Los visionadores, de Néstor Frenkel

En manos de un director menos talentoso, Los visionadores habría sido apenas un ejercicio nostálgico sobre un período del cine argentino y sus modos de representación de temáticas urticantes. Pero es Néstor Frenkel quien la dirige y gracias a él, Los visionadores, actualmente en la competencia argentina del BAFICI, no es nada de todo lo anterior. Creo que es una de sus mejores películas – aunque también me parece que Construcción de una ciudad y El gran simulador son las otras dos. Siempre fui un poco indeciso.  

Los visionadores es una comedia satírica que no se ríe tanto de lo que muestra, sino que comparte la risa con eso que muestra de una forma cómplice. Frenkel nunca se ha caracterizado por burlarse de sus personajes, eso sería demasiado fácil. Y aparte implicaría que no los quiere, que no siente que ellos valen la pena de ser representados con dignidad. En Frenkel, la sátira nunca es despiadada. No necesita serlo para hacer reír. Y para reflexionar.

Su nueva película traza un largo trayecto a través de cómo el cine nacional representó temas como las malditas drogas, la violencia incontrolable, los signos de la dictadura, la corrupción que todo lo tiñe de rojo y un par de cosas más- entre ellas, “el indeseable” cine de explotación. Es increíble pensar que el modo absurdo y risible de los discursos moralizantes de estas películas alguna vez pudo haber sido tomados en serio. Pero la verdad es que estas películas proliferaron y el público llenó las salas de cine.

En forma de collage, con fragmentos de innumerables películas desde 1960 hasta 1990, Frenkel se anima a entrar en un terreno que nos produce un poco de dulce nostalgia: el de la novedad maravillosa de los VHS y la magia de ir al videoclub en los ’80. Ese contacto con el mundo de la cinefilia y los empleados de los videoclubes, también cinéfilos, que nos recomendaban las películas que más nos gustaban. O las que terminábamos odiando. Pero al menos había un intercambio humano y una reacción emocional que el streaming de hoy en día no puede brindar.

Llamémoslo homenaje, miradas retrospectivas, volver al pasado aunque sea por unos minutos. Todo vale en aras de construir este inteligente y muy atractivo ensayo fílmico que hace del collage una herramienta para explorar  tantos placeres culpables. Porque, digamos la verdad, unas cuantas de estas películas nos gustaban, aún de una manera cómica y malsana. Ah, es mejor que el espectador se sorprenda y no sepa qué fragmentos de qué películas están en Los visionadores.

Basta decir que hay actrices famosas de primera línea – y de segunda, de tercera, de cuarta – fumando porros y tomando merca, que hay drogadictos que parecen psicóticos, que hay malos muy malos y casi ningún bueno. Como en un gran carnaval, o un zoológico, acá hay de todo un poco. Sin solemnidad ni bajada de línea, Frenkel nos entrega una de las películas argentinas más original de los últimos años.  Y nos hace reír mucho, algo muy necesario, casi indispensable, en los tiempos que corren. Bienvenida sea.