
En un slasher son los asesinatos sangrientos los que nos causan miedo, repulsión o incluso una mórbida fascinación. El asesino serial, humano o sobrenatural, es a quien queremos ver muerto. Si es posible, que termine destrozado, así no vuelve jamás. Aunque, también es verdad que disfrutamos del suspenso y la violencia del espectáculo. Lo que nos impresiona, nos gusta. Al fin y al cabo, los slashers nos prometen tanto terror como diversión.
Pero, en Cerdita de divertido no hay nada. Este impactante y muy violento slasher, la ópera prima la española Carlota Pereda, está basado en el cortometraje homónimo que Pereda estrenó en 2018. Más que una película de terror, es un drama realista sobre las consecuencias del bullying que sufren los cuerpos rechazados.
Sara es una adolescente tímida y solitaria que trabaja en la carnicería de su padre en un pueblito español pobre y olvidado. Estar rodeada de trozos de carne en el calor de un verano infernal es un martirio. Aún cuando intenta abstraerse del mundo escuchando música con auriculares del tamaño de su rostro, el mundo no la deja vivir.
Porque la verdadera tortura es la que las chicas lindas y populares le infligen cuando se burlan de su sobrepeso y la denigran con agresiones e insultos varios. Para estas chicas, Sara no existe, por algo la bautizaron «cerdita». El horror está en la gente.
Nadie aguanta tanta humillación. Ni siquiera una adolescente desesperada por ser querida. Son las heridas las que se convierten en furia. La aparición de un misterioso asesino serial -un hombre grandote, de barba tupida y mirada penetrante- bien puede ser un mal necesario. Tal vez ahora Sara tenga quien la acompañe.

Heredera del grindouse/exploitation de los 70 -ese género controversial que nos dio películas emblemáticas como Escupiré sobre tu tumba y La última casa a la izquierda- Cerdita no es una película fácil de ver. El dolor y la angustia de Sara son retratados por Pereda con crudeza, sin maquillaje. Exponer el via crucis de Sara, el de su cuerpo y el afectivo, es un arma de doble filo – aun más en este género. Si no se hace bien, la propia película puede terminar siendo tan hostil con Sara como lo son sus agresores. No es el caso. Aquí la mirada de Pereda es siempre empática y comprensiva.
Ahora bien, cuando la revancha aparece todo se torna bien oscuro. El asesino serial, que bien puede ser una encarnación de tanta furia contenida, es más cruel que cualquier otro personaje. Quizás Sara ahora siente que ya no está sola, pero lo cierto es que su moral entra en crisis y es ahora más que nunca cuando sus decisiones podrían destruir su propia humanidad. Ya se sabe, las víctimas pueden convertirse en victimarios cuando no hay nada que perder.
Laura Galán hace de Sara un personaje de carne y hueso, menos esquemático que el que el guión presenta. Queda desnuda, casi literalmente, frente a su entorno y a los ojos del espectador. No pide compasión. Es comprensión lo que Sara merece. Incluso cuando sus actos son un tanto cuestionables.