Las horas más oscuras, de Joe Wright

Nominada a seis Oscars, incluyendo Mejor Película y Mejor Actor, Las horas más oscuras transcurre durante las críticas semanas de mayo de 1940 cuando los alemanes invaden Bélgica y Francia y empujan a las tropas británicas a una playa en la costa francesa de Dunkirk. En el Reino Unido, Winston Churchill ha reemplazado a Neville Chamberlain como Primer Ministro y se enfrenta a una decisión que no tiene nada de fácil: ¿es conveniente negociar con Hitler para conseguir un período de paz incierta y evitar una masacre o es mejor enfrentarlo y arriesgarse a ser derrotados y perderlo todo?

Como ha mostrado la historia, la opción acertada fue la de luchar contra los alemanes, a pesar de la poca confianza que la mayoría de los británicos habían depositado en Churchill, un personaje que no era particularmente querido por muchos de sus colegas del Partido Conservador e incluso por el mismo Rey Jorge VI. Con esta anécdota como centro, el director Joe Wright (Deseo, expiación y pecado, Orgullo y prejuicio, Anna Karenina, Hanna) construye una biopic clásica en su narrativa, convencional en cada uno de sus recursos cinematográficos, accesible en su discurso y sin voluntad de revelar casi nada que ya no se sabía de antes.

Sin embargo, no por eso es desdeñable. Sobre todo, no tiene ninguno de los vicios que las biopics de estas características suelen tener. Porque Las horas más oscuras no es una película anquilosada, solemne, tediosa, ni siquiera es meramente informativa. Se trata más de trazar un retrato relativamente matizado de una figura famosa que acá se revela irascible pero comprensiva, inclaudicable pero no necia, sabia en su terquedad, y no poco proclive a la bebida a toda hora. Y esta figura se presenta, también, con un atractivo sentido del humor que disuelve toda innecesaria gravedad, otro rasgo indeseable en tantas biopics históricas.

Lo que sí es sobresaliente es la interpretación del gran Gary Oldman como Winston Churchill. A tono con la propuesta general de la película, Oldman opta por un registro que expresa los más mínimos gestos, la voz, y el lenguaje corporal general del Primer Ministro de forma mimética. Busca y consigue hacer que cada detalles se vea como en el original, con una precisión asombrosa. Claro que el muy convincente maquillaje ayuda y mucho, pero es el actor el que hace que Churchill vuelva a vivir.

Hay quienes prefieren que la interpretación de figuras famosas tenga algo de creatividad inesperada por parte del actor, que exprese su esencia pero que no necesariamente emule su forma al dedillo. Que sea quien dice ser, pero no pareciéndose tanto. Sin duda, es otra posibilidad, pero no necesariamente una es mejor que la otra. Ambas apuntan a objetivos diferentes y ambas merecen películas distintas. Para Las horas más oscuras, este Gary Oldman es el mejor posible.

Kristin Scott Thomas (siempre impecable), como la esposa de Churchill, es una presencia imprescindible para añadir otras capas al retrato pero también tiene su propio peso y le da un sesgo intimista y hasta doméstico al escenario general – hay otra mujer, una secretaria, que también juega un rol importante en la historia.

Como punto muy en contra, hay una escena en un vagón de subterráneo, sobre el final de la película, cuando Churchill habla con el pueblo antes de tomar la gran decisión de su vida. Tan risible como populista y demagógica, esta escena baja la tensión dramática y la verosimilitud hasta niveles insospechados. Hasta parece ser parte de otra película.

Pero Las horas más oscuras se recupera rápidamente de este traspié y cumple, al menos en gran parte, con su propuesta. No será una gran película, pero se puede ver sin ningún problema y hasta tiene un par de escenas que son dignas de atención. Y está Gary Oldman.

Las horas más oscuras (Darkest Hour, EEUU, Reino Unido, 2017). Puntaje: 7

Dirigida por Joe Wright. Escrita por Anthony McCarten. Con Gary Oldman, Kristin Scott Thomas, Ben Mendelsohn , Lily James, Ronald Pickup, Stephen Dillane. Fotografía: Bruno Delbonnel. Música: Dario Marianelli. Montaje: Valerio Bonelli. Duración: 125 minutos.