Juan (Luciano Cáceres) e Ismael (Pablo Pinto) son grandes amigos desde hace ya un buen tiempo y trabajan juntos en un corralón en Moreno. Montados en el camión, distribuyen pedidos de cemento, arena y ladrillos en distintas obras en construcción del conurbano bonaerense. Juan maneja el camión e Ismael lo carga. Cumplen con su trabajo al pie de la letra, pero no lo disfrutan ni un poquito. Están con ganas de hacer otra cosa, en otro lugar, y ganar buena plata. Pero por más que lo sueñen, lo que tienen es lo que hay.
Cuando no están trabajando, salen juntos por ahí a despejarse un poco, a tomar algo – o mucho, en el caso de Juan – y, básicamente, a matar el tiempo sin mayores pretensiones que escapar a la agotadora rutina cotidiana. Pero hasta estas salidas terminan siendo todas iguales.
Hasta que un día en una de esas idas para llevar materiales conocen a un matrimonio de ricos. Ella es, previsiblemente, rubia, y él es agresivo y petulante – a decir verdad, ella también. Son el tipo de personas que no dudan en insultar y humillar a los demás si es que las cosas no se hacen exactamente como ellos quieren. O si hay errores. Y eso mismo hacen con Juan e Ismael: bullying verbal, por así decirlo. Mejor no lo hubieran hecho nunca.
Porque Juan no se va a quedar parado mirando. Quizás por primera vez va a liberar toda su furia contenida y va a vengarse de estos dos ricachones de un modo tan inusual como cruel. Y no va a haber arrepentimiento que valga.
Corralón está escrita, fotografiada y dirigida por Eduardo Pinto (Palermo Hollywood, Buen día, día, Caño dorado) y es una película formalmente sólida y estéticamente expresiva. Filmada en blanco y negro, con un apropiado uso de planos secuencia y lentes gran angulares, sabe capturar muy bien el pulso y las texturas de un territorio agreste, marginal. Calles de tierra, bares medio desvencijados, lugares de paso decaídos, todo forma un contexto que condiciona a sus personajes, casi siempre para mal.
No es un terreno que el cine indie argentino retrate con frecuencia, pero Pinto parece conocerlo muy bien y de ahí resulta que la impresión general sea de una autenticidad inmediata. Por eso, sin duda, funcionan bien los climas opresivos y tensos que se construyen en distintos momentos de la historia. Porque nunca se sienten impostados.
A la inversa, el potencial dramático de la historia no está del todo aprovechado. En tanto historia singular de estos dos personajes, faltan dobleces y matices. Si bien Juan es un personaje que se hace más oscuro e insondable a medida que avance el relato, Ismael es un personaje chato, sin mucho para hacer más que acompañar. Por otro lado, el plan de venganza de Juan se demora mucho, y cuando después empieza a ejecutarse resulta que se queda un poco corto. Todo ameritaba para que Juan fuese más sanguinario, más extremista, en cada uno y todos los pasos de la venganza. Tal como está, solo el final es sórdido.
Es como si Corralón amenazase con calentar la pava al máximo, pero después va bajando el fuego una y otra vez y finalmente tira toda el agua hirviendo, pero muy de golpe y casi sin mostrar las heridas de quien se quema.
Corralón (Argentina, 2017). Puntaje: 6
Dirigida, escrita y fotografiada por Eduardo Pinto. Con Luciano Cáceres, Pablo Pinto, Joaquín Berthold, Brenda Gandini, Carlos Portaluppi, Nai Awada, Gaby Valenti, Oscar Luna, Gastón Biagioni. Música: Axel krygier. Montaje: Joaquín Mustafá Torres, Leo Rosales. Duración: 97 minutos.