En La Ciambra, una pequeña comunidad romaní en el sur de Italia, vive Pio Amato con su madre, padre y hermano, estos dos últimos dedicados a delitos varios para sobrevivir. Pio tiene 14 años, pero desea ser más grande y por eso, entre otras cosas, fuma y bebe mucho, como si fuera un adulto. Claro está que también quiere participar de las actividades delictivas de su familia. Pero parecería que todavía no es su momento, por más que él insista e insista todo el tiempo.
Curiosamente, este adolescente es el único que se vincula con facilidad y agrado entre las tres comunidades de la región: los italianos de pura cepa, los refugiados africanos y sus compañeros romaníes. Admira a su hermano Cosimo y lo sigue a todas partes, con la esperanza, quizás, de poder crecer de golpe estando a su lado. Cuando su padre y hermano van a parar a la cárcel, Pio adopta el rol de proveedor de su familia, intentando llevar a cabo la vida delictiva que ellos tenían. Lo que, dicho sea de paso, no le sale nada mal.
En este entorno, se hace amigo de Ayiva, un refugiado africano que lo acompaña y lo respeta. Lo mismo siente Pio por su amigo. Ansioso por mostrar su valentía, Pio se involucra en algunas actividades y situaciones que lo superan, aunque a veces no se dé cuenta del peligro que corre. No porque un adolescente actúe como un adulto deja de ser un adolescente.
Dirigida por Jonas Carpignano, director neoyorkino de origen italiano, producida por Martin Scorsese y ganadora en la sección Quincena de los Realizadores en Cannes, La ciambra adopta un estilo extremadamente naturalista hasta el último de los detalles. O, si se quiere, un estilo neorrealista, pero sin su narrativa clásica de tres actos con sus puntos de giro y picos dramáticos. La sensación que resulta de este abordaje es la de ser testigos de un documental, o incluso de estar viviendo las vidas de los personajes junto a ellos. Se trata de borrar la distancia de lo representado con quienes lo observamos. Nos guste o no, no podemos ser indiferentes.
Es necesario que el espectador esté atento porque en lo pequeño y aparentemente insignificante es donde reside la esencia. En una película con una trama delgada o “sin trama”, en el sentido convencional del término, más anclada en la descripción de un universo que en una narración llena de incidentes. Por eso una mirada contemplativa es la mejor forma de construir los sentidos posibles. Lo que más nos conmueve son los personajes, sin que haya aquí un ápice de sentimentalismo. Lo que no quiere decir que sean fríos o distantes. Porque detrás del rostro adusto de Pio, y de otros personajes, hay afectos que salen a la superficie en los momentos menos pensados. Hay que mirar bien y no simplemente ver.
Por otro lado, en el orden de lo formal hay que destacar el acertadísimo uso de la cámara en mano al servicio del relato y no para mostrar el virtuosismo del director. La fotografía áspera y de tonos oscuros es un elemento capital para establecer el tono, como así el diseño de sonido que siempre pone el primer lugar al realismo. Sin florituras en la puesta en escena, La ciambra propone una experiencia cinematográfica profunda, cercana y movilizante. No por nada fue la película que Italia eligió como candidata para el Oscar a Mejor Película Extranjera.
La ciambra (2017) Italia, Brasil, Francia, Suecia, EE.UU.
Escrita y dirigida por Jonas Carpignano. Con Pio Amato, Koudous Seihon, Iolanda, Damian Amato, Patrizia Amato, Susanna Amato, Rocco Amato, Francisco Pio Amato, Damiano Nicolás Amato. Fotografía: Tim Curtin. Montaje: Alfonso Goncalves. Música: Dan Romer. Duración: 118 minutos.