El valle del amor, de Guillaume Nicloux

No hace falta ser muy suspicaz para prever que una película protagonizada por Isabelle Huppert y Gérard Depardieu tiene que tener algo de bueno. Aunque más no sea sus actuaciones. Si a eso se le suma que el relato tenga un tono entre absurdo y tragicómico, con algún que otro elemento sobrenatural y una mirada metafísica, entonces tal vez el resultado puede ser atractivo. Claro que todos estos elementos juntos son una apuesta arriesgada. Que el resultado final sea muy bueno es raro.

En El valle del amor, escrita y dirigida por Guillaume Nicloux (La religiosa, El secuestro de Michel Houellebecq), esa gran apuesta dista de ser realmente exitosa. Pero aún con sus defectos es una película atractiva, inusual, desconcertante. Considerando lo bizarro de la premisa, no podría ser de otra manera.

Huppert y Depardieu interpretan a dos actores muy conocidos que se llaman… Isabelle y Gérard, estuvieron casados pero ahora están divorciados (y hay un par más de apuntes autobiográficos) y se han vuelto a ver después de muchos años para cumplir el último deseo de su hijo gay, un fotógrafo que se suicidó hace seis meses. Nunca fueron buenos padres, eso lo saben muy bien, y el hijo se encargó de recordárselos varias veces en vida. Y ahora, antes de morir, lo volvió a hacer en la última carta que les escribió.

En esa carta les pide que vayan a Death Valley, California, porque él les va a enviar varias señales desde el más allá y, eventualmente, va a aparecer. No metafóricamente, sino físicamente, en carne y hueso. Ni Isabelle ni Gérard están dispuestos a creer en semejante fantasía, pero están consumidos por la culpa y un gran sentimiento de deuda para con su hijo. Entonces van a los EEUU y siguen paso a paso las instrucciones de la carta.

Es verdad que el desarrollo de la historia que transcurre en Death Valley es desparejo. Hay momentos en los que pasa poco y nada. Incluso el diálogo no funciona muy bien dentro de su propio absurdo. Y hay situaciones un tanto forzadas. Pero también hay hallazgos, menores y no menores, que sorprenden y para bien. Por ejemplo, las escenas de mirada burlona hacia la estupidez del norteamericano promedio, otras escenas con la inmensa barriga de Depardieu que invade el cuadro y el actor exhibe como si fuera un trofeo, el diálogo y el lenguaje corporal que revela una involuntaria cercanía afectiva en una pareja de divorciados que parecen seguir casados, el casi omnipresente sentimiento de fragilidad que los atraviesa, una misteriosa chica deforme que aparece porque sí (o no), y el marco que da un calor insoportable presente en cada uno de los fotogramas.

Sin duda, los dos grandes méritos son la atmósfera un tanto irreal y el tono absurdo/tragicómico. No hay que buscarle muchas explicaciones a la razón de ser de este registro: si se acepta que ya de por sí la premisa es tan rara, entonces tiene sentido que se narre en un clima alejado del realismo. Aunque, a la vez, las actuaciones de Huppert y Depardieu, siempre impecables, sí están en un registro realista. Y el choque que resulta de eso es bastante interesante. Incluso en las zonas más flojas del relato, son ellos dos los que hacen la diferencia.

Como punto en otra, el final es ciertamente anticlimático. Por más que sea coherente con la trama, no funciona. No porque la idea de la redención sea aventurada – al fin y al cabo, es un punto de llegada ya anunciado – pero tal como está plasmada hasta a Huppert y Depardieu les resulta difícil tornarla convincente. Un final frustrante para una película disfrutable.

El valle del amor: un lugar para decir adiós (Valley of Love, Francia, Bélgica, 2015). Puntaje: 7

Escrita y dirigida por Guillaume Nicloux. Con Isabelle Huppert, Gérard Depardieu, Dan Warner, Aurélia Thiérrée, Dionne Houle. Fotografía: Christophe Offenstein. Montaje: Guy Lecorne. Duración: 91 minutos.