Sólo una mujer llega a las carteleras porteñas como una película urgente. En una época de femicidios atroces (en Argentina una mujer es asesinada cada 26 horas), la película dirigida por Sherry Hormann ficcionaliza la dolorosa historia real de Hatun «Aynur» Sürücü, una joven alemana de ascendencia turca que fue asesinada por su hermano mayor en 2005 por haber rechazado sus tradiciones religiosas y deshonrado a su familia. Fue un caso que conmovió a Alemania y por más que ya hayan pasado 14 años desde que ocurrió, denunciarlo – ahora a través del cine- sigue siendo un imperativo. Cuando alguien paga un precio alto por querer ser libre, nunca tiene que quedar en el olvido.
Aynur tiene 16 años, es linda y vivaz, vive en Berlín pero pronto volverá a Turquía para casarse con su primo, tal como su familia lo ha ordenado. Sin mucho entusiasmo pero tampoco con tristeza, Aynur se casa con su primo. Al principio, no hay problemas, pero no pasa mucho tiempo hasta que su marido empieza a pegarle, incluso estando ella embarazada. Aynur no lo piensa dos veces: hace las valijas y se vuelve a la casa de su familia en Alemania, abandonando así a su esposo. Y así comienza un derrotero que no tiene fin. O sí.
Es esencial aclarar que desde los primeros minutos conocemos el final de la historia porque la película está narrada a través de la voz en off de la protagonista luego de haber sido asesinada – como en la célebre Sunset Boulevard y la no tan conocida Reversal of Fortune. Así, la reconstrucción de los hechos que la llevaron a su trágico final adquiere un cariz intimista, somos nosotros los testigos privilegiados de su día a día, con algunos momentos luminosos y muchos bien oscuros.
A la vez, Sólo una mujer también tiene un sesgo documental ya que incorpora fotografías para presentar a sus personajes e incluso imágenes de los noticieros de la época. La realidad y la ficción se funden y articulan un mismo discurso: el del fundamentalismo religioso y el de considerar a la mujer como un objeto. Reemplacemos fundamentalismo religioso por machismo y tenemos el mismo estado de las cosas en Argentina. Y ese es uno de los méritos de la película de Sherry Hormann: su universalidad tan verosímil.
Por otra parte, si bien la puesta en escena y la fotografía son apenas correctas, lo que más importa es que las interpretaciones de los actores son afinadísimas y están todas en sincronía. Por eso toda la historia se nos presenta tan cercana y angustiante. Uno sabe qué va a pasar, pero aún así fantasea y desea que no pase. Lo más descorazonador es que Aynur no parece darse cuenta de la magnitud de sus decisiones y las consecuencias que acarrean. Es que su búsqueda de libertad – eventualmente se irá a vivir sola, se vestirá de otra manera, dejará el velo, se soltará el pelo, tendrá un novio alemán – es una deshonra inaceptable para su familia. Por eso merece el mayor de los castigos.
Y es todavía más terrible que el homicidio de Aynur no sea castigado como corresponde en nuestors tribunales. Porque la ley del hombre no está hecha para que sea igual para todos. Hay vidas que valen menos. Y aquí ya no se trata de una cuestión religiosa, sino de un orden social patriarcal. Se va a caer, eso ya se sabe, pero mientras tanto sigue haciendo mucho daño.
Solo una mujer (Nur eine Frau, A Regular Woman, Alemania, 2019). Puntaje:7
Dirigida por Sherry Hormann. Escrita por Florian Öller, basada en el libro Honor Killing: A German Destiny, de Matthias Deiß y Jo Goll. Con Almila Bagriacik, Merve Aksoy, Aram Arami, Mehmet Atesci, Selim Dörtkardes, Samir Fuchs, Özgür Karadenis. Fotografía: Judith Kaufmann. Montaje: Bettina Böhler. Música: Fabian Römer. Duración: 93 minutos.