Hombres de piel dura, de José Celestino Campusano

“La historia que inicialmente inspiró la película es la de un amigo mío que fue abusado por un sacerdote, y la de una investigación a un grupo de curas rurales sucedida hace unos diez años. Mi amigo me contó la historia y terminamos utilizando algunas de las propias palabras del cura para los diálogos de Hombres de piel dura. Estas son las clases de cosas en las que se enfocan mis películas y mi compañía productora: historias silenciadas”, declaró José Celestino Campusano en una entrevista realizada por Jordan Cronck para Film Comment.

La historia silenciada que narra la nueva película de Campusano recientemente estrenada en Buenos Aires y La Plata, es la de Ariel (Wall Javier) un adolescente carilindo que vive con su padre y su hermana en una pequeña estancia en una zona rural de la localidad de Marcos Paz. Años atrás, Ariel fue seducido por Omar (Germán Tarantino), el sacerdote de la comunidad que, aprovechándose de su ingenuidad, le hizo creer que estaban (y están) viviendo una historia de amor.

Pero, un buen día Ariel se harta de ser tomado como un objeto para la satisfacción del cura pedófilo. Se da cuenta de que en ese vínculo el amor no existe. Y empieza a explorar su sexualidad de otras maneras, entre ellas con una relación secreta con Julio (Juan Salmieri) un joven peón del campo de su padre. Secreta porque no tiene que enterarse su padre y porque Julio tiene esposa e hijos. Aunque, a decir verdad, en este entorno de masculinidades exacerbadas estas historias de sexualidades diversas no están tan escondidas.

Realismo es la primera palabra que viene a la mente cuando uno piensa en el cine de Campusano. En Hombres de piel dura ese realismo está tanto en lo qué se dice como en cómo se dice. Si bien el director ya no trabaja con la estética áspera, sucia y árida de sus primeras películas, y ahora sus películas están más pulidas y son más estilizadas, el realismo sigue estando en sus contenidos, en qué y cómo muestra lo que gran parte del cine argentino independiente opta por dejar de lado, o en todo caso representa con una tibieza y un pudor demasiado políticamente correctos.

Aquí, en cambio, el devenir de la iniciación sexual de Ariel con otras personas es fiel a cómo muchos adolescentes gays exploran sus cuerpos y los de otros. La libertad con la que hacen carne el deseo se expone tal cual es: con encuentros sexuales impersonales en un rincón rural (una especie de Plaza Paquistán campestre) y/o con otros encuentros casuales un poco más personales, pero siempre ocultos a los ojos de la sociedad (y, en este caso, aparte, a la opresora mirada paterna).

En la diversidad está el gusto, y Ariel disfruta de su búsqueda hasta que, eventualmente, una relación amorosa también va a ser una opción. Pero no porque haya algo tortuoso en la promiscuidad o en el sexo puramente carnal (que aquí es erotizante y, para bien, relativamente explícito y muy creíble) ya que lo tortuoso es el abuso y manipulación emocional del sacerdote. Se trata de que en algún momento Ariel quiere simplemente enamorarse.

Hay otros dos temas centrales en Hombres de piel dura: la complicidad de la Iglesia Católica con los reiterados abusos de sus sacerdotes, los de antaño y los de ahora, que como mucho son transferidos a otras parroquias, y las grietas y dobleces del machismo y la masculinidad en entornos rurales habitados por hombres de piel dura. En ambos casos, la mirada de Campusano es tan lúcida como apropiada para los tiempos que corren.

Por supuesto, no hay justificación alguna para la pedofilia y hasta se sugiere la posibilidad de la justicia por mano propia – que siempre es debatible – cuando el sistema judicial ya no puede hacer nada con abusos sexuales que ya prescribieron, pero cuyas gravísimas consecuencias tienen un efecto en el presente.

Y en cuanto a correr el velo que cubre la sexualidad de los chongos de la que no se habla en voz alta en estos parajes, pero que sí es conocida por todos (algo que es extrapolable a muchas ciudades del país, aunque tal vez en menor medida) lo que queda a la vista también es muy verosímil y humano. Nuevamente, sin una actitud moralizante de ningún tipo Campusano se pone del lado del deseo y las pulsiones y no del de la hipocresía y represión propia de muchas buenas costumbres.

Lo que no le juega a favor a Hombres de piel dura son las interpretaciones de sus actores no profesionales que Campusano sistemáticamente elige porque no desea contar con actores famosos, sino con personas comunes y corrientes de la vida real. Sin ir más lejos, Wall Javier es hoy conocida como La Queen, una drag de Fuerte Apache que aquí es simplemente un adolescente gay afeminado. El resto del elenco también está formado por actores no profesionales. Y si bien los distintos tipos físicos se ajustan a sus personajes, sus diálogos están recitados teatralmente, o ensayados, por eso no suenan espontáneos. Muchas veces, el lenguaje corporal también se nota forzado.

Y aunque hay algunos matices inesperados en los personajes, en general no hay ningún tipo de sutilezas en sus conductas y sus circunstancias. Es obvio que a Campusano no le interesa lo sutil y eso no tiene nada de malo porque no todo siempre tiene que estar expresado sutilmente. Muchas veces el trazo grueso puede ser un deliberado recurso expresivo, un poco artificial y hasta melodramático, que no está fuera de lugar. Pero otras veces, cuando sale sin querer e intenta ser realista (y la diferencia siempre se nota) entonces el trazo grueso tiene un efecto indeseable: se ve a los actores y no a sus personajes en conductas demasiado simplificadas, todas blancas o todas negras.

Aún con sus desaciertos, Hombres de piel dura es una rara avis en el cine nacional. Es osada, habita territorios poco visitados, es contundente y muy visceral. Formalmente, es un paso adelante en la estética del director. Sobre todo, es muy honesta emocionalmente. No faltan motivos para verla.

Hombres de piel dura (Argentina, 2019) Puntaje: 8

Escrita y dirigida por José Celestino Campusano. Con Wall Javier, Germán Tarantino, Claudio Medina, Juan Salmeri, Camila Diez, Sergio Sarria, Malena Majul Liuen, Mauro Altschuler, Pedro Meza, David Maldonado, Joel Maluenda, Reyna Vivas. Fotografía: Eric Elizondo. Montaje: Horacio Florentín. Sonido: Alud Arte Sonor. Música: Claudio Miño. Duración: 90 minutos.