Miranda, de viernes a lunes, de María Victoria Menis

“Durante el 2016, año en el que transcurre el film, las mujeres argentinas comienzan a auto convocarse espontáneamente a través de las redes sociales para defenderse de los femicidios que crecieron a un nivel alarmante en la Argentina. Estos movimientos se convierten en marchas gigantescas que hacen historia en nuestro país y se apodan Ni una menos. Las generaciones jóvenes, púberes y adolescentes luchan defendiendo posturas feministas, con una fuerza que nunca lo habían hecho antes”, señala la cineasta María Victoria Menis (Mi Hist(e)ria en el cine, María y el Araña, La Cámara Oscura) acerca de su nueva película, Miranda, de viernes a lunes.

Miranda (Inés Estévez) está en crisis. Es profesora de literatura, tiene 38 años (ya se acercan los 40 tan temidos), tiene dos hijas adolescentes que quieren independizarse y eso le da miedo, su ex marido todavía la ama y mucho -pero para ella es solo un buen amigo- y también tiene un novio del que se está desenamorando. No fuma desde hace años, pero la tentación de volver a encender un pucho está latente. Es que Miranda empezó a fumar a la tierna edad de 10 años (sí, 10 años) y nada menos que incitada por su propia madre ya que así ella se sentía acompañada cuando su esposo, un director de cine no muy exitoso, se ausentaba durante semanas e incluso meses para filmar sus películas.

Pero lo que más la moviliza son las denuncias de abuso de algunas de sus alumnas, a quienes ella apoya incondicionalmente, sin imaginarse que podría perder su puesto de trabajo dado que las autoridades de la escuela prefieren evitar cualquier confrontación.

El abuso funciona como un eje central del guión y bienvenido sea: no hace falta aclarar cuán importante es poner en escena un tema tan urgente. Nuestro gobierno actual descree de los crímenes de odio y los femicidios. Dice que todos los crímenes son crímenes, independientemente de su naturaleza. Todos sabemos que no es así – excepto los negadores. Y películas como Miranda, de viernes a lunes, son un frente de resistencia muy valioso – aquí  no hay femicidios, pero sí jóvenes que se rebelan ante abusos reiterados.  

Es que, con mucha habilidad, Menis toma un caso particular – basado en hechos reales- y desde ahí proyecta su carácter universal. La película entera está atravesada por un reclamo esencial: que los derechos de las chicas sean respetados. Que todos los derechos sean respetados. Más actual, imposible.

Volviendo a Miranda: es evidente que su vida necesita un cambio. No por nada desea tanto encontrarse con un presente mejor. El punto es que no sabe por dónde empezar. Curiosamente y de un modo inconciente, evoca recuerdos de su juventud que prometen ser liberadores. Ella era cantante de rock en una banda con sus amigos, eran tiempos felices y celebratorios y Miranda estaba construyendo su identidad amorosamente.

Pero sus evocaciones no se presentan como flashbacks convencionales. En cambio, comienzan a habitar los espacios que recorre y se integran en el presente, aunque solo ella pueda ver que la banda siguió tocando. Se trata de ver y verse, entonces y ahora. Nunca sentimos que sus evocaciones están forzadas narrativamente, se hacen presentes en los momentos  adecuados.

Menis sabe muy bien cómo dirigir a sus actores: Inés Estévez transmite todo su torbellino interno con miradas elocuentes, con su rostro tenso que apenas se relaja de vez en cuando, y las inflexiones de su voz cargan el peso de la incertidumbre. Elvira Onetto, quien hace de madre de Miranda, le da en la tecla al transmitir un equilibrio difícil de conseguir: una madre un tanto desamorada y hasta distante, pero también una madre que, aunque intente disimularlo, sí quiere lo mejor para su hija. Luciana Grasso, quien interpreta a Sofi, la hija menor de Miranda que tiene un ligero retraso madurativo, nunca sobreactúa el ser diferente ni tampoco lo minimiza. Se entiende por qué Miranda siente que debe protegerla todo el tiempo. Pero, la realidad es que Sofi parece arreglarse bastante bien para buscar, expresar y encontrar lo que quiere. Es que su independencia la va construyendo paso a paso.        

Miranda de viernes a lunes también sobresale en aspectos extra cinematográficos: el compromiso inclaudicable de Menis con temas tan álgidos es admirable. Con razón que todo es tan genuino y sentido.