El director que debutara en el largometraje con Sábado, allá por 2001, y que traspusiera Los suicidas, el gran texto de Antonio Di Benedeto en 2005, regresa con una bienvenida comedia clásica, que cuenta con un elenco compacto y que nos habla del paso del tiempo, de los vínculos fundantes y de poderosos escenarios ligados a los recuerdos de infancia.
Si bien tu film no es autobiográfico en la trama, dijiste que venías haciéndolo desde que eras chico. Hay un registro documental cuando vemos el edificio, las playas que frecuentabas ¿Es el territorio el disparador de Las Vegas? Pienso en la París-Texas de Wenders-Shepard, donde primero está el paisaje y después la historia…
Yo siento que es así. Es una película sobre un espacio concreto, sobre un paisaje, sobre un lugar que en mi caso está atravesado por sentimientos, recuerdos y olvidos. Nunca pude construir una trama antes que los personajes o el contexto. La trama, en mi caso, nace de algo previo. Puede ser una idea, un personaje, una circunstancia. En el caso de Las Vegas, es una ciudad con ciertas particularidades (Villa Gesell) y, más específicamente, un edificio.
Creo que hacer buenas comedias es un desafío. Hay que imprimirle un ritmo que tiene que mantenerse. ¿Trabajaste con algún modelo, o a qué películas del género recurriste a la hora de buscar paradigmas estéticos, de puesta, de dirección de actores?
No trabajé con un modelo específico, pero en mi cabeza tenía presente la tradición de la comedia americana clásica. Nombro algunas preguntas que admiro mucho (mezclo títulos originales con títulos en español), pero hay muchas más: The Awful Truth, La adorable revoltosa, Ayuno de amor, Ninotchka, Holiday (Cukor). Pero al mismo tiempo siento que no es aconsejable copiar procedimientos. Sentía que era mejor dejarme llevar por lo que yo había adquirido como gusto por esas películas, y traducir esa influencia a mi propia sensibilidad. Y si vengo más acá en el tiempo, las comedias de Bogdanovich son una referencia. En este caso, siento una identificación casi espiritual con su cine. Algo que me pasa también con Truffaut (otro gran director de comedias, aunque no se lo ha reconocido tanto allí – Domicilio Conyugal, Besos Robados) y Ford (otro cineasta en el que la comedia está rondando casi siempre, aún en las tragedias). Y el gran autor de comedias del cine europeo, que para mí es García Berlanga. Y de los contemporáneos, me gustan Apatow, Baumbach y los Farrelly. Pero en ningún caso traté de emularlos y copiar algún elemento puntual de puesta en escena. Dejé que las influencias fluyan.
¿Sobre qué elementos te apoyaste para lograr esa frescura, esa sensación de “sin artificio” y no perder el tono de comedia? ¿Y que aportaron los actores para afianzar esa atmósfera?
Yo tengo una obsesión por la naturalidad en los diálogos. Presto mucha atención a las pausas, a las modulaciones del habla, a que un texto no suene falso, que el diálogo tenga una lógica, aun cuando se caiga en el absurdo y el sinsentido. Y al mismo tiempo soy consciente de que se está en un nivel de artificio, porque hay un mundo que se construye que tiene una propia lógica y no es la de la realidad. Lo más difícil es sostener ese equilibrio entre “naturalidad” y “artificio”. Creo que hubo algo que ayudó mucho. Santiago Gobernori, Pilar Gamboa y Camila Fabbri, además de excelentes actores, son dramaturgos y directores. Tienen un nivel de autoconciencia de sus herramientas que les permite proponer con mucha sensatez y creatividad. Eso fue fundamental.
¿Hay en estos personajes de Las Vegas trazos que reconozcas en los personajes de tus otras películas?
Repasando, descubro algunas constantes. Muchos de mis personajes, a pesar de hablar mucho, tienen dificultades para decir lo que les pasa, para expresar sus sentimientos. Incluso el personaje de Pilar, que parece una mujer muy expansiva, tiene una dificultad ahí, ya que recurre enseguida al grito o a la violencia. Tal vez la diferencia en esta película es que todos finalmente logran desbloquear algo de eso. La felicidad que tal vez trasmita la película, cierto optimismo, tal vez tenga que ver con eso.
¿Sentís deseo de seguir indagando en el género?
Sí, completamente. Además de ser un género que me gusta mucho, se disfruta mucho al hacer una comedia. La felicidad de la trama se trasmite al propio equipo de trabajo.