El año pasado los realizadores búlgaros Kristina Grozeva y Petar Valchanov estrenaron La lección, en las pantallas argentinas. Una película excepcional, con una dramaturgia impecable, sin concesiones, y con una mirada moral tan justa como certera. En el póster se leía la siguiente frase: “¿Por qué una persona decente se convierte en un delincuente?”, y para dar cuenta de esta pregunta que tiene muchas respuestas posibles, La lección narra la historia de una maestra, una mujer común y corriente, que llega a límites insospechables a raíz de la angustia y la desesperación por pagar a tiempo una deuda que, sea como fuere, es impagable. No tiene el dinero, y aún después de múltiples intentos tampoco puede conseguirlo. Es entonces cuando decide tomar una decisión extrema, como lo haría casi cualquier persona en la misma situación.
Ahora, se estrena la nueva película de Grozeva y Valchanov, Un minuto de gloria (Slava), que tuvo un paso más que auspicioso por los festivales de Locarno, Gijón, Edimburgo y Transilvania, donde recibió numerosos y muy merecidos galardones. Y como La lección, Un minuto de gloria también es un doloroso y potente retrato de una sociedad donde la honestidad vale poco y nada, los negociados y la corrupción son moneda corriente, la manipulación por parte del gobierno y de los medios nunca es cuestionada, y los pobres héroes anónimos sufren la peor de las suertes, a propósito o por error. Eso poco importa.
En una zona rural de Bulgaria, Tsanko (Stefan Denolyubov) es un trabajador ferroviario encargado de inspeccionar las vías, un hombre honesto, casi un ermitaño, que tiene un salario insignificante con el que apenas llega a fin de mes. También tiene un grado importante de tartamudez, por lo que expresarse correctamente le resulta muy trabajoso (esto no es un dato menor, al menos no en el orden de lo metafórico).
Un día como cualquier otro Tsanko encuentra unos cuantos fajos de billetes desparramados sobre los rieles. Probablemente sea la cantidad de dinero más importante que vio en su vida. Pero Tsanko toma apenas algunos billetes y se los guarda, mientras que, sin pensarlo dos veces, lleva todo el resto a las autoridades. De más está decir que hace lo que prácticamente nadie haría. Pero, al fin y al cabo, es un hombre honesto de verdad. Aunque sus compañeros ferroviarios se burlen de él. Y los que no se burlan, lo ven con mala cara porque muchos hacen un dinero extra con la venta de combustible que roban.
A todo esto, en Sofía vive Julia (Margita Gosheva), una mujer de unos 40 años adicta al trabajo que dirige las relaciones públicas del corrupto Ministerio de Transportes. Y su situación actual no es de las mejores: tiene que enfrentar un gran escándalo relacionado con una compraventa de vagones y, por otro lado, hacer lo imposible por concebir un bebé con su marido, via fertilización asistida. Claro que le importa más solucionar el escándalo político que realmente involucrarse en ser madre. Solo un marido tan paciente y tan bueno como el que tiene puede aguantar tanto egoísmo y tanta frialdad.
Siendo Julia una manipuladora, no sorprende que el gesto tan decente de Tsanko le venga como anillo al dedo para distraer a la opinión pública. Ahora, en vez de un escándalo por corrupción, tienen a un trabajador honesto que va a ser reconocido y condecorado en un pequeño acto público, con las cámaras de los medios y todo el espectáculo. Sin embargo, las cosas no salen como fueron planeadas. Porque el regalo que le dan es un reloj digital nuevo y entonces, para que él salga en la foto con el reloj, Julia le pide que se saque el reloj que usa habitualmente, un Slava de origen ruso que fue un regalo de su padre ya fallecido.
El problema, el gran e insalvable problema, es que una vez terminado el acto Tsanko quiere que le devuelvan su reloj. No le interesa el reloj nuevo. Es el otro reloj el que es valioso. Pero nadie sabe dónde está. Quizás se perdió, quizás se cayó en algún lado, quizás se lo llevó alguien. Nadie sabe y a nadie le importa. Excepto a Tsanko. Le importa tanto que no va a tolerar ser ignorado. Cueste lo que cueste, él va a recuperar su reloj.
Un minuto de gloria es un drama austero – aún con sus momentos de comedia negra- y está filmada en un registro naturalista, al estilo de los hermanos Dardenne. Es decir, con una cámara en mano que sigue a los personajes a todos lados, muchas veces en largos planos secuencia, sin música incidental pero con un uso expresivo del sonido ambiente, en locación y no en estudio, con una paleta de colores tierra desaturados y algo lavados. También los exteriores y los ambientes van más allá de ser meramente funcionales ya que condicionan y determinan lo que les ocurre a los personajes.
El ritmo, que en principio es sosegado, se va acelerando a medida que la búsqueda por recuperar el reloj se desarrolla y sin llegar a ser frenético – como lo era en La lección – sí se torna un tanto resbaladizo. A la vez, se presentan numerosos obstáculos, algunos naturalmente burocráticos, otros deliberados para dificultar la búsqueda, y el pobre Tsanko, que apenas puede comunicarse por su grave tartamudez, es como un chico perdido en un mundo de adultos que no lo registran. Un hombre impotente frente a la desidia del Estado.
Hay, también, dentro de ese ritmo, una construcción gradual de una tensión y un suspenso que amenazan con desembocar en terrenos poco felices. Porque se puede tirar de la cuerda todo lo que uno quiera, pero en algún momento se corta. Y es ahí cuando lo que venía siendo una historia de engaños, corrupción y manipulación se transforma, irremediablemente, en una grave tragedia con consecuencias impensables. Para peor, siempre existe al azar que puede empeorarlo todo.
Dicho sea de paso, Stefan Denolyubov y Margita Gosheva también estaban en el elenco de La lección. Gosheva era la maestra desesperada por pagar la deuda y Denolyubov era un usurero al que ella recurría. Ahora interpretan papeles que son, en su sentido moral, opuestos a los de La lección. Y si se lo piensa con detenimiento, se podría aventurar que en Un minuto de gloria ellos son dos caras de la misma moneda: dos personas que hacen lo que tienen que hacer, cada una desde su lugar, para sobrevivir en un mundo donde el pez más grande se devora al más chico. En un mundo que es así y que ellos no pueden cambiar.
Un minuto de gloria (Slava, Glory, Bulgaria, Grecia, 2016). Puntaje: 8
Dirigida por Kristina Grozeva y Petar Valchanov. Escrita por Kristina Grozeva, Petar Valchanov, Decho Taralezhkov. Con Stefan Denolyubov, Margita Gosheva, Milko Lazarov, Kitodar Todorov, Ana Bratoeva, Nadejda Bratoeva, Nikola Dodov, Stanislav Ganchev, Mira Iskarova. Fotografía: Krum Rodriguez. Música: Hristo Namilev. Montaje: Petar Valchanov. Duración: 101 minutos.