Ceniza negra, de Sofía Quirós Ùbeda

“El eje temático es la separación, pero sobre todo y más profundamente en Ceniza negra es lo que yo llamo “el aprender a soltar”. Cómo el atravesar la experiencia de la muerte en vida nos hace inevitablemente tener que enfrentarnos a soltar, a entender que la naturaleza de la vida es la separación”, dice  la guionista y directora Sofía Quirós Ùbeda -directora de nacionalidad argentina-costarricense- acerca de su ópera prima que tuvo su premiere mundial en la Semana de la Crítica de Cannes, fue seleccionada para representar a Costa Rica como Mejor Película Extranjera en los premios Oscar, y también como Mejor Película Iberoamericana en los premios Goya de España. Localmente, se estrenó recientemente en la plataforma Puentes de Cine y se estrenará el 29 de diciembre en MUBI.

Filmada con actores no profesionales, Ceniza negra narra la historia de Selva, una chica de 13 años en una casa rodeada de vegetación en un pueblo en la costa del Caribe. Tras la desaparición de su madre, Selva queda bajo la tutela de su abuelo, “el Tata”. Pero allí también la adolescente se enfrenta a la pérdida ya que su abuelo octogenario está viviendo sus últimos días con un notable deterioro. A la vez, Selva también debe vincularse con Elena, una mujer también muy mayor que los acompaña.  Y así comienza la pérdida de la inocencia y toda una resignificación de la vida y la muerte.

Lo primero que llama la atención en Ceniza negra es la expresividad y lo poético de su fotografía. Pero no por su belleza en sí misma, que sí impacta, sin duda, pero el gran acierto es haber logrado una atmósfera que hace que esos espacios tan desconocidos se nos transformen en un universo en el que nos podemos sumergir. Hacer casi tangible lo frondoso de la vegetación y del entorno en general no es una tarea fácil. Sin embargo, aquí da la sensación de que es un resultado natural de poner la cámara en tal o cual ángulo. Pero no es así. Hay mucha inspiración y aun más talento.

La narrativa es mínima, pero no por eso poco significativa dramáticamente. Son los detalles los que marcan la diferencia, los silencios que guardan anhelos a la espera de salir a luz, los gestos truncos y las miradas elocuentes. En este sentido, se podría decir que Ceniza negra propone una experiencia contemplativa. No hay que analizar qué significa esto o aquello, sino dejarse llevar y sentir. Y no como un testigo a la distancia, sino como un personaje más, entre la vegetación, muy cerca de los personajes.

Sofía Quirós Ùbeda señala que Ceniza negra se trata de enfrentarnos a soltar, de entender que la naturaleza de la vida es la separación. No son conceptos fáciles para representar porque están en el orden de lo abstracto y bien podrían requerir metáforas y alegorías varias para ser comunicados. Pero la directora opta por trabajar con lo material, lo que se ve y se toca, lo inmanente del ser humano. Aquí la palabra pierde peso, no hay discursos explícitos. No hay explicaciones de ninguna naturaleza. En cambio, sí hay una invitación a hacerse preguntas y a construir sentidos sin una lectura dirigida. Eso hace que Ceniza negra sea una rareza muy bienvenida.   

Ceniza negra (Costa Rica, Argentina, Chile, Francia, 2020)

Escrita y dirigida por Sofía Quirós Ùbeda. Con Smachleen Gutiérrez, Humberto Samuels, Hortensia Smith y Keha Brown. Fotografía: Francisca Saéz Agurto
Montaje: Ariel Escalante Meza. Sonido: Christian Cosgrove. Música: Wissam Hojeij
Duración: 82 min.