Festival Cineversátil

Marzo comienza con una buena noticia para la comunidad LGBTIQ+: ayer comienzó la onceava edición de Cine Versátil, conformada por 6 cortometrajes de ficción provenientes de Alemania, España, Puerto Rico y Argentina. Aparte, hay una competencia argentina con otros tres cortometrajes. Todo el programa se puede ver, hasta el 6 de marzo, en:  https://cineversatil.com/competencia-internacional-2021/

Cine Versátil nació en Venezuela en 2011 como el único festival de cine LGBT+ de carácter competitivo. Desde el 2018 se trasladó a Buenos Aires y el año pasado y éste adoptó la modalidad online a raíz de la pandemia. Su objeto principal es contundente: ser un festival de cine que, desde Argentina para el mundo, sirva de ejemplo en la formación, producción académica y activismo cinematográfico sobre diversidad sexual y afectiva.

Hands and Wings, del surcoreano Sungbin Byun es el corto inaugural, que narra un momento doloroso en la vida de un adolescente con una discapacidad motriz que le impide masturbarse. Hay también una madre que, entre otras cosas, no quiere darse cuenta de que su hijo es gay y que extraña a un chico que conoció en un campamento. Probablemente sin querer, hay algo ligeramente confuso en la ideología de Hands and Wings. Se presenta como una historia de liberación, pero esa liberación ocurre en lo imaginario, la ensoñación. No hay ningún cambio para hacer realidad el deseo del joven. Entonces, ¿acaso no es un escape dentro del mundo de la ilusión?

Cruising, del venezolano R. Sandoli, es atractiva y sugestiva en términos formales. Explora la sensualidad de cuerpos masculinos excelsos, del eros que circula entre ellos, los deseos cruzados y la tentación de la carne. A pesar de su narrativa tan delgada, Cruising sí tiene una mirada clara y apuesta por una estética formalista nada desdeñable. Es un cortometraje con una fotografía que alterna entre un realismo estilizado y una imagen poética, con una sensualidad casi tangible. Y despliega una mirada nada casta ni pudorosa.

El logro más importante de Karaoke (Axel Rezinovsky), el mejor cortometraje de la competencia argentina, es recrear el clima de las fiestas de adolescentes, aquí una fiesta de despedida para un chico que se va a vivir al extranjero. Y la dificultad implícita pero disimulada de decirle adiós a alguien que quiso mucho. De ahí el sabor agridulce, pero también la calidez. Música que nos remonta a tiempos quizás más felices, buenas interpretaciones, algún que otro apunte que nos hace sonreír y nos conmueve. Ah, y es bien verosímil, que no es poco.

En Río (Marco Bountempo), en cambio, un encuentro entre dos jóvenes que hablan de experiencias amorosas, sexuales e íntimas, pasadas y presentes, resulta artificioso y hasta moroso. Todo está enunciado a través de una sucesión de diálogos sin ambigüedad alguna. El espectador escucha mientras los personajes explican. Por otra parte, son diálogos que atrasan y no poco. Me hicieron pensar en las charlas y preocupaciones que teníamos los gays jóvenes en los 90. En ese momento tenían mucho peso, hoy ya no tanto. Existen, por supuesto, pero no son representativas de un todo. En cambio, las nuevas generaciones tienen, en general, otras preocupaciones. La distancia afectiva, el sexo automático, estar conectados pero lejos, y saber armar vínculos profundos. Creo que ese material es más rico, más complejo, tiene más aristas. Es lo que está pasando hoy.    

Por el contrario, en Paralelos (Bruno Eneas) en un levante en el subte – esto sí que nunca pasa de moda – una chica conoce a otra, nace un romance, luego una boda y finalmente habrá una familia. Bien contemporánea, Paralelos visibiliza derechos conseguidos por nuestra comunidad hace no mucho tiempo. El cine argentino no suele contar historias sobre chicas enamoradas, por eso que Paralelos lo haga es un plus – aunque formalmente el cortometraje no brille por su excelencia. Pero el final con su noción sobre mundos paralelos nos permite pensar en lo esencial de las decisiones tomadas justo a tiempo. O sino se va el tren.

El mejor cortometraje de la competencia internacional, Revolvo (Francy Fabritz, Alemania) es toda una sorpresa. Digamos que hay una pareja de mujeres alemanas, un auto robado, un político secuestrado y una mujer policía lesbiana. Lo inteligente, lo ingenioso, es cómo se unen estos elementos en una historia mínima que habla de la homofobia y misoginia que acompañan al resurgimiento de la derecha, aquí y allá. Con un sentido del humor negro y combativo, Revolvo es un homenaje a todas y todos los que no dejan de luchar por sus libertades. 

 Antinopia (Jordi Castejón, España) se parece más a un comercial publicitario que a un cortometraje cinematográfico. Imágenes sin textura ni profundidad, una artificialidad superficial, una mala puesta teatral y una musicalización melosa hacen que sea difícil de ver. Todo está explicado, incluso con una moraleja simplista recitada por una voz en off. Ah, y tiene una historia, pero importa poco y nada.

Dentro del molde del drama sin solemnidad que se cruza con la comedia socarrona, La amante (Pati Cruz, Puerto Rico) nos recuerda que hay sentimientos que perduran y que, si uno se anima, nunca es tarde. Una mujer madura visita el funeral del esposo de una amiga especial, por así decirlo, a quien no veía hace mucho tiempo. Con una puesta en escena simple pero muy eficaz, interpretaciones convincentes y cierta intriga, La amante es un pequeño gran cortometraje que nos habla de un pasado que vuelve para darnos un mejor presente y un futuro promisorio.  

No es coma (Tamara Lucarini, España) es un thriller LGBTIQ+ que aborda la violencia intragénero. A Agustín y a José Ramón no los une el amor, sino el espanto. También el maltrato y el miedo. El cortometraje, bienintencionado sin lugar a dudas, nunca termina de plasmar sus ideas con el humor necesario ni de involucrar al espectador en el drama de sus personajes. Es como ver todo de afuera, sin entrar en el drama y sin empatizar.

En Catramina (Horacio Parisotto, Argentina) todo no podría ser más obvio. Dos hombres esperan en un auto para cometer un robo. Uno de ellos es un famoso ladrón, el otro es un chino (Ignacio Huang) que oficia de ayudante. La intención del cortometraje es clara: deconstruir el estereotipo del macho, en este caso del macho delincuente. Pero, una vez más, como en el cortometraje Río, todo está explicado a través de los diálogos de estos dos hombres sentado dentro de un auto. Y decir que el remate es predecible es ser generoso.

Finalmente, por no por eso menos importante, In Den Binsen (Clara Zoe My-Lihn von Armin, Alemania) nos habla de un joven gay en el momento de la su salida del closet. Con un acertadísimo sentido del humor, interpretaciones convincentes y una pequeña dosis de suspenso, In Den Binsen nos muestra a una madre que en vez de llorar como loca o de saltar de la alegría al saber que su hijo es gay, reacciona de otro modo naturalizando la salida de closet. El plano final es de una inteligencia admirable, sin un ápice de solemnidad.