
“Este proyecto empezó a nacer en un viaje por la Quebrada junto a Ricardo, donde nos relató su experiencia como músico y las vivencias que luego convertía en composiciones, dejándose suspirar los sonidos del silencio por el viento gélido del altiplano, en la soledad del desierto de piedra y arena”, señalan Ulises de la Orden y Germán Cantero, realizadores del documental Vilca, la magia del silencio, una sentida aproximación a la figura de Ricardo Vilca, uno de los artistas más trascendentes del noroeste argentino de las últimas décadas quien falleció por un problema pulmonar en junio del 2007.
Sin embargo, a pesar de su indudable talento, su persona y su obra musical no tuvieron acceso a públicos masivos y, en cambio, quedaron resguardados allí donde pertenecen, en la silenciosa y enigmática Quebrada de Humahuaca. Pero, en los últimos años de su vida, sus canciones fueron interpretadas por famosos músicos como León Gieco, Divididos y Skay Beilinson. Hasta fueron protagonistas de encuentros musicales en lugares impensados, como Kosovo o Madagascar.
Vilca, el documental, utiliza material de archivo inédito y exclusivo, testimonios a cámara de otros músicos y personas varias que supieron conocerlo bien de cerca e imágenes poéticas y ensoñadas de la naturaleza en la que el músico creó sus obras. Esto y más se transforma en un tributo y una búsqueda: la de apresar el encuentro entre ritmos andinos, música clásica y naturaleza.
Sin duda, con tanto material tan bien elegido es imposible no construir más que una semblanza de un músico tan singular. Sobre todo, lo que llama la atención, en un buen sentido, es el muy cuidado y expresivo trabajo de la fotografía, tanto en la composición como en la iluminación, que le da volumen y espesor a todo un escenario que puede ser observado desde tantos ángulos. No hablo solamente de la naturaleza, que de por sí es fotografiada en todo su esplendor, lejos de la previsible tarjeta postal, sino también de los climas creados en torno a la presencia de Vilca y sus palabras. Brilla él y brilla su discurso sabio.
Sin embargo, en más de una ocasión, la progresión dramática se torna un tanto morosa y los testimonios se suceden sin mayor intensidad. Pero no quiero ser malinterpretado: lo que se dice siempre es interesante y lúcido – o, al menos, casi siempre. No pasa por ahí el problema. Solo que creo que quizás evitar cierta repetición, incluso editar el metraje y quitarle algunos minutos habría redundado en un documental más poderoso, más impactante, tanto como su protagonista.
Pero, dentro de un todo, y dado que estas falencias son esporádicas, Vilca, la magia del silencio no es solo un registro de un músico, su vida y su obra. Porque va más allá de lo esperado cuando despliega momentos trascendentales que ya no están en el orden de lo estrictamente narrativo. Porque ahí es pura poesía.
