierno que es cada vez más claustrofóbico. Sin tridentes ni fuego ni azufre, todos intentan sobrevivir en ese infierno tan temido que ellos mismos tal vez crearon. O no.
Como en The Strangers and Monster, Bertino hace un uso hábil y efectivo de la metáfora y del subtexto. Y si bien la ambigüedad ocupa el centro del escenario, es claro que la película explorar la culpa que carcome el alma de los abandónicos, y por eso la angustia lacerante sin catarsis, las consecuencias de elegir no cuidar a un padre muy enfermo. Pero, sobre todo, la necesidad de huir de un panorama tan sombrío. Pero, ¿acaso se puede huir o ya es demasiado tarde?