
“El relato de los sueños de los protagonistas de la película permite construir un retrato íntimo de cada uno. Que cuenten sus sueños es una manera de representarlos como sujetos. A partir de lo que surge en el relato de sus sueños es posible conocer más sobre sus personalidades e historias de vida, elementos íntimos que difícilmente aparezcan en una clásica entrevista documental” señala el documentalista Marcos Martínez (Estrellas, co-dirigida con Federico León, Sordo) acerca de Sueños, una afectuosa meditación sobre los sueños de las personas que viven en situación de calle en CABA.
En vez de realizar un documental de un realismo crudo, Martínez opta por desplegar una mirada empática, cariñosa hacia sus protagonistas, pero sin dejar de lado lo árido del contexto en el que viven. Los interroga acerca de sus sueños, los que los confortan, inquietan o les dan esperanza en las pocas horas en las que duermen, muchas veces, a la intemperie. Y también de los otros sueños, los que anhelaron estando despiertos desde quién sabe hace ya cuanto tiempo.
Cada relato es único. Los hay más ricos, con más capas y también otros con menos dobleces, más llanos. Algunos conmueven y mucho. Otros son más bien descriptivos, un poco distantes. Ninguno está ensayado y, mucho menos, recitado. Los primeros y primerísimos primeros planos a cámara son la mejor prueba de la candidez de sus palabras. Descubren todo un universo que la mayoría de nosotros ignoramos por completo. De lo particular a lo general, y viceversa, Martínez indaga, encuentra y muestra. Así, el gran cuadro y sus detalles queda trazado.

Por otra parte, la ciudad de Buenos Aires – con unos cuantos planos fotografiados de una manera muy expresiva y bella en su dureza – se presenta como un entorno hostil, expulsivo, frio. Así es en la vida real, no solo en el documental, para una buena parte de su población: desclasados, marginados, abandonados. Sin explotar ninguna de estas pequeñas grandes tragedias, Sueños da cuenta de todo eso y más.
Y así lo hacen sus protagonistas con sus subjetividades. Con una cercanía admirable, desnudan pedazos de vida que distan de ser lo habitual que uno ve en este tipo de documentales. Diversos, inesperados y hasta un tanto delirantes, la narración de sus sueños se convierte en una especie de festival tan gozoso como sufrido.
Tomados individualmente, los testimonios, en mayor o menor medida, son todos valiosos. Tienen su lógica, aunque a veces no lo parezca. Lo que no funciona del todo bien es su articulación como un todo. Son fragmentos que prácticamente carecen de progresión dramática. Voluntariamente o no, la narrativa se torna plana de tanto en tanto y eso le quita impulso al relato coral.
Aún así, vale la pena ver Sueños. No es un documental común y corriente. Sus hallazgos no son pocos y su mirada es comprometida. Lo que no quita sus desaciertos, pero los relativiza.