Entrevista a Karen Bennett: "Siempre fui una persona muy metida en mundos de fantasía"

Porque no solo se vive de cine, Sublime Obsesión le da la bienvenida a Karen Bennett, guitarrista y cantante trans, activista en la ONG internacional GATE, y columnista en el Suplemento Soy, de Página 12. Muy pronto, todxs podrán apreciar su nuevo trabajo, nada más y nada menos que la banda de sonido del documental El puto inolvidable, de Lucas Santa Ana, sobre la vida del legendario Carlos Jáuregui, el primer presidente de la CHA (Comunidad Homosexual Argentina), a estrenarse comercialmente en noviembre.

Sin duda, esta entrevista es extensa. Pero cuando el discurso es tan rico y diverso, preciso y contundente, honesto y apasionado, no hay conceptos ni palabras que sobren. Es verdad que muchas veces menos es más, pero esta vez más es mejor. Porque todo importa.

¿Cómo empieza tu historia de amor con la música?

Desde muy chica, aunque el único referente musical de mi familia era mi viejo, que falleció cuando yo tenía 9 años, en 1977. Él cantaba temas de Crosby y Sinatra, de cantantes de swing y de jazz de los ‘30, los ‘40, los ‘50. Además, era melómano, entonces en casa había muchos discos de vinilo de música clásica, de jazz negro, de Piazzola, tango de vanguardia y ópera. Mi viejo era un tipo que iba a los bares a pelearse con los fundamentalistas del tango tradicional. Cuando él muere me queda toda esa discografía en casa.

¿Y entonces?

Justo en esa época ya comenzaba el rock a influenciar una matriz que ya había empezado, es decir mi amor por la música. De hecho, yo empecé escuchando música clásica antes de que se me rompiera la cabeza con aquello que representaba más a mi generación. Por otro lado, yo siempre fui una persona que estaba muy metida en mundos de fantasía, de chica leía El señor de los anillos y otros libros de literatura fantástica, y la música era, de alguna forma, la banda de sonido para esos mundos que siguen estando en mi música actual. Porque mi música es, básicamente, una banda de sonido para entrar en esos universos donde yo me siento maravillosamente bien. Eso es lo que yo busco con mi música. Por eso me gusta el rock sinfónico y la música clásica.

¿Cuáles fueron las influencias que vinieron después?

En relación al rock, empecé con los Beatles cuando mi vieja me regaló el disco Beatles en vivo en el Hollywood Bowl. Después vino Fiebre del sábado por la noche y Grease, y cuando vi a Olivia Newton John con esos pantalones de cuero de tiro alto… hasta te diría que ella fue mi iniciación a mi identidad trans, por así decirlo. Al toque aparece Kiss, así que imagináte que para una criatura de 10 años ver esas caras… para mí eran como superhéroes, aunque también tenían un look muy andrógino. Claro que ahora ves a los líderes de Kiss y te dan ganas de matarlos: uno es más fascista que el otro, están en el mundo corporativo, están a favor de Trump… La verdad es que son un espanto, un desastre. Pero en esa época todo eso no existía.

¿Con qué instrumento empezaste?

Con la guitarra. Empecé a tomar clases de guitarra clásica, entre otras cosas porque en mi casa estaba muy bien visto que algún hijo toque algún instrumento clásico. Típico de una familia de clase media descendientes de alemanes – aparte mi viejo era irlandés. Entonces mi vieja, que era alemana y muy estricta con la educación, me mandaba a estudiar con un ruso que vivía la vuelta de mi casa y yo odiaba ir, pero no que quedaba otra. Paralelamente, empecé a escuchar a Queen, Electric Light Orchestra, Pink Floyd, y David Bowie. Después, a los 12 años me compré una guitarra eléctrica nacional muy mal fabricada, pero por lo menos era mi primera guitarra eléctrica. Y ahí empezó el viaje.

¿Siempre tocabas sola?

No. Con unos amigos armamos una banda, que fue la primera banda de la escuela, y tocábamos heavy metal haciendo covers de Iron Maiden, Black Sabbath, Deep Purple, y también algún temita nuestro. Más adelante incorporé el rock sinfónico, como Génesis, por ejemplo. Y así encontré ese nexo entre el rock salvaje y la música académica. Esa música me fascinó y me di cuenta de que ése era el mundo que yo estaba buscando. Yo quería tener toda la locura y la libertad del rock, pero también quería una música un poquitito más elaborada. Por eso, a los 14, 15 años ya sabía qué era lo que quería hacer. No sé si la palabra es “evolución”, pero lo cierto es que fui mutando hacia estilos más difíciles, como el jazz. Me interesaba la música más arreglada, pero siempre con una matriz rockera, disidente, con una estética fuera de lo académico. Y hasta el día de hoy es lo que me sigue interesando.

Hagamos un gran salto el tiempo y pasemos al presente. Ahora estás tocando en el bar/restaurant El viejo buzón.

Sí, empecé a tocar en el 2012, habías otros músicos también, pero yo soy la única artista de esa época que todavía sigue tocando. Al principio tocaba una vez por mes, pero ahora estoy tocando cada dos o tres meses porque no quiero tocar tanto en el mismo lugar, y aparte hago otras cosas. Lo que toco son covers con pistas, son backing tracks a los cuales les saco la voz y les saco la guitarra y así los temas los canto yo. Voy desde Sting y The Police hasta Depeche Mode pasando por Pink Floyd, Génesis, Yes, Van Halen, Soda Stereo, Serú Girán, Charly García, y Spinetta. Es decir, música de mi generación, de los ’70 y los ’80. Y algo de los ’90. Y hace ya un año que toco ahí a duo junto Carlos Javier Perez. Carlos es un cantante increible, que además es el único tipo que conozco -cantantes de Queen post Freddie incluídos!! -,que puede cantar «The Show must go on» en la tonalidad original grabada en estudio

¿Cómo es la reacción del público?

La gente flashea. Cuando yo recién empezaba a venir y no me conocían, la gente venía a cenar y preguntaba: “¿Hay show?”, “Sí”, les decían, pero no les contaban nada. Y después caía yo con tacos aguja y llena de lentejuelas. Te imaginarás las caras de la gente, pensá que es un lugar familiar y que la gente viene a cenar después de pasar el día en el club. Y ves un devenir desde que yo llego hasta que el show ya está transcurriendo. De a poco, la gente me empieza a pedir que cante otro tema y entonces todo va mutando: de la transfobia y el pánico inicial, es decir el prejuicio inicial, hacia una comunión donde lo que realmente se festeja es la música. Nadie se imagina que van a ver a una travesti cantando en inglés. De hecho, no se imaginan nada. Y con el tiempo empezó a venir la gente de la comunidad LGBTIQ y es ahí cuando se empiezan a unir los mundos. Es maravilloso.

Aparte de los covers que tocás en El viejo buzón tenés otras actividades como música.

Sí, claro, toco mis propios temas en otros lugares y desde hace un tiempo vengo preparando mi disco y espero tenerlo terminado el año que viene. Creo que también voy a mezclar mis temas grabados con los covers cuando toque en El viejo buzón. Por otro lado, hice la música del documental El puto inolvidable, de Lucas Santa Ana, sobre la vida de Carlos Jáuregui, el primer presidente de la Comunidad Homosexual Argentina (CHA), que ya fue proyectada en varios festivales y tiene su estreno comercial en noviembre. Hacer la banda de sonido del documental fue una experiencia muy gratificante. Lucas Santa Ana es muy receptivo y me permitió trabajar con mucha libertad. Crear una banda de sonido para una película es algo que me gusta muchísimo. De hecho, tengo una colección de bandas de sonidos de distintas películas. Es un trabajo hermoso.

Un trabajo hermoso que te llevó a la celebración del World Gay Pride 2017, en Madrid.

Así es, me convocó la organización del World Gay Pride justamente por la banda de sonido, eso me abrió las puertas a todas las actividades en las que participé. Fui la primera persona trans contratada para hacer la banda de sonido de una película en América Latina. Gracias a esto pude dar un hermoso concierto en Plaza del Rey, frente a unas 6000 personas. Fue una experiencia maravillosa.

¿Qué te pareció la marcha?

A mí me pareció que es realmente una marcha gay, no es una marcha del colectivo LGBTIQ. Eran todos varones muy tuneados, todo muy de clase media, muy lindo y muy pintoresco. Muy primermundista, hasta la ciudad estaba vestida con semáforos queer. Y cuando se terminó, se terminó todo. Es siempre lo mismo. Mucho marketing, todo muy corporativo, mucho Burguer King y Accenture. Eso en el terreno estrictamente político. En lo más personal, como experiencia, yo la pasé increíble.

Cambiando de tema y yendo hacia el terreno del activismo, vos trabajás para una organización de personas trans.

Exacto. La organización se llama GATE y es una organización internacional formada por activistas internacionales cuyo director ejecutivo se llama Mauro Cabral, es argentino y es uno de los activistas LGTTB más importantes en el mundo. Él es intersex y es trans, las dos cosas, por eso su activismo es absolutamente empírico. Yo soy parte de un grupo de seis personas que trabajamos con él. Es una organización virtual, no hay una sede física, sino que todxs trabajamos en nuestras casas con nuestras computadoras.

¿Cuáles son los objetivos principales?

Nuestro trabajo abarca tres áreas esenciales. En primer luego, la despatologización de las identidades trans tal como está consideradas en la OMS, que establece categorías que patologizan a la transexualidad. En segundo lugar, generar networking para organizaciones trans en todo el mundo con el fin de que las personas trans se empoderen y no queden sepultadas detrás de los discursos gays/lésbicos. Porque siempre están patrocinadas y apadrinadas por varones gays o mujeres lesbianas y nunca tienen voz propia. GATE trata de nuclear a las organizaciones trans pequeñas y medianas y ayudarles a conseguir financiamiento y patrocinadores. Por último, está el trabajo en relación al HIV en personas trans e intersex. Todo lo que hacemos es trans e intersex. Antes era solo para las personas trans, pero hoy la temática intersex es crucial dentro de la organización.

Yendo hacia un terreno más político, recuerdo que una vez dijiste que la Ley de Identidad de Género era una tablet en la Edad Media.

Así es. ¿Qué quiero decir con esto? Por un lado, y quiero que esto quede bien claro, el contenido de la Ley de Identidad de Género es maravilloso. El trabajo que hicieron lxs activistas y todxs los que participaron en esa ley es increíble. Es una gran ley de vanguardia y toda una precursora. Ahora, ¿qué pasa? Vos tirás una ley de semejante vanguardia justamente en un país como Argentina, donde el 80% de la población padece de transfobia, y lo que pasa es que aún teniendo una ley en vigencia las personas trans siguen siendo maltratadas, incluso en los medios más progresistas. Por ejemplo, cada vez que una persona trans protagoniza una situación cuestionable se hace hincapié en su identidad de género. Es una perfecta excusa para que el mundo cis (todxs los que no son personas trans) pueda vomitar su odio hacia las personas trans. Si vos insultás a la colectividad judía, sabés que tenés un juicio inmediato. Si vos insultás a una travesti, hasta tenés aval del Estado. Es la comunidad más desprotegida, más marginal y más vulnerable.

¿Cómo ves este panorama con el cambio de gobierno en el 2015?

En líneas generales, yo noto que después del kirchnerismo esta fobia hacia las personas trans se ha magnificado y, aparte, tiene un aval político. Es que gran parte de la sociedad argentina, en especial la clase media, es totalmente retrógrada. Lo fue siempre. Pero ahora, con otro gobierno, se nota más el odio hacia las personas de tez oscuro, el odio hacia la mujer, el odio hacia las personas trans… Es un odio increíble que ahora está sostenido por el Estado. Es muy triste que todas estas leyes funcionales a los derechos humanos sean bastardeadas por el mismo pueblo. Vamos a ser sinceros: a Macri lo votó el pueblo argentino. Gobierna por voto democrático. Y eso te está diciendo que un gran porcentaje de los argentinos que siempre fueron fascistas ahora lo pueden decir en voz alta.

¿De qué modos lo dicen?

Fijáte en el concepto de inseguridad. Cuando se habla de inseguridad nadie está hablando de los bancos y corporaciones que te pueden llegar a estafar. Inseguridad es “el negro” que me puede llegar a robar a mí. Cuanto más bajo en la pirámide de la escala social estás, más vas a representar la palabra inseguridad. No importa si te roban las corporaciones, el problema son los “negros de mierda”. Inseguridad es una palabra que adentro esconde y legitima una espantosa xenofobia, particularmente en la clase media. El “negro de mierda” es el que ahora genera inseguridad.

En tu Facebook leí un post donde decís que el caso de la desaparición del militante Santiago Maldonado y el caso del homicidio de la mujer trans Ayelén se parecen en mucho, excepto en una cosa: a nadie le importa lo que le pasó a Ayelén.

Yo siempre trato de pintar una imagen fuerte, exagerada, para provocar una reacción. No es que se parezcan en todo, pero sí hay similitudes. Hay casi una certeza de que a Ayelén Gómez, la chica trans, la mató la policía. En relación a Maldonado tenés a la gendarmería, que no es otra cosa que una fuerza policial. Lo que pasa es que el “algo habrá hecho” en una persona trans cobra una dimensión enorme. Si sos una persona trans y te matan…bueno, ya sabés cómo es el tema. Como con las mujeres violadas, cuando dicen “si te pusiste ese short tan cortito…”. Es una cosa siniestra, una forma de justificar la violencia hacia la mujer porque la mujer la provoca. Siempre el agresor es la víctima de una provocación de la verdadera víctima. Y Ayelén Gómez es “un trava de mierda”, no es una persona. En el imaginario popular una travesti es “un trava de mierda”. Y así se dice que seguramente estaba en la prostitución, la droga…. Y con Ayelén era todo lo contrario. Era una chica llena de sueños, que estudiaba, tenía proyectos… Es todo muy triste. Se dice que la mató la policía. Hay que ver si es cierto o no. Lo que sí es cierto es que nadie habla del caso.

¿Dentro del colectivo LGTB los hombres gays corren con ventaja?

Sin duda. Hagamos de cuenta que nos olvidamos que somos personas gays, lesbianas, trans, lo que sea. Lo que tenemos es este plato de comida y todos nos estamos peleando por esto. Resulta que los primeros que llegan al plato de comida son los hombres gays porque el mundo es machista. Y dentro del colectivo también. Las voces más fuertes del colectivo son voces de hombres gays. Vivimos en un mundo capitalista occidental y los parámetros de ese mundo capital occidental los fija ese mismo mundo. Es así aún con la inclusión de comunidades que están afuera de ese mundo. ¿Quién financia a las organizaciones LGBTIQ? Parte de ese sistema. Y ese sistema siempre va a tener una simpatía por los hombres blancos y las mujeres blancas, porque las mujeres vienen después de los hombres.

¿Y las personas trans?

Somos como una ruptura a esa estructura de poder internacional tal como está armado. Esta estructura de poder, este engranaje, está organizado de forma binaria. Es decir, hombre y mujer en función de la reproducción. Pero el ser humano es incontrolable. Y entonces por un lado aparecen putos, que son varones. Y por otro lado aparecen tortas, que son mujeres. Y se visibilizaron cada vez más y empezaron a tener más fuerza. Entonces, en vez de tenerlos como enemigos, el sistema los incluye. Y tenés librerías gays, shoppings gays, cruceros gays. ¿Y qué pasa con las trans? No se visibilizan. O, mejor dicho, se visibilizan en la clase baja, es ahí donde están, en el trabajo sexual.

Trabajo sexual que es muy solicitado.

De hecho, el de las travestis es el trabajo sexual más comprado. Sin embargo, ese deseo hacia la persona trans no está en la inclusión de los privilegios. A medida que vas ascendiendo en la escala social, vas perdiendo tu capacidad y tu posibilidad de ser trans. Es muy difícil ser pediatra y ser trans. Ninguna mamá te va a llevar a atender a sus hijos. En cambio, si sos gay no tienen por qué notarlo. Lo mismo si sos lesbiana. En cambio, las personas trans son siempre vistas en relación a su identidad sexual. Y cuanto más esta identidad se asienta, cuanto más trans sos, menos posibilidades tenés de ser incorporada laboralmente en la sociedad en general.

¿Creés que la legislación sobre el cupo laboral trans puede mejorar este panorama?

Cualquier legislación que incluya algún tipo de inclusión laboral para la comunidad trans es, a priori, celebrable. Pero, a mí, personalmente, el cupo laboral trans me parece un verso enorme. Quiero aclarar que yo no soy una persona que participe en un activismo político puntual, con lo cual quizás, en parte, estoy hablando de oído. Pero, teniendo en cuenta la marginación y la exclusión que sufre la comunidad trans en las escuelas, en los hospitales, y en líneas generales dentro de todo el sistema, me parece que forzar un cupo laboral trans para una persona trans dentro de un montón no sirve para nada. O solo sirve para una personal puntual. Es como si se estén ahogando 200 personas y tirás un salvavidas a ver cuál de todas se salva.

¿Como un parche?

Algo así. Porque la problemática es mucho más de fondo y necesita que no se quede ahí. Tengo la sospecha, y aclaro que es solo una sospecha, que hay tres o cuatro se están beneficiando con todo esto para hacer carrera política. No me parece que esto resuelva ninguna problemática de la comunidad trans. Me parece que es una cuestión de acomodo político de determinado sector LGBTIQ. Ésa es mi impresión. Lo que sí es importante es que se implemente la Ley de Identidad de Género como corresponde a nivel nacional en todo su contenido y eso no se está haciendo. Habría que tratar la temática trans en las escuelas primarias, no estigmatizar, no patologizar, son todas estas cosas las que se tendrían que hacer.

Cambiando de tema ¿cómo ves el panorama de las próximas elecciones legislativas del 22 de octubre?

Creo que es todo un tema, lo que puede llegar a pasar es una caja de Pandora. Es muy difícil saber lo que está pasando. Pero creo que analizar a la Argentina desde una coyuntura nacional es error. Porque está pasando algo a nivel continental y a nivel mundial con patrones que se repiten en distintas partes. Hay un embate de todos los sectores de derecha en sus diferentes matices y están ganando terreno en todas partes el mundo. Y la Argentina no es una excepción. Por lo pronto, Cambiemos va a seguir manejando el país durante el resto de su mandato. Por otro lado, aún con todas mis críticas y observaciones, le deseo una muy buena elección a Cristina Kirchner.

¿Y en cuanto a la izquierda?

Aún siendo yo una persona de extracción de izquierda peronista, la verdad es que la izquierda siempre me decepciona en todo sentido. La izquierda argentina es un conglomerado de burgueses con culpa. Por eso siempre están entre el 2% y el 3% de los votos, tiene una carencia total de seducción popular. Pero, volviendo a las elecciones del 22 de octubre, creo que hay un gran circo por parte de los medios para alimentar todo esto de la grieta. Son elecciones legislativas, no presidenciales. Sí son un termómetro relativo, pero gane quien gane, eso no va a determinar las elecciones presidenciales. No creo que se vaya a cambiar ningún rumbo de fondo de nada. Argentina está dentro del mundo y el mundo se está acomodando para donde el verdadero poder está decidiendo que se tiene que acomodar.

¿Cómo ves la participación política de la ciudadanía?

Creo que toda esta supuesta ola de participación política no es, precisamente, una ola de participación política, sino que es el famoso River-Boca instalado por los medios, esta grieta que existió toda la vida y que ahora se hizo realmente visible. Y que los medios usan como una herramienta de marketing fantástico que les sirve para generar rating ya que el odio mutuo entre las partes de la grieta ya está instalado. Lo que ahora se está llamando participación política es, en el fondo, la visibilización de un odio ancestral entre las clases sociales en la Argentina. Siempre existió, pero ahora está avalado y disfrazado de conocimiento político. Pero la verdad no es que la gente tiene más conocimiento político, sino que tiene un aval para expresar su desprecio y su odio.