Acusada, de Gonzalo Tobal

Estrenada en la competencia oficial del Festival de Venecia y recientemente en forma comercial en Argentina, Acusada, la nueva película de Gonzalo Tobal, es radicalmente diferente a Villegas, un intimista estudio de personajes hecho en el terreno del cine independiente. Porque su segunda película, una producción industrial de estudio es, en primera instancia, un thriller. Pero a medida que la trama se va desplegando aparece otro género: el drama familiar. Algo que si bien no es original (muchos thrillers suelen utilizarse como esqueletos para hablar de otras cosas, más allá del crimen en cuestión) lo cierto es que aquí los géneros están bien entrelazados. Ése es un primer mérito y hay otros – algunas interpretaciones se sienten muy genuinas, el trabajo de fotografía y cámara es prolijo y preciso – pero, para mal, Acusada no llega a satisfacer las expectativas que el propio relato genera. Es que sus fallas son tan visibles como sus aciertos. Aún así, eso claramente no fue un factor que impidiera el gran éxito de público que ha tenido desde su estreno local.

Dolores (Lali Espósito) tiene 21 años y está acusada de haber asesinado a cuchilladas a su mejor amiga hace dos años, al final de una fiesta con excesos varios. El motivo: Dolores fue filmada teniendo sexo y el video se viralizó de inmediato (presumiblemente gracias a su mejor amiga). Y eso que Dolores le había advertido que si el video lo veía alguien más, ella la iba a matar. Dicho y hecho. O no.

Los padres de Dolores, Luis (Leonardo Sbaraglia) y Betina (Inés Estévez), tienen un solo objetivo: que su hija no termine encerrada en prisión. No les importa si es culpable o no. A veces parece que le creen, otras veces que no. En cuanto a sus amigas, la más importante es Flo (Martina Campos) en quien Dolores confía ciegamente. O, al menos, eso parece. Y hay un tal Lucas (Lautaro Rodríguez), un amigovio de Dolores que ya casi parece ser un miembro más de la familia. Finalmente, Daniel Fanego es el abogado defensor y Gerardo Romano es el fiscal. Y hay una pequeña participación de Gael García Bernal como conductor de un programa televisivo de entrevistas.

Como el foco de la narrativa está en el drama familiar, por un lado, y en el detrás de escenas de un juicio, por el otro lado, es evidente que a Tobal no le interesa tanto el crimen en sí mismo y, menos aún, la investigación policial. Es una elección legítima. Pero aún estando en segundo lugar, lo que hace a la investigación y a las escenas de juicio necesitan ser relativamente interesantes y tener un desarrollo con un suspenso y una tensión palpable, aunque no sean el centro neurálgico de la película. Y eso no ocurre. Es que esta parte de la trama es chata, está apenas bosquejada, no tiene espesor. No hay giros inesperados que, de verdad, sorprendan. No hay vericuetos ni dobleces. Hasta parece que no es un juicio con personas de carne y hueso, sino una imitación impersonal de escenas similares de tantos otros thrillers que sí son efectivos.

Lo que sí funciona mejor es el detrás de escenas del juicio. Aquí se exponen, con una mirada crítica y lúcida, las imperfecciones y arbitrariedades del sistema judicial, el peso de los intereses personales de las partes involucradas, los ensayos de los testimonios, la naturaleza chupasangre de los medios que explotan el caso, y el poco interés por descubrir la verdad ya que, en realidad, lo que se busca es la verdad que más convenga. Queda muy claro, entonces, que un juicio es como un juego que gana el más hábil, haciendo trampa o no. Claro que ninguna de estas nociones tiene nada de original. Muchas, demasiadas, películas han mostrado lo mismo.

También el drama de la familia, más que nada el de los padres superados por circunstancias que presagian el peor de los infiernos, está desarrollado de un modo verosímil y cercano. No hay nada impostado ni nada que haga ruido. Tranquilamente uno se puede imaginar que muchos padres reaccionarían como lo hacen los padres de Dolores, a veces son razón y otras veces no. Particularmente, las interpretaciones de Inés Estévez y Leonardo Sbaraglia son sobresalientes. A punto tal que uno se preocupa más por ellos que por la propia acusada.

Es que el personaje de la acusada es todo un gran desafío. Dolores tiene que ser un personaje opaco, que no sea fácil de descifrar, misterioso. Por eso, el director y la actriz optaron por darle a la interpretación de Dolores una buena cuota de inexpresividad. Como si fuera pura superficie, totalmente impenetrable. En unas cuantas escenas, Lali Espósito logra el equilibrio entre la inexpresividad y el control absoluto con la procesión que va por dentro. Se la ve en tensión, encarnando a alguien que esconde algo en lo más profundo de su ser. Pero, en muchas otras escenas, la actriz es inexpresiva y transmite poco y nada de lo que le va pasando. Está inerte. Aquí es cuando, otra vez, Acusada hace agua.

Todo un tema aparte es la metáfora construida a partir del puma suelto en Vicente López, una fiera que pone en peligro a todos, pero que nadie vio con certeza (de hecho, esto realmente ocurrió en Buenos Aires). Solo digamos que si bien no le hace daño a la película, es demasiado obvia. Más que nada, es innecesaria.

Acusada (Argentina, 2018). Puntaje: 5

Dirigida por Gonzalo Tobal. Escrita por Ulises Porra, Gonzalo Tobal. Con Lali Espósito, Leonardo Sbaraglia, Inés Estévez, Daniel Fanego, Gerardo Romano, Gael García Bernal. Fotografía: Fernando Lockett. Música: Rogelio Sosa. Montaje: Alejandro Carrillo Penovi. Sonido: Guido Berenblum. Duración: 113 minutos.