50 primaveras, de Blandine Lenoir

Aurore (Agnès Jaoui) tiene miedo de quedarse sola, pobre y vieja. Es que cumplió 50 años y las circunstancias que acompañan a la nueva década no son poco significativas: se separó hace no mucho tiempo, la llegada de la menopausia la tiene a mal traer, tiene un nuevo jefe que la vuelve loca en el restó donde trabaja como mesera, Marina (Sarah Suco), su hija más grande, está embarazada y eso significa que Aurore ya pronto será abuela, y Lucie (Lou Roy-Lecollinet), su hija más chica, pronto se va a ir a vivir a Barcelona con su novio. Aunque nada de esto sea un desastre ni mucho menos, claramente no estaba en sus planes.

Pero hay, al menos, dos cosas positivas en su vida. Tiene una mejor amiga, Mano (Pascale Arbillot), con quien comparte sus inseguridades y también no pocos buenos momentos. Por otro lado, está la aparición accidental después de muchos años de su primer amor, Totoche (Thibault de Montalembert) y ahí nace la ilusión de un nuevo romance. Claro que esto último está por verse. Por ahora es apenas una fantasía.

No es ninguna novedad que la actriz y directora Agnès Jaoui es una artista de considerable talento. Como directora (El gusto de los otros, Como una imagen) es sagaz, lúcida y de mirada profunda. Como intérprete es natural y convincente, inteligente y espontánea. Por eso, entre otras cosas, hay algo de indudable honestidad en su Aurore, que si bien es un personaje querible y verosímil, no está lleno de matices o hallazgos. Lo mismo, en mayor o menor medida, puede decirse de la película. Sin embargo, Jaoui va más allá de lo que marca el guión, encuentra modos de introducir aristas que lo enriquecen y le da a la película la chance de brillar más de lo que brillaría con una actriz no tan talentosa. Jaoui, una vez más, se luce.

Particularmente, la historia de reencuentro con su gran amor está desarrollada con inteligencia y tanta levedad como afectividad. Es levedad de la buena, ésa que evita la voluntad de una innecesaria trascendencia que podría terminar siendo solemne. O peor aún, artificial. Es una historia con la que uno puede empatizar y hasta quizás identificarse. Porque, aparte, el resto de los actores tampoco da un paso en falso.

En cambio, en lo que respecta a los aspectos más ligados a la comedia, en general, y a las otras historias, el panorama es bastante más previsible y bien de fórmula. No se trata de que no funcione porque, dentro de su estilo, sí funciona. Es que 50 primaveras es una comedia que no pone en juego nada nuevo. Incluso todo el último acto tiene una serie de clichés que se ven venir a la legua. Lo que se dice una película que en inglés se denomina “safe”, con algo de “feel good”, o sea segura, sin riesgo, y con el claro objetivo de que el público se sienta bien. No hace falta aclarar que no tiene nada de malo hacer sentir bien a los espectadores. Solo que hay más modos ingeniosos y jugados. Incluso más disparatados. Sobre todo cuando el potencial no es menor.

50 primaveras (Aurore, Francia, 2017). Puntaje: 6

Dirigida por Blandine Lenoir. Escrita por Jean-Luc Gaget, Blandine Lenoir, Océane Michel. Con Agnès Jaoui, Thibault de Montalembert, Pascale Arbillot, Lou Roy-Lecollinet, Sarah Suco, Marlène Veyriras, Philippe Rebbot, Samir Guesmi, Laurie Bordesoules. Fotografía: Pierre Milon. Música: Bertrand Belin. Duración: 89 minutos.