
Dirigida por Juan Baldana (Raúl, la democracia desde adentro) y con guión de Alejandro Kretschel, Sintientes encuentra uno de sus dos grandes méritos en su fotografía de la naturaleza en la que habita el pequeño pueblo de San Francisco, ubicado en plena selva jujeña. Las imágenes son hipnóticas, casi mágicas, hasta tangibles. Nos muestran un mundo desconocido para la mayoría de nosotros con lujo de detalles, con un ojo bien abierto. Porque la buena fotografía, ya se sabe, no se trata solamente de una buena técnica (que Sintientes, de todos modos, sí tiene) sino de los climas y las atmósferas creadas para envolver al espectador y hacerle sentir que está allí donde suceden los hechos. Sintientes logra todo esto y más.
El otro gran mérito es la visibilización de un conflicto que merece ser tomado en serio y no ser dejado a un costado como es habitual con muchos proyectos que amenazan intereses económicos y corporativos. Porque el poblado de San Francisco ha desarrollado lo que se denomina Economía Empoderativa, una alternativa social de desarrollo y prosperidad por el bien común. Se reciben donaciones, se comercializan productos, servicios y arte y se redireccionan los beneficios. Una buena parte son destinados a capacitar comunidades emergentes y así construir microempresas autosustentables. Y, por supuesto, la preocupación por el medio ambiente ocupa un lugar central.

Por otra parte, más allá de lo valioso de los contenidos, Sintientes encuentra problemas en el orden de su estructura narrativa, más precisamente en cómo se concatenan los testimonios de los lugareños y los capacitadores, sus actividades y el registro de la geografía de la zona. Es que en vez de que la narrativa sea un todo orgánico con su propia progresión dramática, aquí hay una serie de fragmentos unidos con cierta arbitrariedad. Como si casi diera lo mismo que una escena pudiera estar en distintas partes de la película y eso no cambiase su sentido. Muchas veces, los saltos de una secuencia a otra son innecesariamente abruptos. Y otras veces hay cierta redundancia que va de la mano de un tono didáctico que resta impacto a la propuesta general.
Dicho esto, también es cierto que lo que sí está muy bien en Sintientes no queda eclipsado por lo que no funciona del todo. Es un documental social y político que da cuenta de una realidad que podría expandirse y ser un modelo de producción justo y sano para muchas otras comunidades. Por ahí pasa la cosa.
