Custodia compartida, de Xavier Legrand

Ganadora de los premios a Mejor Dirección y Mejor Opera Prima en el Festival de Venecia, Custodia compartida es un drama francés de esos que no se olvidan. Quizás por las inmejorables actuaciones por parte de todo el elenco. Quizás por la minuciosidad con la que se trata un tema tan complejo. O quizás porque todo es tan verosímil. Sea por los motivos que fuere, la ópera prima de Xavier Legrand no va a dejar a nadie indiferente. Eso, seguro.

La historia comienza con una decisiva audiencia por la custodia de Julien (Thomas Gioria), el hijo de 12 años de una pareja divorciada formada por Miriam (Léa Drucker) y Antoine (Denis Ménochet). Tanto la madre como el hijo no quieren ni ver a Antoine, pero según la ley, en principio, él sí tiene derecho a verlos. También tienen una hija, Joséphine (Mathilde Auneveux), quien está a punto de cumplir 18 años, pronto será mayor de edad y podrá decidir por su cuenta. Dicho sea de paso, ella tampoco quiere ver a su padre. Lo que se discute ahora es solamente la custodia del niño.

Los abogados de ambas partes presentan sus argumentos de una manera convincente y razonable, por lo que pareciera que ambos tienen algo de razón. Según la madre, la custodia solamente debería quedar para ella, mientras que según el padre debería ser compartida. Hay motivos varios que indican que el padre no debería ver a sus hijos por un buen tiempo, pero no hay suficientes pruebas que los respalden. También hay razones para creer que la madre podría estar mintiendo y victimizándose, pero no se puede saber a ciencia cierta. Por eso, la jueza se enfrenta a una decisión que de fácil no tiene nada. ¿Antoine es sincero cuando dice que quiere ser un buen padre y quiere estar cerca de su hijo o acaso es un manipulador abusivo, tal como lo describe su esposa?

Es mejor no saber más nada de la trama. Porque gran parte del impacto emocional de Custodia compartida tiene que ver con no saber qué va a pasar. O cuando ya se intuye algo, al menos no se sabe cómo va a pasar. Porque la idea es estar en la piel de los personajes, que ignoran cómo se van a desarrollar acontecimientos decisivos que pueden cambiar sus vidas para siempre. Y si los ignoran, no saben cómo prepararse para enfrentarlos. Más vulnerables, imposible.

Y si bien éste es un drama, también por esa cuota de suspenso y de tensión se lo puede pensar como un thriller, en un contexto de violencia doméstica. Incluso sobre el final se parece a una película de terror. Como en toda pieza de cámara, la mirada del director es cercana, inmediata, y observa con atención no solamente los detalles del cuadro, sino la escena en su totalidad. Muchas veces los planos son largos en su duración, y en esos largos segundos extras el paso del tiempo se torna intolerable. Porque la sensación casi tangible de estar sentado sobre una bomba de tiempo está presente desde que comienza la película. Y no desaparece casi nunca. Por eso todo es más angustiante.

Ya de por sí, la trama es muy orgánica. Todo lo que pasa tiene su lógica y todo es creíble, no hay situaciones forzadas, y si bien hay ciertos lugares comunes, no por eso son menos verdaderos. Y los personajes se van construyendo con mucha habilidad, de a poco, sin subrayados y con pinceladas muy elocuentes.

Como crónica de la lucha por la custodia de un hijo, Custodia compartida nunca es condescendiente. Como drama intimista, es implacable. Como experiencia cinematográfica, es muy movilizante. Sobre todo en la segunda mitad, cuando los acontecimientos comienzan a precipitarse hacia un final que es pura tensión.

Custodia compartida (Jusqu’à la garde, Francia, 2017). Puntaje: 9

Escrita y dirigida por Xavier Legrand. Con Denis Menochet, Léa Drucker, Thomas Gioria, Mathilde Auneveux, Coralie Russier. Fotografía: Nathalie Durand. Montaje: Yorgos Lamprinos. Duración: 93 minutos.