Pearl, de Ti West

“No me gusta la realidad”, dice Pearl con una expresión de tristeza mal disimulada. Tiene razón. A ninguno de nosotros nos gustaría vivir su vida. Ni siquiera nos lo podemos imaginar. O quizás sí. Solo que no queremos saber cómo es estar en el infierno.   

Estamos en  1918, en pleno brote de la pandemia de influenza. Pearl es una joven que trabaja, y mucho, en la granja de su familia, aislada y olvidada en Kansas. Su madre, una mujer despótica y desamorada, da órdenes y destruye ilusiones. Su padre está postrado, ni hablar puede. Su esposo la dejó sola, se fue a la guerra en Europa. Entre tantos cuidados, imposiciones y esperas en vano, Pearl apenas sobrevive.

Pero también existe el cine. El glamour de la pantalla grande sí es hipnótico, esa es la realidad que Pearl desea. Sueña con ser una de esas bailarinas hermosas que se ven en las películas de Hollywood.  Se presenta a audiciones de un grupo itinerante en busca de talentos. Por el bien de todos, es mejor que nadie la enfrente al rechazo. Nunca.

Pearl, la película, es la precuela de X, ambas escritas y dirigidas por Ti West, y protagonizadas por Mia Goth, quien también colaboró en el guión de Pearl. En X, Goth interpreta dos roles: es Maxine, una chica del grupo de jóvenes  que filma una película porno en Texas, y también es Pearl en su versión anciana, una mujer peligrosa que resiente las sexualidades gozosas de los otros. En Pearl, la precuela, Goth interpreta a Pearl en su versión joven, y así sabemos cómo comenzó su derrotero.

En X, Ti West homenajea al cine porno independiente, artesanal, de los 70, y a los slashers emblemáticos de esa misma época, léase The Texas Chainsaw Massacre y Halloween. En cambio, en Pearl, West nos lleva a los años 30 y 40, al Technicolor de los clásicos de Hollywood,  con referencias a El mago de Oz. Pero, esta vez, Dorothy está furiosa y se quiere ir de casa.

 

Con saña, aparece el slasher y se convierte en protagonista de un universo rural e hiperrealista de verdes, rojos y azules saturados y bien brillantes. Pero aquí no hay nada idílico. Por eso el contraste entre la belleza del diseño visual y la oscuridad de la vida de Pearl es tan inquietante. Las imágenes son límpidas, pero eso que se esconde detrás es bien turbio.

Una vez más y con la lucidez de siempre, West utiliza el género del terror para hablar de otras cosas. Se podría pensar a esta precuela como un drama muy doloroso sobre la opresión  de una familia enferma y la necesidad urgente de construir (se) una identidad nueva. Recordemos que estamos en tiempos de confinamiento por pandemia, cuando todo se vuelve más ominoso. En una época de fatalidades, las vidas soñadas no podrían ser más hermosas.  

Empatizamos con Pearl, queremos que le salgan bien las cosas, pero somos concientes de que eso trae un reguero de sangre.  Sufrimos el rechazo que ella sufre, nos duele lo que le pasa. Deseamos que se libere de esa madre terrible y ese padre casi moribundo. Su tristeza nos conmueve, su venganza nos seduce. Ti West sabe que vamos a estar de su lado y que vamos a sentir un placer culpable cada vez que ella arrase con lo que sea o quien sea que se interponga en su camino.

Mia Goth también sabe muy bien quién es Pearl. Nos muestra sus lados más negros, pero en una escala de grises. Tampoco hay blancos puros, pero sí hay tonos de grises. Es que Goth enviste a Pearl con una dimensión profundamente humana y hace de ella una heroína trágica. En su deseo por concretar sus sueños, Pearl se va quedando cada vez más sola. Sin futuro, su aquí y ahora se anuda entre sus muchas penas y su rabia sin fin, con algún que otro momento de algo parecido a la felicidad.

Pearl, la película, está narrada con un ritmo y un pulso que nunca claudica . No hay tiempos muertos, todas y cada una de las escenas tienen un sentido, nada es pour la gallerie. Es imposible tener un minuto de respiro, aun en sus zonas más calmas. Es posible saber, hasta cierto punto, para donde va la historia, pero eso no la hace menos escalofriante. Su tono es oscuro, su mirada es empática para con su heroína, y precisamente eso la torna tan movilizante.

En un año en el que el cine de terror nos ha dado títulos admirables –Barbarian, Men, Piggy, Men- Ti West y Mia Goth han creado una de esas películas que uno quiere volver a ver una y otra vez. Es que como pasa con toda obra maestra, Pearl es sencillamente inolvidable.