Dune, de Denis Villeneuve

Nunca vamos a saber cómo habría sido la épica versión de Dune, de 12 horas, que Jodorowsky soñó con filmar con figuras famosas tales como Salvador Dalí, Orson Welles, Gloria Swanson, David Carradine y Mick Jagger. No siendo fan de Jodorowsky, no siento que me haya perdido nada. Claro que en el caso de Dune es un prejuicio, ¿cómo saber cómo iba a ser lo que no fue? Para quienes quieran tener una idea, existe el documental Jodoworowsky´s Dune, que narra la historia de esta no-película con lujo de detalles.

Siendo un fan acérrimo del cine de David Lynch, lamentablemente sí sé cómo fue versión: muy mala – no es ninguna novedad que el propio Lynch la considera su gran fracaso, en gran parte porque no tuvo derecho al corte final, que fue decidido por su productor Dino de Laurentiis. Incluso la versión de cuatro horas no funciona, aunque hay secuencias enteras que sí son más que interesantes. Del mismo modo, la estética general es impecable y se pueden ver, con facilidad, rasgos Lynchianos perdidos entre tanto desorden narrativo.  

La que no decepcionó, más bien diría que superó el gran desafío de adaptar la primera parte del libro de Frank Herbert, es la versión de Denis Villeneuve (Blade Runner 2049, Arrival, Sicario), que ganó los premios Oscar 2022 a Mejor sonido, Mejores efectos especiales, Mejor diseño de producción, Mejor música original, Mejor fotografía y Mejor montaje. De no ser porque la excepcional El poder del perro, de Jane Campion, se llevó el Oscar a Mejor dirección, creo Dune debería haber recibido ese galardón.

A diferencia de Blade Runner 2049, Dune no es una película distante y fría. Tampoco es una explosión de emociones, pero sus personajes están vivos, tienen matices impensados y expresan los conflictos con sentimientos encontrados, a veces ambiguos y otras veces bien concretos. También es verdad que Blade Runner quizás necesitaba ser un tanto gélida por la naturaleza de su historia y, más que nada, las de los personajes, muchos de ellos meros replicantes.

La Dune de Villeneuve es un gran ejemplo de una eficacia narrativa a la hora de elaborar, condesar y transmitir conflictos bien complejos que, en manos de un director novato habría sido, muy probablemente, un verdadero desastre. Una película con tantos personajes relevantes necesita de cierta profundidad para evitar que sean meros actantes. Aunque sea en un futuro lejano, esta distopia tiene personajes que se parecen bastante a cómo somos hoy en día. Ayuda, y no poco, la ausencia de solemnidad y la naturalidad con la que van sucediendo los acontecimientos. Claro que no hay nada de natural en como la trama se desarrolla, pero el guión trazado con una precisión geométrica admirable hace que todo emane orgánicamente.

Como en Blade Runner 2049, Villeneuve hace un uso narrativo de los efectos especiales y visuales. No están utilizados por su atractivo en sí mismo. En cambio, apuntalan la narrativa y le dan la magnitud que el drama pide. Impresionan, en el buen sentido, por su turbia belleza y su despliegue grandioso. Pero siempre están al servicio de la historia. Hoy en día, no es fácil encontrar a un director que evite la tentación de desplegar una plétora de efectos visuales a diestra y siniestra.

¿Qué se puede decir de los aspectos técnicos? Los muy merecidos Oscars hablan por sí solos. Personalmente, me sedujeron mucho la fotografía (en su composición, sus tonos, el uso de distintos lentes, sus planos, y sus luces y sombras) y el montaje, que le da un ritmo ni cansino ni acelerado. Anclado en un punto intermedio, el montaje hace que Dune fluya de principio a fin, incluso en las partes donde muy diferentes secuencias se suceden rápidamente. Es que el principio que articula todo el relato es una cuidada economía narrativa general, que también se anima a nutrirse de los detalles.

 Ah, ¿y la historia de la película de qué se trata? Me parece que no es necesario resumirla en esta crítica. Muchos de nosotros ya la conocemos, a grandes rasgos o con exactitud. Y para quienes no están al tanto, es mejor que vean Dune en un estado de inocencia. No solo porque no hace falta leer el libro antes, sino porque, sobre todo, van a vivir una experiencia donde la sorpresa y lo inesperado juegan un papel esencial.