Esto no es un golpe, de Sergio Wolf

Después de siete años de dictadura militar, el radical Raúl Alfonsín ganó las elecciones de 1983 e inauguró un muy ansiado y merecido período de democracia que iba a durar hasta el día de hoy. Su gobierno llevó a cabo el histórico Juicio a las Juntas Militares en 1985 y, a su vez, buscó sancionar una ley que acotara la responsabilidad de aquellos militares que, en la línea de la cadena de mandos, se habían limitado a cumplir órdenes de jerarquías superiores. Eventualmente, esta ley se llamaría Ley de Obediencia Debida.

Mientras tanto, las denuncias por violación de derechos humanos se multiplicaban en juzgados y fiscalías. Es entonces cuando el oficial del Ejército Barreiro, acusado por delitos vinculados al terrorismo de Estado, es arrestado por negarse a dar testimonio ante la Cámara Federal de Córdoba. Inesperadamente (o no tanto) este hecho tuvo una fuerte repercusión en unas cuantas unidades militares del país que exigían una amnistía generalizada – incluso cuando cuatro meses atrás se había sancionado la Ley de Punto Final, que ponía un plazo final para abrir nuevas causas. Así comenzó la rebelión de los “Militares Carapintadas” acuartelados en Campo de Mayo y liderados por el teniente coronel Aldo Rico en la Semana Santa de 1987.

La respuesta no se hizo esperar: una gran movilización popular, representantes de todos los partidos políticos y también los sindicalistas apoyaron férreamente a Alfonsín y exigieron a los militares sublevados que se rindiesen. Este conflicto recién se iba a resolver el domingo de Pascua, cuando Alfonsín se reunió con Aldo Rico y los Militares Carapintadas en Campo de Mayo. La reunión fue breve y, a posteriori, el presidente regresó a la Casa Rosada y dirigió un mensaje al pueblo reunido en Plaza de Mayo, diciendo que habló con los militares sublevados “–muchos de ellos héroes de Malvinas-“, que habían depuesto su actitud, y le deseó al pueblo: “Felices Pascuas, la casa está en orden” y que «no hay derramamiento de sangre en la Argentina».

Esas son las frases que todos recuerdan, muchos con un sabor amargo, ya que poco tiempo después fue sancionada la Ley de Obediencia Debida y fue inevitable preguntarse si, efectivamente, esa ley fue el resultado de una negociación secreta entre Alfonsín y Rico para evitar, entre otras cosas, que los Carapintadas atacaran a la población civil. Otras preguntas también quedaron dando vueltas. ¿Por qué Alfonsín nunca reveló todos los detalles de aquella reunión? ¿La democracia estaba tan amenazada? ¿Qué fue lo que pasó realmente?

Esto no es un golpe, el nuevo y exhaustivo documental escrito y dirigido por Sergio Wolf (Yo no sé qué me han hecho tus ojos, El color que cayó del cielo, Viviré con tu recuerdo) tiene la estructura de un thriller (político, si se quiere) y, como tal, toma los interrogantes anteriores como puntos de partidas para, a su vez, formular otras preguntas que puedan trazar un camino – zigzagueante, a veces; bien lineal, otras veces – que pueda dar cuenta de posibles contenidos secretos de esa reunión tan importante para la democracia argentina entre Alfonsín y los Carapintadas.

De por sí, si fuera eso solo, la tarea sería ardua, sin duda. Pero Wolf va más allá y no se preocupa solo por esa reunión, sino también por construir un mapa de situación, general y detallado a la vez, del que numerosos actores de la vida política argentina entran y salen, como si fueran personajes de una ficción, cada uno dando su punto de vista único y singular. Y aquí el escenario pronto se revela con no pocas contradicciones, con cosas a medio decir, con silencios. Es muchísimo material el que hay que organizar y otros guionistas/directores sin la experiencia y la claridad expositiva de Wolf habrían tornado un panorama complejo con zonas de confusión en un escenario completamente anárquico. En cambio, si alguna vez Esto no es un golpe es laberíntico, lo es en el mejor sentido de la palabra: como lo son los thrillers que dan vueltas y vueltas hasta que se resuelve el enigma. Lo que no necesariamente significa que todo quede a la luz.

Wolf recurre a cuantioso y muy valioso material de archivo – fragmentos de entrevistas y coberturas televisivas, fotografías elocuentes, transmisiones de radios, recortes y tapas de periódicos – y también realiza entrevistas actuales a protagonistas claves del conflicto, tanto a aquellos que pertenecían al gobierno como a militares Carapintadas. Entonces, aparecen los rostros y las voces de Carlos Becerra, Horacio Jaunarena, Leopoldo Moreau, José Ignacio López, Jesús Rodríguez, el juez federal Alberto Piotti, entre tantos otros. Por otra parte, está nada menos que Aldo Rico y algunos de los Carapintadas más allegados a él. Siendo Wolf un excelente entrevistador, los fragmentos de la entrevista a Rico no tienen desperdicio. Hábilmente, Wolf logra que el teniente coronel muestre sus aspectos más reprochables. Pero también dice unas cuantas cosas que uno supone que son verdaderas, a pesar de que otros las nieguen.

Otro mérito no menor es la afinadísima fotografía de Inés Duacastella y Fernando Lockett. Los interiores y exteriores de la Casa Rosada y Campo de Mayo – entre otros espacios importantes dramáticamente – son capturados y representados con una austera pero seductora geometría, con composiciones fuertes y equilibradas que expresan muy bien la tensión de los conflictos que allí transcurrieron. Se podría decir que, en términos formales (y esto incluye al guión), Esto no es un golpe es el mejor documental de los tres documentales de Sergio Wolf.

Claro que por cuestiones afectivas, es probable que uno siempre recuerde el encanto y la melancolía de Yo no sé qué me han hecho tus ojos, que si bien tiene algunos puntos en común – fundamentalmente, la curiosidad por la ausencia y lo que no se dijo o no se vio – también es muy diferente a este último opus. Lo que muestra a un director con identidad propia y admirable versatilidad.

Esto no es un golpe (Argentina, 2018). Puntaje: 8

Escrita y dirigida por Sergio Wolf. Con Horacio Jaunarena, Aldo Rico, Julio Hang, José Luis Vila, Leopoldo Moreau, Adela Bigatti, entre otros. Fotografía: Inés Duacastella. Música: Gabriel Chwojnik. Montaje: Lautaro Colace. Sonido: Francisco Pedemonte. Duración: 120 minutos.