Vigilia en agosto, de Luis María Mercado

Estrenada en la competencia de Derechos Humanos del último BAFICI, Vigilia en agosto, la ópera prima de Luis María Mercado, se desarrolla en Oncativo, una pequeña ciudad cordobesa ubicada en una región semiárida pero fértil llamada “Pampa Gringa”, a raíz de la fuerte inmigración italiana del siglo XX. Una ciudad de vientos secos, frío y mucha tierra. Un entorno que, por otra parte, es digno merecedor del dicho: “pueblo chico, infierno grande”.

Faltan no muchos días para el casamiento de Magda (Rita Pauls) y hay algo que no cierra. No se la ve ni entusiasmada ni enamorada, aunque quizás lo esté y no se note. Lo que sí se nota es que, muy de a poco, Magda se da cuenta de que el entorno en el que vive no es precisamente maravilloso. Es un pueblo donde los chismes, las mentiras y la negación están a la orden del día. Y hasta quizás su novio no sea ni tan bueno ni tan deseable. Entonces, ¿qué pasa si empieza a ver todavía más cosas que no le gustan nada? ¿Se va a casar igual o va a morir en el intento?

Morir, no va a morir. Pero sí se va a enfermar. Se podrá autoengañar o dejar pasar delitos y faltas, pero los cuerpos nunca mienten. Son el territorio donde todo lo que pasa aparece representado, para bien y para mal. Y al cuerpo no se lo domina como a la cabeza, que siempre puede ser un poco mentirosa.

Heredera de la estética y narrativa del Nuevo Cine Argentino, que en sus inicios fue muy innovador, Vigilia en agosto tiene no pocos méritos, empezando por la interpretación de Rita Pauls, que tiene los matices y el espesor para darle forma a un personaje que observa y piensa mucho, pero dice poco y nada. Un personaje que bien podría haber sido chato y no lo es, para nada. María Fiorentino y Eva Bianco también encarnan con precisión a dos madres de provincia, dos mujeres que se preocupan más por los asuntos de los otros que por los propios. Son tan irritantes como creíbles.

Formalmente, es una película donde la cámara ausculta de cerca todos los movimientos, gestos y pequeños momentos que dicen más que muchas palabras. Sin perder nunca de vista a la protagonista, también abarca a lo que está a su alrededor en una muy prolija coreografía. Con un montaje tan invisible como fluido, Vigilia en agosto transcurre con una cadencia acorde al pulso del pequeño universo donde sufre en silencio nuestra heroína. A su vez, el fuera de campo articulado con un hábil diseño de sonido extienden el mundo hacia donde no llegan los ojos.

Es que los problemas de Vigilia en agosto no son de orden formal. Claramente pasan por otro lado y son estructurales. Por un lado, la tibieza en el tono y lo predecible del desenlace le quitan la potencia que una historia así necesita. Por otro lado, las metáforas (el olor feo en el aire, la casa que explota “por accidente”) pretenden ser sutiles, o al menos oblicuas, y sin embargo no pueden ser más fáciles de leer. Pero la obviedad en sí misma no es el problema (¿quién dijo que todo tiene que ser sutil siempre?) sino la pretensión de no serlo. Ahí es cuando se torna pueril. Y estos son algunos de los problemas recurrentes de buena parte del nuevo-nuevo cine argentino, que se aleja de toda contundencia posible, prefiere un ya desgatado medio tono y se construye sobre una fórmula sin mucho riesgo.

Vigilia en agosto (Argentina, 2019). Puntaje: 6

Escrita y dirigida por Luis María Mercado. Con Rita Pauls, María Fiorentino, Eva Bianco, Michel Noher, Fanny Cittadini, Maximiliano Bini, Adriana De la Vega Viale, Cokó Albarracín. Fotografía: Santiago Seminara.

Duración: 77 minutos.