Hace unos días fui a ver Doctor Sueño. Casi me quedé dormido. Sí, ya sé, el chiste es malo. Pero le hace justicia a la película. No leí la novela, publicada en 2013, por lo que me resulta imposible saber dónde comienzan los problemas. Creería que es una novela con ciertos logros y, sobre todo, debe estar imbuida de esa atmósfera siniestra que Stephen King sabe construir tan bien. Porque en Doctor Sueño, escrita y dirigida por Mike Flanagan (Absentia, El juego de Gerald, Hush, The House on Haunting Hill), es posible percibir que hay, muy en el fondo, una historia interesante con vueltas de tuerca y desvíos imprevistos, con climas ominosos y personajes con los que uno podría empatizar, y también otros que es mejor tener lejos. Hay un material de base que resulta atractivo.
Tomemos en cuenta, también, que el punto de partida de Doctor Sueño ya es delicado de por sí, así que no todo es culpa de Flanagan, quien suele ser un director muy competente. Por un lado, ser la secuela del clásico de terror El resplandor (1980), dirigido magistralmente por Stanley Kubrick a partir de la novela de King de 1977, es una empresa con muy pocas posibilidades de éxito. Estamos hablando de una película de una perfección formal y narrativa poco común en el cine mainstream de terror de los 80, aún tratándose de un cine hecho por autores consagrados.
En el caso de Doctor Sueño, la trama comienza en Florida en 1980 con el secuestro y posterior asesinato de una niña a manos de un grupo de seres vampíricos liderados por Rose La Chistera (Rebecca Ferguson). En paralelo, y retomando directamente el final de El resplandor, vemos a Danny Torrance (Roger Dale Floyd), quien intenta librarse de las pesadillas que lo vuelven loco desde que su padre intentó matarlo a él y a su madre. Como ya sabemos, no pudo matarlos y se terminó muriendo de frío frente al Hotel Overlook. Ahora, ya en su hogar con su madre, Danny todavía tiene que seguir defendiéndose, esta vez de nuevos demonios que quedaron a la deriva. Con más o menos suerte, cada día es una nueva batalla.
Salto en el tiempo. Ahora nos encontramos con Danny (Ewan McGregor) en New Jersey en 2011, ya siendo un adulto adicto a las drogas y al alcohol, infeliz y violento, con una vida sin rumbo. Claramente, los demonios no se han ido. Y parecería que él solo no puede hacerles frente. Pasan cosas, todas muy extrañas, y precisamente cuando todo se complica demasiado, aparece Abra Stone (Kyliegh Curran), una adolescente negra que tiene visiones y premoniciones que la alertan de las amenazas y los peligros de estos seres vampíricos que se alimentan de niños para seguir viviendo durante cientos de años. Juntos, Danny y Abra intentarán defenderse, defender a otros, y destruir la secta de Rose.
Adaptar un libro de King es una tarea complicada. En general, sus libros son extensos, exhaustivos, oscuros. Sus páginas están llenas de desesperanza y malignidad, sus palabras muy cuidadosamente seleccionadas construyen imágenes terroríficas. Hay mucho detalle en todo lo narrado y muchas veces mucho de lo narrado transcurre dentro de la cabeza del protagonista. Es muy arduo llevar todo esto al cine: implica lograr un alto nivel de síntesis sin descuidar nunca la esencia, recrear atmósferas perturbadoras sin apelar a obviedades, recurrir más a la metáfora que a la literalidad, y desarrollar personajes complejos con todos sus matices. Y, por supuesto, no perder nunca el pulso de la trama.
Prácticamente nada de todo esto está bien resuelto en la película de Flanagan. En vez de narrativizar una trama compleja a través de acciones y situaciones, el director recurre a diálogos sobre-explicados, a intercambios verbales que incluso comunican los sentidos de muchas escenas, y a agobiantes reflexiones pseudo-trascendentales. Así, la esencia del horror se diluye entre tanto palabrerío. Por el contrario, no están mal los climas tenebrosos de algunas escenas claves. El diseño de sonido y la fotografía están al servicio de la historia y crean universos propios, mundos enrarecidos que se enrarecen cuando se hace presente lo sobrenatural. También la crudeza en las muertes y el uso medido de los efectos especiales es un acierto.
Pero todo esto no alcanza porque la dramaturgia no tiene profundidad, es pura superficie. Y encima se torna confusa y errática, y no deliberadamente. Por otra parte, el tormento de Danny, que seguramente en la novela habita en sus pensamientos y emociones, aquí se traduce en conductas llenas de lugares comunes. Pero lo que tal vez sea el problema más grande de Doctor Sueño es la unidimensional de sus personajes, algo impensable viniendo de Stephen King. Podríamos adjudicarles dos o tres características a cada personaje y ya no hay más para explorar.
Al principio, con la aparición de Roger Dale Floyd, el niño que interpreta a Danny (originalmente interpretado por Danny Loyd en El resplandor) y la de Alex Essoe, que interpreta a su madre, Wendy (originalmente interpretada por Shelley Duvall) surge un obstáculo tan visible como insalvable: se nos hace muy claro que estamos observando una copia mala de El resplandor, en vez de estar metidos en Doctor Sueño acompañando a los personajes. Y es que ninguno de estos dos actores se parece en nada a los actores originales y tampoco mantienen el mismo registro de actuación. Este nene de Doctor Sueño tiene un rostro apacible y se lo ve tranquilo, y esta Wendy es una chica común y corriente a quien le sale mal copiar las singularidades de Shelley Duvall (hasta el tono de voz está mal). Peor es el caso con el actor que interpreta a Jack Nicholson, cuando reaparece como fantasma. Es más, me llevó un par de minutos darme cuenta de que ese actor estaba interpretando a Jack Torrance.
Eso se reitera, una y otra vez, en la cantidad innecesaria de citas, guiños, referencias y homenajes a varias escenas y planos del clásico de Kubrick, como si Doctor Sueño no se pudiera mantener en pie por sí misma. Es homenajear por homenajear, citar para rellenar y disimular el vacío. Estéticamente, Doctor Sueño pierde por goleada en su tramo final en el Hotel Overlook, que en la de Kubrick era un gran hotel fantasmagórico y ominoso, y en cambio con Flanagan es un hotelucho de mala muerte, grande y descuidado, y hasta decadente. Pero, de creepy no tiene nada de nada. Lo peor de todo es la prosaica imagen de la sangre saliendo de los ascensores, que ni se parece a los borbotones kubrickianos en todo su poesía macabra.
Todos estos desaciertos, tanto en lo narrativo como en lo estético, hacen que Doctor Sueño sea una película de terror que no da miedo. Ni siquiera perturba o incomoda. Y no es singular estéticamente. Por eso aburre.
Doctor Sueño (Doctor Sleep, EEUU, 2019). Puntaje: 4
Escrita y dirigida por Mike Flanagan. Con Ewan McGregor, Rebecca Ferguson, Kyliegh Curran, Carl Lumbly, Zahn McClarnon, Emily Alyn Lind, Bruce Greenwood, Jocelin Donahue, Alex Essoe, Cliff Curtis, Jacob Tremblay. Fotografía: Michael Fimognari. Montaje: Mike Flanagan. Música: The Newton Brothers. Duración: 151 minutos.