El porvenir, de Mia Hansen-Løve

Ganadora del Oso de Plata a la mejor dirección en el Festival de Berlín, El porvenir, la quinta película de Mia Hansen-Løve (Edén, Un amor de juventud, El padre de mis hijos) es, como sus películas anteriores, una inteligente, sensible y madura reflexión sobre el paso del tiempo. Sobre cómo nos afectan los acontecimientos, pequeños y no tan pequeños, a medida que vivimos la vida que elegimos, la que supimos o pudimos construir, la que se nos escapa de las manos, y la que finalmente terminamos teniendo.

Nathalie (Isabelle Huppert) es una profesora de filosofía de unos cincuenta y pico de años que disfruta mucho de su profesión, está casada desde hace 25 años y tiene dos hijos ya grandes. No le falta talento para entender, apreciar y comunicar el pensamiento de, por ejemplo, Hannah Arendt, Hans Jonas, Slavoj Zižek, Jean-Jacques Rousseau, Blaise Pascal o Emmanuel Levinas, pero eso no quiere decir que tanta inteligencia y tanta formación sean muy útiles para enfrentar los problemas y pruebas que su propia vida presenta.

Problemas que, sin duda, ella no anticipó: Heinz (Andre Marcon), su esposo, la deja por otra mujer; Yvette (Edith Scob), su madre ya anciana, está medio loca, es muy manipuladora y sus demandas son agobiantes; la editorial que publica sus textos va a discontinuar su colección; y como si esto fuera poco, sus hijos cada vez la necesitan menos.

Así, un buen día Nathalie se da cuenta de que nada ni nadie la retiene, que sus obligaciones de madre y esposa ya no existen. Finalmente, es libre. Claro que hay que aprender a vivir de nuevo para habitar esa libertad tan atractiva como intimidatoria. Nadie dijo que ser libre era fácil. Para Nathalie, es toda una experiencia.

La narrativa de Mia Hansen-Løve se caracteriza, entre otras cosas, por mantener siempre un tono discreto, reposado, sin ninguna estridencia. No importa si lo que se cuenta es algo muy doloroso e importante, como puede ser un divorcio, o si es algo menor, como puede ser una discusión entre estudiantes, porque nada está subrayado. Es ése modo de entender lo que acontece en lo cotidiano lo que hace que el drama de El porvenir se sienta inmediato, reconocible, auténtico.

Asimismo, las interpretaciones están en un registro naturalista que nunca se siente ni ligeramente ensayado, siempre da la sensación de que eso que pasa estuviese ocurriendo ahí y ahora. Como suele ser la norma, es Huppert quien sobresale en un personaje más complejo que lo pueda parecer a simple vista y que no tiene nada que ver con las mujeres que interpretó en Elle y en El valle del amor, sus otras dos películas recientemente estrenadas. Pero, a la vez, el resto del elenco tampoco desentona, ni siquiera en una escena. Esta cohesión en las interpretaciones, en el tono, en el ritmo son, entre otros, signos claros de una dirección muy afinada, sin duda merecedora del Oso de Plata.

Si bien hay muchas ideas en El porvenir, creo que es más bien una película de personajes y de ciertos duelos que tienen que hacer para abandonar etapas y darle la bienvenida a un nuevo futuro. Es, esencialmente, sobre el cambio de vida de Nathalie y sobre cómo encontrarle un sentido a su existencia, que no puede sino estar en perpetuo movimiento.

Son muchos y muy importantes los méritos de El porvenir. Pero también es oportuno señalar que muchos de esos hallazgos están en el modo de narrar la historia, en el cómo, mientras que, quizás, en lo que se está contando, o sea en el qué, no hay nada muy nuevo o muy diferente. Una buena parte de lo que le pasa a Nathalie ya fue explorado muchas veces antes. En este sentido, la dirección es mejor que el guión. Pero que quede claro: ésta es la película que su directora quiso hacer, no hay nada fallido. Y eso ya de por sí, guste más o guste menos, es para celebrar.

El porvenir (L’Avenir, Francia, Alemania, 2016). Puntaje: 8

Escrita y dirigida por Mia Hansen-Løve . Con Isabelle Huppert, André Marcon, Roman Kolinka, Edith Scob. Fotografía: Denis Lenoir. Montaje: Marion Monnier. Diseño de producción: Anna Falguères. Duración: 102 minutos.