Judy, de Rupert Goold

Aún con las excelentes interpretaciones de las otras actrices nominadas, creo que René Zellweger le dio vida a una Judy Garland que, con justa razón, hizo que se ganara el Oscar a mejor actriz. Es verdad que la película de Rupert Goold no es gran cosa, aunque tampoco es mala. Es simplemente convencional desde lo formal y predecible en su narrativa. Con un material tan rico dramáticamente, se podría haber hecho algo impactante. Lo que hace que uno la disfrute es, aparte de la actuación de Zellweger, la propia historia de Judy Garland, quien tuvo una carrera tan precoz y exitosa como solitaria y dolorosa. Y mucho de esa soledad y el dolor que la acompañó se hace palpable en el retrato de Zellweger, que recuerda a la Édith Piaf de Marion Cotillard en La vida en rosa.

Zellweger y Cotillard eligieron componer a sus personajes de una manera mimética, casi copias perfectas del original, cuidando cada detalle de lo físico, lo gestual y hasta el timbre de la voz. Para algunos críticos esta es una opción facilista, que carece de gracia porque es el fruto de la imitación al extremo junto con mucho maquillaje. En cambio, prefieren una Marilyn Monroe, por ejemplo, como la que retrata Michelle Williams en Mi semana con Marilyn, quien esquiva ser idéntica a la belleza rubia y, en cambio, se le parece apenas lo suficiente y el resto es una construcción propia de la actriz. Para mí, ambas elecciones son igual de legítimas ya que, precisamente, buscan cosas distintas y apuntan a funcionar dentro de un marco de libertad para que cada actriz haga lo que siente más genuino y reconfortante.

Ahora bien, volviendo a Judy, la película, lo primero que hay que saber es que no es una biopic. No abarca la vida de la actriz y cantante desde los 3 años (edad en la que inició su carrera por las exigencias de una madre demandante y abusiva con el talento de su hija) hasta sus últimos días, recorriendo todas las etapas intermedias. No es esa la idea y está bien que no lo sea.

Porque la película apuesta a un contrapunto que enfatiza la caída en desgracia de su protagonista, a ser testigos de sus últimos días, por así decirlo. Se narra parte de su pasado, casi exclusivamente algunos días antes y durante la filmación de El mago de Oz (y aquí aparece la voracidad de los grandes estudios y sus ejecutivos) y este pasado se alterna con escenas articuladas alrededor de su decadencia y su lucha fútil por mantenerse en pie (literalmente, ya que su adicción al alcohol y los fármacos la volteaban una y otra vez). Es decir, la promesa que Judy era y cómo se promesa se hizo trizas después de haber sido explotada hasta el infinito. Así, acá nos encontramos con una mujer muy vulnerable, maltratada, aunque también complicada y autodestructiva. Hay matices, y no pocos, y Zellweger sabe cómo transmitirlos en el momento justo y de la mejor forma. Nada se siente forzado. Más bien todo lo contrario.

Y ahí sí hay un acierto del director: en tomar lo particular y hacerlo universal. Porque la historia de Judy es similar, o igual, a la de tantos otros y otras artistas que pagaron un precio muy alto a cambio de sus años de gloria. De esas historias hoy en día hay muchas porque los juegos de la industria del entretenimiento siguen siendo lo mismos. Y lo que es más interesante todavía es que los protagonistas de estos derroteros tienen, en más de una ocasión, posibilidades de salir de sus círculos viciosos pero no lo hacen casi nunca. Porque no quieren, porque no pueden, o porque creen que van a poder después. Mientras tanto, el show debe continuar. Tarde se dan cuenta de que en algún momento el show se levanta y otros aparecen para reemplazarlos.

Judy (Inglaterra, 2019). Puntaje: 7

Dirigida por Rupert Goold. Escrita por Tom Edge, basada en la obra de teatro End of the Rainbow, de Peter Quilter. Con Renée Zellweger, Jessie Buckley, Finn Wittrock, Rufus Sewell, Michael Gambon, Darci Shaw, Bella Ramsey, Royce Pierreson, Tim Ahern, John Dagleish, Gemma-Leah Devereux, Fenella Woolgar, Andy Nyman, Phil Dunster. Fotografía: Ole Bratt Birkeland. Montaje: Melanie Oliver. Música: Gabriel Yared. Duración: 118 minutos.