
En un pequeño y tranquilo balneario uruguayo ocurre un hecho insólito: aparece un tiburón cerca de la orilla, sin ninguna explicación. Incluso puede ser que haya más tiburones dando vuelta. Pero la única persona que lo ve es Rosina (Romina Bentancur), una adolescente de 14 años retraída y lacónica que se siente sapo de otro pozo en el muy calmo y muy rutinario balneario. Tiene tres amigos, pero nadie le presta mucha atención, y ella se siente muy lejos del mundo. Por eso la pregunta: ¿Será cierto que hay un tiburón o se lo imaginó Rosina para conjurar un hecho extraordinario?
Sea como fuere, los lugareños se sienten amenazados y se preparan para ir a la caza del animal. Mientras tanto, Rosina colabora con su padre (Fabián Arenillas) en el mantenimiento de casas de verano. Es entonces cuando Rosina conoce a Roselo, un nuevo empleado de su padre, que es un poco más grande que ella. Y sí, es entonces también cuando Rosina experimenta, quizás por primera vez, el deseo de acercarse a otro cuerpo. Y también de que el suyo sea acariciado. No parece buscar un novio, sino alguien con quien vivir los matices de una sexualidad todavía sin explorar.
Después de ganar importantes premios en festivales internacionales – Premio a Mejor Dirección en Sundance, Premio al Mejor Guión y Mejor Actriz en Guadalajara, y Mención Especial del Jurado en BAFICI – la ópera prima de Lucía Garibaldi ahora se estrena ahora en la plataforma puentesdecine, un espacio singular para la exhibición de cine de autor.
Hacía mucho tiempo que no veía una película que me haya sorprendido y que deseaba que no se terminara. Porque es mucho lo que hay para ver, aunque en un principio sus capas no se noten tanto. Lo que está bien a la vista, en primer lugar, es el aislamiento interno de Rosina. Sus silencios, que son muchos, desconciertan. Porque no sabemos bien qué le pasa. Quizás ella misma no lo sepa. Esto es más bien una cuestión de percepciones e impresiones. Y este no saber se traduce en misterio y también suspenso. Es como ver algo y no poder descifrarlo, por más que se vea bien cerca y por completo.

Por otra parte, están los lugareños y su vida laboral cotidiana. El clima general es cansino y a veces abúlico. Pero todo está matizado con el muy reconocible sentido del humor uruguayo, absurdo, irónico, seco. No nos hace reír a carcajadas, sino que nos provoca una risa interna acompañada de sonrisas de complicidad. Y el tiempo, en este espacio, parece estar suspendido. Casi nada fluye.
Excepto cuando Rosina se siente cada vez más atraída por Roselo o, mejor dicho, por lo que puede llegar a experimentar con él. Queda claro que acá no se habla de pareja, sino de una búsqueda personal e individual. Es en la entrada a la adolescencia y el despertar sexual donde la guionista y directora hace foco con sensibilidad y dejando de lado los lugares comunes.
Como metáfora, el tiburón puede ser muchas cosas. Personalmente, elijo verlo como eso extraordinario que aparece en el cuerpo y corazón de Rosina, que hasta ese momento estaban medio en pausa, así como lo está el pequeño balneario uruguayo.
Los tiburones (Uruguay, Argentina, España, 2019).
Escrita y dirigida por Lucía Garibaldi. Con Romina Bentancur, Federico Morosini, Fabián Arenillas, Valeria Lois y Antonella Aquistapache. Fotografía: Germán Nocella Sedes. Montaje: Sebastián Schjaer. Música: Fabrizio Rossi, Miguel Recalde. Duración: 78 minutos. Disponible en la plataforma puentesdecine.