Dunkerque, la nueva y muy elogiada película de Christopher Nolan es, técnicamente, una película de guerra. La historia se centra alrededor del rescate de unos 330000 soldados británicos que quedaron atrapados en el puerto y las playas de Dunkerque, Francia, en mayo y junio de 1940, a raíz de maniobras de los alemanes que habían corrido a las tropas aliadas hacia el mar. Sin embargo, más allá de que el conflicto está vinculado a este episodio que ocurrió durante la Segunda Guerra Mundial, la verdad es que en términos de géneros cinematográficos Dunkerque es, más que nada, una película de supervivencia – y hasta, por momentos, de cine catástrofe.
Por eso, en sí mismos, los numerosos enfrentamientos entre aliados y alemanes no importan tanto. No hay batallas gloriosas como en las grandes películas de guerra. El drama no está en quién gana y quién pierde, por así decirlo. De hecho, exceptuando algunos casos puntuales, los alemanes están casi siempre fuera de campo, son esa amenaza omnipresente que está en un afuera ominoso que – como en las mejores películas de terror – encierra a los soldados británicos a medida de que los va diezmando. Lo que sí importa y mucho es ver quién se salva y quién no, cómo se salvan o cómo mueren, qué nuevo peligro acecha a medida que pasan los días. Es decir, cómo hacer para sobrevivir.
Como en Memento y El origen, Nolan una vez más opta por dejar de lado una narrativa convencional con su típica trama y subtramas que progresan linealmente. Pero no del todo. Porque en Dunkerque los hechos sí suceden en forma lineal, pero en no en el mismo tiempo ya hay tres líneas narrativas que dividen el relato según el terreno en el que se desarrollan.
Están el mar, la tierra, y el aire, espacios bien delimitados y con características propias para evitar morir en el combate. Cada historia progresa a su ritmo, alternadamente y con sus propias coordenadas. Pero en tiempos narrativos distintos. En los momentos justos, las tres historias se cruzan. Y si bien al principio la narrativa puede resultar un tanto confusa, después de unos minutos ese desconcierto desaparece. En comparación con obras previas del director, Dunkerque es muy fácil de seguir. En tanto hecho histórico, Dunkerque es desconocido prácticamente cualquier espectador, y por eso la historia resulta bastante impredecible. Otra novedad es que la película dura 106 minutos, bastante menos de lo habitual en Nolan. Y eso hay que celebrarlo.
En la historia del mar, que se desarrolla a lo largo de un día, hay un barco con civiles a bordo – un padre, su hijo y un amigo – que se encuentra al rescate de los soldados. En la playa hay tres soldados que esperan que algún barco venga a buscarlos y así abandonar esa zona de peligro cuanto antes. Esta línea narrativa se extiende a través de una semana. Y en el aire hay dos pilotos de los aliados atravesando los cielos mientras persiguen y son perseguidos por aviones alemanes. Esta parte abarca una hora. A medida que los tres segmentos se entrecruzan se hace visible un panorama general más que alarmante. Porque dada las condiciones adversas para los aliados parecería que no va a quedar ni uno solo vivo.
Curiosamente, y a diferencia de todas las otras películas de Nolan, Dunkerque casi no tiene diálogos, apenas algunos que, de no existir, tampoco cambiaría nada. Y tampoco tiene personajes. O, mejor dicho, sí los tiene – está Harry Stiles, el ex cantante de la famosa boy band One Direction, como uno de los tres soldados de la playa; Mark Rylance es el padre que navega en el barco civil; Kenneth Branagh es un oficial de alto rango; Tom Hardy es uno de los pilotos aliados – pero estos personajes apenas están esbozados, sabemos poco y nada acerca de ellos, no tienen ningún peso individual. Claro está que es a propósito. Y funciona muy bien.
Porque Dunkerque no es una película sobre individuos ni sobre conceptos acerca de la guerra. En cambio, es acerca de un estado de situación y de lo que se vive dentro de ese estado. Es acerca de la desesperación y la angustia por huir, de la dificultad o imposibilidad de hacerlo, de cómo enfrentar un desastre de proporciones catastróficas. Todo bajo el signo de un final inminente y violento. Es una película donde impera el miedo más elemental del ser humano: el miedo a morirse.
Con un montaje ágil y ocasionalmente frenético, aunque no desquiciado, con una fotografía impecable que da cuenta del todo en grandes planos generales pero también observa el drama bien de cerca, y con un ritmo in crescendo que no para nunca, Dunkerque es una de las mejores películas del año. Y eso a pesar del final con aires patrióticos y con una voz en off en un tono sentimental poco afín a la aridez de toda la película. Es que uno se olvida muy rápidamente de esos últimos minutos después de haber visto tantas cosas tan bien hechas antes.
Dunkerque (Dunkirk, Estados Unidos, Reino Unido, Francia, Holanda, 2017). Puntaje: 8,5
Escrita y dirigida por Christopher Nolan. Con Fionn Whitehead, Tom Glynn-Carney, Jack Lowden, Harry Styles, Kenneth Branagh, Cillian Murphy, Mark Rylance, Tom Hardy, Aneurin Barnard, James D’Arcy, Barry Keoghan. Fotografía: Hoyte van Hoytema. Montaje: Lee Smith. Música: Hans Zimmer. Duración: 106 minutos.