
“Vivimos a la vera de un río, somos también ese río. ¿Qué registraron de él en otras épocas? ¿Qué puedo registrar hoy? ¿Hay una memoria del paisaje? Nunca sabremos lo que atesoran los viejos árboles de estos bosques ribereños”, dice Alejandro Fernández Mouján, uno de los documentalistas argentinos más importantes de las últimas dos décadas, acerca de (…) el mismo río, su nueva película.
Este documental fue concebido sin prisa ni pausa, a lo largo de tres años, como una suerte de diario personal que fue tomando forma sin una estructura predeterminada. Así, aquí se trata de fragmentos que dialogan entre ellos, de manera directa, a veces, aunque lo oblicuo e indirecto esté mucho más presente. Sin deseo de entrar en un cine narrativo, sino más bien observacional, aun así, la propuesta de Mouján busca un espectador activo que pueda hacer de la contemplación una instancia de introspección.
Porque las imágenes fotografiadas con una meticulosidad y un refinamiento admirable no tienen la voluntad de enceguecer con su belleza. No hay preciosismo vacuo en ninguna instancia. Tampoco una fascinación por la superficie. Por el contrario, creo que se trata de poder sentirse inmerso en el paisaje, en sus formas, colores y texturas, y de este modo entrar en un estado sensorial y de asociación libre. De hecho, es curioso: es como si uno estuviese inmerso por completo, pero a la vez también observara desde una distancia prudente. O, al menos, esta fue mi experiencia al transitar (…) el mismo río.
Juncos, playas, troncos, árboles, arbustos y tantos otros elementos que integran y circundan el Río de la Plata trascienden su materialidad y se convierten en poesía pura y etérea. Son los sonidos, también, los que construyen este universo que se presenta con una cadencia acompasada y mansa. Con sus imágenes y sus sonidos, Mouján revela una mirada que hace un espectáculo no espectacular de aquello que suele pasar desapercibido.
En eso reside el encanto: en el descubrimiento de algo nuevo allí donde ni sabíamos que podíamos encontrarlo.