Anatomía de una caída, de Justine Triet

Sandra (Sandra Huller)  y Samuel (Samuel Theis) son una pareja de escritores que viven en la ciudad natal de Samuel en Francia, más precisamente en los Alpes. No son precisamente una pareja feliz. A decir verdad, ni siquiera se sienten bien juntos. Es obvio que hay un mar de fondo que se esconde en su día a día. Y esto va a empeorar cuando su hijo, Daniel (Milo Machado Graner) vuelva de una caminata y encuentre el cadáver de su padre ensangrentando en la nieve – pareciera que se ha caído accidentalmente del ático.

Pero, en realidad, hay tres posibilidades que podrían explicar qué pasó y cómo. La caída pudo haber sido, efectivamente, un accidente. O quizás Samuel se suicidó. Pero también Sandra pudo haberlo asesinado. Aunque las pruebas de un posible homicidio son meramente circunstanciales, Sandra es acusada y lo que sigue es el juicio para establecer su inocencia o su culpabilidad. Un juicio que ocupa no menos de la mitad de los 150 minutos de duración de Anatomía de una caída, dirigida por Justine Triet y ganadora del premio máximo en el Festival de Cannes: la Palma de Oro y también el Oscar al Mejor Guión Original.  

Creo que lo mejor de la película es la deslumbrante interpretación de Sandra Huller como una mujer cerebral y distante, narcisista y muy inteligente, segura de sí misma. Milo Machado Graner también es muy convincente y conmovedor en su rol de un niño asustado, confuso y herido ya que perdió parte de su visión en un accidente hace ya un buen tiempo. Después sigue el montaje, preciso y con un ritmo muy acertado. Fotográficamente es impecable, no solo por los climas que construye, sino también por cómo presenta y descubre a los personajes de este drama.

Pero la película no es, en primer lugar, sobre el juicio en sí mismo. De hecho, el foco está puesto en la dinámica de esta pareja tan conflictiva a la que empezamos a conocer a través de sus relatos y los de otras personas. Sus testimonios son verosímiles y también lo son una buena parte de los diálogos. Al fin y al cabo, nadie vio nada, o eso se sugiere durante buena parte del metraje. Así queda bien claro que tanto los vaivenes de la pareja y el juicio mismo son un conjunto de relatos. No se trata de verdades, en cambio de subjetividades. Lo mismo aplica para el juicio.

Mi principal reparo con la película es, por un lado, su premisa central: la verdad no tiene nada que ver con un juicio, sino que más bien obedece a los intereses de las partes y a la impresión que dan los testimonios. Esta misma premisa, o una muy parecida, ya fue explorada con más inteligencia y sutileza por Otto Preminger en Anatomía de un asesinato (1959), con James Stewart, Lee Remick y Ben Gazzara. Después vinieron una decena de películas con la misma premisa, ninguna tan lograda como la de Preminger.

Anatomía de una caída no agrega mucho a estas ideas. Por eso los segmentos del juicio pueden llegar a ser un tanto previsibles, con una larga línea de enunciados que nos suenan familiares. Pero también es verdad que están muy bien hilvanadas la serie de agresiones y los embates que la fiscalía dirige hacia Sandra ya que es mujer, bisexual, distante y fría. Es la víctima perfecta simplemente por sus características, no por otras cosas. Muy a tono con los tiempos que corren, Triet da en la tecla con cómo se construye un culpable. Pero esto también lo había explorado Preminger en Anotomía de un asesinato.

El juicio se utiliza como una suerte de excusa para que lleguemos a conocer cómo era esta pareja y de ahí resulta un retrato de un matrimonio en una crisis terminal. Efectivamente, es así. No es una mala idea. Y está narrada de una manera prolija y lógica. Pero esta pareja no tiene muchos matices ni pliegues. Todo está muy dicho. Al principio impacta ver cuán mal se tratan y por qué; qué pone en juego cada uno y qué niegan. Incluso con la débil interpretación de Samuel Theis, Sandra Huller salva unas cuantas escenas gracias a su inmenso talento.  

Quizás todo sea un tanto redundante. Hay más peleas y casi por los mismo motivos. Más ira, heridas y gritos. Y así hasta el final, que probablemente termine con una nota ambigua. Con 150 minutos se puede decir mucho, pero con media hora menos habría ganado en dramatismo y en tensión. No siempre menos es más, pero en este caso sí lo es.  

Aún así Anatomía de una caída es una buena película. Quizás mis expectativas eran muy altas y esperaba una Palma de Oro más osada, más profunda y con más niveles de lectura. O quizás sea mi propia subjetividad – toda una ironía para una película articulada por subjetividades- que no me permitió empatizar ni dejar de empatizar, todo lo vi como un testigo distante.   

Dicho esto, es más que evidente que ésta es la película que el director quería lograr. No es que se equivocó. Todo está ejecutado tal como fue planeado – aunque quizás también demasiado calculado. Formalmente no ofrece nada nuevo, pero tal vez tampoco tenía que hacerlo. Acá sí que se juega lo que le pasa a cada espectador en particular. Para algunos será una obra maestra, para otros una buena película, mientras para que otros podría ser olvidable. Lo que, en el fondo, no deja de ser bueno. Las buenas películas no se hacen para gustar a todo el mundo.