La masacre de Texas, de David Blue García

Es prácticamente imposible, y completamente innecesario hacer una nueva versión de La masacre de Texas. Excepto que fuese innovadora estéticamente, que resignificara la premisa original y que su narrativa fuese diferente, pero coherente. Ese no es el caso de la nueva versión dirigida por David Blue García y producida por Netflix. Ni por casualidad.

Revisando la saga completa, tenemos la original de Tobe Hooper, la gran obra maestra de 1974. La segunda parte, de 1986, también dirigida por Hooper y con Dennis Hopper, no termina de funcionar del todo bien, pero no es para dejarla de lado. Defiendo la remake de Marcus Nispel del 2003, quizás la que más me gustó después de la original, aún con toda su despolitización. Encuentro que su extrema violencia tan descarada, su gore excesivo y sus acertados golpes de efecto le dan forma a un espectáculo mainstream más que digno. Bastante menos lograda, pero con algunos aciertos, tenemos la precuela Masacre de Texas: el origen (2006), de Jonathan Liebesman.

Finalmente, también abogo, un poquito, por Leatherface (2017), de Alexandre Bustillo y Julien Maury (el talentoso dúo francés que hizo las memorables Inside, Livide, Among the Living), todas crudas y crueles, difíciles de ver y más difíciles de olvidar. Aunque, digamos la verdad, Leatherface no está a su altura. De las demás (sí, hay más)  no rescato ninguna. Para nada.

Volviendo a la nueva versión de Netflix, hay muy poco para decir. Empecemos por lo que está bien: las muertes. Son muchísimas (me hizo acordar a Halloween Kills), son sangrientas y son, a veces, inesperadas. Bocanadas de aire fresco para una trama ridícula, forzada y que construye una historia de fondo que, en teoría, debería darle sentido a la película. Craso error. Pero, volviendo a las muertes, son relativamente creativas y un tanto camp en su desmesura. Son las partes cuando la película está viva.

Ah, la trama, me había olvidado. Una pareja de jóvenes de San Francisco han comprado un pueblecito llamado Harlow, donde viven cuatro gatos locos, y que parece un set de filmación venido a menos. Piensan subastar las distintas tiendas y casas y con ese dinero van a construir una especie de paraíso para hipsters y millennials cansados de la gran ciudad.  Una utopía de los 70 en pleno 2022.

Pero no puede haber utopía cuando desalojan injustamente de su casa a una pobre viejecita, quien enfrenta a la policía, pero tanto stress hace que colapse y muera en la ambulancia que llega tarde. ¿Adivinen quién es el hijo de la viejecita? Sí, claro que es Leatherface, aunque su conducta nos remita a la de Michael Myers, por más que tenga una motosierra.

Si La masacre de Texas se limitara ser, precisamente, una película de terror genérica y decente, uno la disfrutaría. Pero tiene tanto relleno a nivel argumental, sin que el miedo, la tensión o el suspenso sean parte del paquete. Eso sí, el espectáculo de tripas, sangre, empalamientos, decapitaciones y demás no va a dejar indiferente a nadie. Qué lástima que todo el resto sí.