Coda, de Sian Heder

No debería sorprender que Coda: los sonidos del silencio haya ganado el Oscar a mejor película. Leyendo su sinopsis, es clarísimo que los miembros de la Academia iban a encontrarla oscarizable: es otra historia de superación frente a la adversidad, aborda el tema de la discapacidad de una manera no conflictiva, apela mucho más a las emociones que a la reflexión crítica, y tiene una suerte de final feliz. Y, a decir verdad, también está bastante bien actuada. Por ende, involucrarse con los personajes no resulta difícil para un público masivo. Entonces, ¿por qué no ganaría el galardón más preciado?

Coda es una nueva versión, una especie de remake, de la película francesa La Famille Bélier”, que no vi y ni sabía que existía. Ergo, solo puedo hablar de Coda: los sonidos del silencio, que por cierto no es una película mala con todas las letras. Es, simplemente, algo que ya hemos visto muchas veces, convencional y bien de fórmula, sin hallazgos de ningún tipo y sin sorpresas. Es apenas una película más.

Ruby es una adolescente que vive en un pequeño pueblo costero, es hija de adultos sordos y la única persona oyente de su familia. Como muchos otros adolescentes, Ruby tiene sus sueños. El de ella es estudiar música en la gran ciudad. Talento no le falta. Lo que sí le falta es el apoyo de su familia.

Es que cuando el negocio pesquero de la familia entra en crisis por motivos varios, Ruby tiene que enfrentar un dilema previsible: ¿persigue su amor por la música y así vive su propia vida de una buena vez o continúa siendo la conexión con el mundo de las palabras que permite que su familia continúe con el negocio pesquero?

Endogámica como ella sola, la familia de Ruby no está compuesta de malas personas. Son cariñosos y amorosos, procuran lo mejor para los suyos y no hay maltrato ni castigos aleccionadores. El punto es otro: no permite que Ruby crezca. No ven, o no quieren ver, que ella quiere vivir su vida y que, en tanto conexión con el mundo parlante, cualquier otra persona idónea podría cumplir esa función. Pero la familia da por sentado que tiene que ser Ruby, ¿acaso no es ella quien debe tener esa responsabilidad?

La verdad, no. Pero Ruby no quiere decepcionarlos, se siente obligada y muchas veces cumple con sus funciones sin mayores problemas. Pero otras veces, cada vez más seguido, lo hace a regañadientes. Hasta que ya no tiene más ganas de hacerlo. Era hora.

Con interpretaciones más que convincentes por parte de casi todo el elenco, es decir la familia de Ruby con actores sordos (entre ellos, Marlee Matlin) – se agradece que Hollywood haya tomado esa decisión en vez de utilizar actores oyentes-  mientras que la propia Ruby (Emilia Jones), quien sí es oyente, realmente se destaca por sobre el resto con su interpretación de emociones retraídas.

Formalmente, Coda es bien convencional, pero está bien resuelta, sin mayores errores en la narrativa, tampoco. Digamos que funciona tal como fue pensada. Ese es el gran obstáculo: su propia concepción.

Porque, digamos la verdad, la situación general de esta familia con un precario negocio pesquero dista mucho de ser simple. Ni para el afuera y mucho menos puertas adentro. Potencialmente, acá hay tela para cortar, sin duda. Pero evitar toda complejidad, explicitarlo todo, retratar una familia sin contradicciones y una adolescente tan poco rebelde, con tanto amor por sus padres y su hermano, no es muy verosímil. Y es bastante poco interesante.

¿No debería haber momentos en los que Ruby desearía abandonarlos de una vez por todas, pase lo que pase? ¿No debería ser un poco individualista y mucho menos altruista? ¿No sería lógico pensar que esta familia tendría más de un problema vincular debido, precisamente, a su complejidad? ¿No deberían expresarlos de malos modos e incluso, a veces, perder los estribos?

Para todas estas preguntas, la respuesta que brinda Hollywood es siempre la misma: No. No es esa la familia que nos interesa representar. Es más rentable que sea una familia casi sacada de un cuento de hadas, con algún que otro momento poco feliz, pero siempre unida frente a la adversidad. Y, aparte, eventualmente todos van a cambiar para bien. No es verosímil, ya lo dije. Tanto simplismo aburre. Tal como está retratado, hasta el final feliz es inconsecuente. Y eso que a mí me gustan los finales felices. Es que como la película entera, el desenlace es tan olvidable que ni siquiera hace daño.