
Ganadora del premio a Mejor Película en el Festival de Edimburgo, el thriller escocés Calibre, dirigido por Matt Palmer, demuestra ser lo suficientemente inteligente como para utilizar, en principio, algunos clichés del género para luego dar un giro inesperado y así transformar la película en algo muy diferente a lo que uno se imaginaba. Y lo hace de un modo legítimo, verosímil, nunca forzado. Tal es así que la vi dos veces seguidas para encontrar fisuras en su narrativa y en sus recursos formales. No encontré nada fuera de lugar. Es más, me gustó más la segunda vez que la vi.
Todo comienza cuando Vaughn, un hombre agradable y amigable que está a punto de ser padre decide ir a cazar venados en la zona de Highlands con su amigo Marcus, a quien conoció en la escuela secundaria. Con una personalidad avasallante, tenso y narcisista, Marcus encuentra en Vaughn un contrapunto y un complemento que le resulta disfrutable y necesario. No quedan dudas de que ambos valoran mucho su amistad.
Así, salen de cacería mientras la pareja de Vaughn se queda en su casa, tranquila y sin imaginar ni por asomo lo que ese viaje iba a terminar siendo. Antes de entrar en los bosques, los dos amigos tienen un encuentro no muy feliz – pero tampoco grave – con los lugareños de la zona. No les importa. Se adentran en el bosque con sus rifles con miras telescópicas, municiones y demás.
De los dos, a Marcus no le tiembla la mano a la hora de cazar a un venado mientras que para Vaughn es una tarea ardua. Y es aquí, al aparecer el primer venado, cuando todo va de mal en peor. Digamos que hay muerto que no merecía morir y después no digamos más nada. O solo que Calibre es uno de los mejores thrillers de terror de los últimos años.

Sí, ya sé, la trama suena conocida y películas con esta premisa abundan. Pero Calibre no es como esas películas. Porque acá lo que impacta y shockea es tanto el realismo que se despliega en cada plano como la progresiva transformación de una película en otra. Suspenso muy bien dosificado, personajes verosímiles y un estado de las cosas que pone al espectador en una posición muy incómoda. Porque, ¿qué haría uno si estuviera en el lugar de los dos amigos? ¿Quienes sufren más aquí? ¿Las víctimas o los victimarios?
Como en el infierno más temido, cada paso lleva a un escenario cada vez peor para todos. Literalmente para todos. Como película de venganza, Calibre es impecable. Pero es aún más interesante como un drama sobre la culpa y el martirio, sobre la tortura interna más que la externa, sobre la muerte como el mejor de los escapes. Sin prisa ni pausa, Palmer mueve las piezas de un juego siniestro que se hace difícil de ver.
Sin un gran presupuesto, sin actores conocidos, sin estudios y, en cambio, aprovechando la aspereza y la frialdad de los escenarios naturales y las locaciones, Calibre es de esas raras películas que hacen todo bien casi sin proponérselo. Es que nunca se ven las costuras.

Calibre (Reino Unido, 2018)
Dirigida por Matt Palmer. Con Jack Lowden, Martin McCann, Tony Curran, Ian Pirie, George Anton, Kate Bracken. Duración: 101 minutos