Argentina 1985, de Santiago Mitre

Creo que Santiago Mitre fue muy inteligente al apostar a la emotividad de los espectadores para involucrarlos en el drama que significa Argentina 1985. Podría haber elegido un abordaje intelectual con complejos niveles de lectura, tanto concretos como simbólicos. Podría haber tomado distancia de los hechos y proponer una mirada altamente reflexiva e introspectiva. De ser así, muy probablemente no habría sido una película que triunfara con un público masivo. Por el contrario, a Argentina 1985 le ha ido muy bien con el público en general. Eso no tiene nada de malo. En un país con una memoria tan frágil todo recordatorio es esencial.    

Era una jugada difícil ya que con un material de esta naturaleza el riesgo de la deshonestidad y la manipulación emocional, aun involuntario, estaban muy presentes. No por Mitre en particular, sino para cualquier cineasta. Hemos visto muchas películas bienintencionadas que terminan siendo una exhibición continua del sufrimiento de sus personajes en aras de conmover al público.

No es este el caso y eso es admirable. A Mitre realmente le importan sus personajes y sabe tratarlos con respeto. Argentina 1985 nunca es distante, mucho menos fría. Pero tampoco es emocionalmente avasallante o invasiva. Encontrar ese punto medio en el tono y en los textos también es todo un logro. Uno se siente conectado con el drama todo el tiempo y eso es lo mejor que tiene la nueva película de Mitre.

A esta altura, ya todos sabemos de qué se trata: es una reconstrucción de buena parte del contexto socio-político del Juicio a las Juntas Militares, así como de partes del juicio en sí mismo. Ricardo Darín es el fiscal Julio César Strassera y Peter Lanzani es Luis Moreno Ocampo, su asistente. Tal como lo presenta la película, éste es el dúo dinámico que lucha contra molinos de viento para obtener una condena para los genocidas por parte de un tribunal civil. Los obstáculos son grandes y diversos, nada indica que el triunfo sea realmente posible. Pero eventualmente se hará justicia y en letras mayúsculas. Con algunos cambios por aquí y otros por allá, Argentina 1985 es bastante fidedigna a nuestra Historia– al menos en lo que más importa.

Esta narrativa es bien conocida dentro del cine de género: dos personas comunes y corrientes, sin cualidades extraordinarias, se enfrentan al sistema y ganan. Cuando estos personajes están apenas esbozados, sin espesor, nos importan poco y nada. Son apenas excusas para desplegar la trama. Pero si están bien desarrollados y tienen carnadura dramática entonces sí nos vamos a involucrar y nos alegraremos y sufriremos con ellos. Esto que parece tan obvio no siempre es tomado en cuenta. Pero Mitre sí sabe que esto es esencial. Por eso, seguramente, sus personajes tienen cierta complejidad, se sienten vivos y son creíbles.  

Nada de esto se logra sin actores comprometidos con su trabajo. Sabemos que Darín es un actor eximio y aquí lo comprobamos una vez más. Lanzani ya ha tenido roles que supo construir muy bien y creo que esta vez llega todavía más lejos. Briski, Portaluppi, Pampín y Flechner hacen lo suyo – y muy bien- en roles secundarios que tienen su propio peso. Se ve que todos están integrados en la narrativa, nunca son decorativos o meramente funcionales.

Por otra parte, también es cierto que Argentina 1985 es una película que no cuesta mucho elaborar ni entender. Los sentidos que el espectador podría encontrar por su cuenta ya están todos dichos. No hay posibilidad de dudar de nada cuando todo está tan explicado- aunque sea bien explicado. Tampoco hay ambigüedad. Uno sabe qué tiene que pensar y qué tiene que sentir en cada escena porque el guión mismo lo está dictando. Creo que en esta lectura tan dirigida hay algo que se pierde en el camino. Es que la simplificación – pero no simplismo- hace que los posibles subtextos se pierdan en el camino. No hay suficiente agua para bucear.   

Quizás por eso no sea el tipo de película que uno volvería a ver una y otra vez. Es probable que para muchos se agote en el primer visionado. Pero aquí es ese primer visionado lo que más importa. Aunque parezca inverosímil es mucha la gente que no tiene la menor idea de lo que significó el juicio a las juntas. Esta película puede llenar esos vacíos y sin duda ayuda a mantener la memoria activa. Y lo hace a través de los afectos, con mucha dignidad y honestidad emocional.

Creo que en segunda instancia se la puede pensar como una suerte de homenaje a los sobrevivientes del genocidio perpetrado por la dictadura cívico-militar y a todos y todas los que lucharon para conseguir una justicia que parecía ser una quimera.

Escribo esta crítica unos días antes de la entrega de los Oscars. Realmente me gustaría que Argentina 1985 triunfe. Claro que eso no cambiaría ni sus méritos ni sus limitaciones. Simplemente la vería mucha más gente. No es poca cosa.