Siempre es preferible ver una película de terror que tiene sus fallas por ser excesivamente ambiciosa a ver una que sea más efectiva pero también más formulaica. Una película que intenta ir más allá de lo ya probado merece admiración y y puede llegar a ser interesante mientras que una que vuelve a ensayar un esquema ya tantas veces visto puede ser, en el mejor de los casos, entretenida. Conjuros del más allá, escrita y dirigida por Jeremy Gillespie y Steven Kostanski, es un claro ejemplo del primer caso. Una vez más, el título en español no dice nada de la película y, para peor, no es atractivo sino vago. El título original, The Void (el vacío, el abismo) sí es elocuente en relación al horror que aquí cobra vida. O, al menos, a una parte de la película porque, tanto para bien y para mal The Void tiene más temas de los que puede abarcar.
Por un lado, remite a una parte del terror de los ‘80s y lo homenajea sin que sus influencias la transformen en un mero calco. Se construye desde una mirada ochentosa, sin duda, pero para contar algo nuevo e impredecible. Tiene una cuota no menor de desmesura en su trama y es un tanto errática, pero no por capricho sino por apostar a una libertad narrativa que usualmente no se ve en el cine de terror contemporáneo. De tan singular, es toda una rareza.
Todo comienza con una pareja que huye desesperada de una casa en el campo mientras un hombre y un joven que parece ser su hijo, los dos armados, la persiguen. El hombre de la pareja logra escapar pero la chica recibe un balazo y en minutos los dos hombres la queman viva. James (Evan Stern), el hombre que huyó, atraviesa un bosque aledaño y sale a una ruta donde un policía, Dan Carter (Aaron Poole) ve que James necesita atención médica urgente y lo lleva al hospital más cercano.
El problema, el primero de los problemas, es que el March County Hospital apenas cuenta con personal porque en cuestión de días va a estar funcionando en otro edificio. Por eso lo que menos esperaban en tiempos de mudanza era recibir otra emergencia médica – ya tienen a una adolescente embarazada (Grace Munro) a punto de dar a luz. Está también el médico principal, el Dr. Powell (Kenneth Walsh), la jefa de enfermeras, Allison Fraser (Kathleen Munroe), quien recién se separó de Dan a raíz de la muerte de su bebé, una interna con pocas luces (Ellen Wong Kim), y un par de personas más.
A los minutos de la llegada de Dan con James, cuando todos menos se lo esperan, comienzan los otros problemas. Que no son poca cosa. Acá es cuando The Void entra muy sorpresivamente en un terreno de terror puro con reminiscencias de El enigma de otro mundo, El príncipe de las tinieblas y Asalto al precinto 13, del maestro John Carpenter, con un poco de ciencia ficción, otro poco de Lovecraft y algo de Hellraiser, y como broche de oro hay también un demente que juega a ser Dios y quiere revivir a los muertos – ah, no dejemos de lado al hombre y al joven que parece ser su hijo del principio que vuelven a aparecer y no en son de paz. Otra cosa: es mejor no saber de antemano qué cosas de esas películas y esos autores son resignificadas en The Void. Porque acá la sorpresa sí es importante.
Y no por la sorpresa en sí misma como golpe de efecto sino porque es uno de los rasgos esenciales de la libertad narrativa de The Void a la hora de crear una muy atractiva amalgama. Es una película que muestra sus mejores cartas y enseguida baraja de nuevo, una y otra vez. Que pide un espectador que no se preocupe por entender por qué pasa lo qué pasa porque ni los mismos personajes lo entienden. Y esa situación de estar enfrentado a algo tan ominoso y tan indescifrable se traduce en un suspenso vertiginoso. Al menos así es durante la primera hora.
Pero la última media hora presenta algunos problemas. Ya se evidencia cierta falta de cohesión debida a un exceso de temas, o mejor dicho a una desigual dosificación de esos temas. Algunos quedan abruptamente poco desarrollados y otros quizás se tornen redundantes. Es como si los directores no parasen de tirar carne al asador aún cuando la parrilla ya está llena. Por eso parte de la potencia de The Void se diluye a medida que se acerca el final.
A favor se puede decir que la muy lograda atmósfera de caos y horror sin nombre, la sensación de un peligro que todo lo arrasa y el muy buen uso de mucho gore (y de efectos especiales a la antigua, no CGI) están siempre presentes. Se le suman las actuaciones bien convincentes y una muy expresiva banda de sonido que evoca lo más oscuro de eso lejano que no tiene nombre.
Conjuros del más allá (The Void, Canadá, 2016). Puntaje: 8
Escrita y dirigida por Jeremy Gillespie y Steven Kostanski. Con Ellen Wong, Kathleen Munroe, Aaron Poole, Kenneth Welsh, Art Hindle, Daniel Fathers, Stephanie Belding, Amy Groening. Fotografía: Samy Inayeh. Música: Joseph Murray, Menalon Music, Lodewijk Vos. Duración: 90 minutos.