“Yo soy igual a cualquiera. Solo que mi vida fue un poco diferente. Es difícil elegir un momento para contarla. Porque al final de todo, lo único que queda es el recuerdo”, dice Cristiano (Aristides de Sousa), con su tristona voz en off, cuando aparece como protagonista (recién después de veinte minutos de comenzar el relato) de Arábia, la nueva película de los brasileños João Dumans y Affonso Uchoa, que narra la historia de un obrero extranjero que vive en la favela y trabaja en una fábrica de aluminio en Ouro Preto, Minas Gerais. Un trabajador descorazonado, como tantos otros, por la violencia y la pobreza del país, y que aún así sigue luchando por sobrevivir, sin chances de un futuro mejor.
Pero, al principio los directores nos hacen creer que estamos viendo otra película: una acerca de André (Murilo Caliari) un joven adolescente de bajos recursos que intenta vivir su día a día de la mejor manera posible. Este breve fragmento inicial también nos ofrece una mirada fugaz sobre otros brasileños en situaciones de vulnerabilidad – como una anciana enferma, postrada en su cama, quien ansía recuperarse luego de unos meses de internación en un hospital. Hasta que André descubre, por casualidad, un cuaderno con notas de Cristiano, un proyecto encargado por el grupo de teatro de la fábrica, que habla de su errática y sufrida historia de vida. Que es también una vida trunca antes de tiempo porque Cristiano muere (¿en un accidente?) en la fábrica, ni bien comienza Arábia.
Tal como lo señalaron los realizadores, la película es una especie de resumen de muchas vidas anónimas que pendulan entre la marginalidad y el trabajo, un retrato social y económico del Brasil de los últimos diez años. Porque para João Dumans y Affonso Uchoa, los verdaderos héroes de epopeyas y tragedias de nuestro tiempo son las figuras anónimas como Cristiano. Son ellos los que llevan la historia de un país entero en el cuerpo.
Así, Arábia nos sumerge en una zigzagueante road movie sin destino, en la que Cristiano pasa de un trabajo a otro, todos muy mal pagos, e incluso no pocas veces es estafado. Sin tiempo para deprimirse, nuestro héroe transita su derrotero con mucha melancolía, pocos momentos de felicidad, y la carga de la pérdida de un amor. Los fragmentos de recuerdos evocados a través de la escritura, una cadenciosa voz en off y una serie de clásicos de música folklórica, articulan un relato humanista que deviene meditación existencial.
A diferencia de tantas otras películas similares, Arábia no apuesta a la observación y la descripción como fines en sí mismos, sino que las utiliza para construir pequeños núcleos argumentales que marcan ligeros altos y bajos en la narrativa, aún dentro de su minimalismo. De lo pequeño y lo no extraordinario, los directores hacen un terreno fértil para ahondar en los deseos insatisfechos, las angustias y la nostalgia de un hombre común y corriente que ya hace tiempo se está cansando de su vida tan poco gratificante.
Sin embargo, el tono del relato nunca es depresivo. También se celebra la posibilidad del amor, que para Cristiano es Ana, una joven y atractiva mujer que conoce en uno de sus tantos trabajos. Es alguien que lo hace sentirse más vivo, en un oasis de felicidad. Y en los momentos en los que los trabajadores se juntan para cantar, Cristiano encuentra sosiego y bienestar, aunque sea efímero. Porque los afectos y la compañía de los otros pueden hacer una diferencia dentro de un panorama hostil. Claro que los otros también pueden irse, muchas veces las personas se abandonan. Y otras veces, se mueren. Así es la vida de Cristiano.
Bellamente fotografiada, Arábia tiene una impronta de ensoñación, sus imágenes son poéticas y seductoras. A la vez, tiene una mirada documental que nos ata a todo lo más físico. Tiene sentido: son los mundos de la realidad vistos desde la óptica embellecedora de los recuerdos. Y son conmovedores.
Arábia (Brasil, 2017). Puntaje: 8
Guión y dirección: Affonso Uchôa y João Dumans. Elenco: Aristides de Sousa, Murilo Caliari, Gláucia Vandeveld, Renata Cabral y Renan Rovida. Fotografía: Leonardo Feliciano. Música: Francisco César. Edición: Rodrigo Lima y Luiz Pretti. Distribuidora: Cinetren. Duración: 97 minutos. Apta para mayores de 13 años. Salas: 4 (Cosmos UBA, Hugo del Carril de Córdoba, Cine Universidad de Mendoza y Del Centro de Rosario).