Yo soy Simón, de Greg Berlanti

Basada en la novela Simon vs. the Homo Sapiens Agenda, Yo soy Simón cuenta la historia de Simón Spier (Nick Robinson), un adolescente cursando el último año de la secundaria que tiene no solo muy buenos amigos, sino también una familia que lo quiere mucho. Y tiene un secreto: es gay. Pero no se siente traumado, ni con culpa, ni lo vive como una condena. Simplemente está un poco inseguro, no sabe muy bien cómo hacer para salir del closet, y aparte todavía no se enamoró de nadie.

Hasta que un día descubre un post anónimo online de un tal Blue, otro chico que tampoco salió del closet. Sin verse ni siquiera por fotos, los dos chicos empiezan a escribirse, se cuentan cómo se sienten, hablan de todo un poco, y así se van conociendo. Pero no en un muy buen momento. Porque, por motivos que no conviene explicar ahora, resulta que el secreto de Simon podría ser descubierto en cualquier momento. Algo va a tener que hacer.

Antes que nada, Yo soy Simón es una feel good movie. Es decir, una película que busca que el público se sienta bien y salga del cine con una sonrisa. Lo que no tiene nada de malo. Y no es una feel good movie porque no tenga conflictos, ya que sí los tiene. Sino porque el camino a la resolución de esos conflictos es, dentro de todo, un camino no muy arduo. No hay mucho dolor, pero sí más de un mal momento. No es facilista, pero tampoco compleja. Justamente porque la dramaturgia es bastante llana no es difícil imaginarse cómo va a terminar la historia. Eso, en sí mismo, tampoco tiene nada de malo. Al fin y al cabo, es una elección del autor quien claramente tiene una mirada amorosa sobre la historia que narra. Y eso se agradece.

Claro que una dramaturgia menos lineal y más imaginativa hubiera construido una mejor película. O, mejor dicho, una película más emocionante. Porque emotiva es, pero no apasionante. Con calidez y empatía, las escenas más intimistas, los diálogos más inteligentes y los momentos más ocurrentes apuntan directo a los sentimientos. Y aciertan. Ya que aparte de ser una feel good movie, Yo soy Simón también es una típica comedia – romántica y cómica – con adolescentes de secundaria. Por momentos se siente como un capítulo largo de la serie Glee, pero sin los números musicales; aunque Glee es deliberadamente estereotipada, mientras que Yo soy Simón no es tan así.

Lo que sí es singular es que, en vez de transitar una vez más la historia del chico gay al que le hacen bullying y que sufre todo el tiempo, Yo soy Simón elige narrar una salida no traumática del closet. Y hasta lo hace con aspectos cómicos y gratificantes. Hay algunos momentos angustiantes, y mucha presión. No es un cuento de hadas. Es, en cambio, un relato realista de la experiencia de asumir una identidad sexual de una manera más amable en un entorno que no es hostil. Y eso también pasa en la vida real, sobre todo en época de millennials, que suelen ser bastante libres con sus identidades y orientaciones sexuales. Por eso, ésta no es una película que niegue que aún existe homofobia (de hecho, algo de eso hay en la película) sino que simplemente no es ése el tema central aquí.

Cualquiera que haya vivido una experiencia como la de Simón se va a sentir identificado. Desde la emoción de descubrir que hay Otro como uno, pasando por la alegría de poder entablar un contacto, hasta finalmente quizás enamorarse, todo es muy verosímil. Incluso el cuestionarse la propia identidad cuando casi ninguna otra persona la está cuestionando es muy real. Porque, al fin y al cabo, en este caso se trata de animarse a ser diferente a la vez que se sigue siendo uno mismo. Lo que no es poco. Nos pasa a todos, gays o no gays.

Yo soy Simón (Love, Simon, EEUU, 2018). Puntaje: 7

Dirigida por Greg Berlanti. Escrita por Elizabeth Berger e Isaac Aptaker, basada en la novela de Becky Albertalli. Con Nick Robinson, Josh Duhamel, Jennifer Garner, Tony Hale, Katherine Langford, Alexandra Shipp. Guión: Fotografía: John Guleserian. Música: Rob Simonsen. Montaje: Harry Jierjian. Duración: 110 minutos.