King Kong: la Isla Calavera

¿Cuántas probabilidades había de que una nueva King Kong fuese, cuando menos, digna? ¿Y buena o muy buena? En principio, muy pocas. Porque la primera de todas, la King Kong de 1933 producida por la RKO Pictures, dirigida por Merian C. Cooper y Ernest B. Schoedsack, y protagonizada por Fay Wray, Robert Armstrong y Bruce Cabot, es una gran película que fue todo un suceso en su momento y sigue siendo genial aún hoy en día. No solo tiene excelentes efectos especiales e impactantes escenas de acción, sino también una narrativa ágil y atrapante, y un Kong bien realista. Aunque no es emotiva, tampoco es distante. Por algo se convirtió en la película de monstruos gigantes por excelencia.

Después, en 1976 vino una remake dirigida por John Guillermin (también conocido por las famosas Infierno en la torre y Muerte en el Nilo, a decir verdad no muy buenas, pero ahora ya un poco entrañables) que fue un considerable éxito de taquilla, y también fue el debut cinematográfico de Jessica Lange, acompañada de Jeff Bridges y Charles Grodin. En retrospectiva, este Kong todavía es simpático y empático; incluso la manera en la que, esta vez, está contada la historia de amor con Dwan, la belleza rubia, es infantilmente conmovedora, al igual que el histórico y lacrimógeno final. Claro que no hay que buscar inteligencia o sutilezas en la trama porque sencillamente no las hay. Si se la toma en serio, ya es camp.

Finalmente, en el 2005 Peter Jackson hace una fastuosa remake de la original, protagonizada por Naomi Black, Jack Black, y Adrien Brody, con una duración de … 3 horas y 7 minutos. Sí, es un exceso y no muy justificado, ergo a veces aburre un poco. Pero, dejando eso de lado, esta versión tiene méritos de sobra, desde una estética muy elaborada en todos sus detalles hasta una narrativa bastante bien desarrollada, pasando por magistrales efectos especiales y actuaciones más que convincentes. Es emocionante y King Kong no puede ser más majestuoso. Cuando nadie se lo esperaba, Jackson hizo una muy buena película.

Dicho sea de paso, King Kong 2 (1986), un desastre absoluto dirigido también por John Guillermin, y King Kong vs Godzilla (1962) y King Kong escapa (1967), las dos de Ishiro Honda, no cuentan porque narran otras historias que no tienen nada que ver. Y las japonesas también son malas.

La trama, tanto en la versión de 1933 como en la del 2005, es bien conocida: un equipo de filmación va a una isla remota para hacer su película y ahí descubre a un gorila gigante que se enamora de la hermosa actriz protagónica. Después de peripecias varias, Kong es capturado y llevado a New York para ser exhibido públicamente. La versión de 1976 reemplaza el equipo de filmación por un equipo de una compañía petrolera, pero el resto es prácticamente igual. Cambios más, cambios menos, la historia de King Kong era siempre la misma.

Pero no en King Kong: la Isla Calavera. En primer lugar, no es ni una precuela, ni una secuela, ni siquiera un reboot. Tiene una trama completamente diferente situada en un territorio jamás visitado antes. Y construye otro King Kong. La historia transcurre en 1973 en tiempos del escándalo de Watergate y las postrimerías de la guerra de Vietnam, casi toda la película fue filmada en Vietnam, y hay unas cuantos guiños a Apocalypse Now (1979), incluyendo el sol anaranjado, la escuadra de helicópteros, el ataque con napalm, y hasta el poster mismo. También hay referencias (pocas) a las versiones de 1933, 1976 y 2005.

Esta vez, un grupo de científicos y soldados patrocinados por el gobierno y liderados por Bill Randa (John Goodman) viajan a una misteriosa isla tropical que esconde secretos de todo tipo. Houston (Corey Hawkins) y San (Tian Jing) son los dos asistentes de Randa, Preston Packard (Samuel L. Jackson) es el veterano de Vietnam que dirige la unidad militar, James Conrad (Tom Hiddleston) es una suerte de guía y mercenario, Mason Weaver (Brie Larson) es una fotógrafa y activista antibélica, y Hank Marlow (John C. Reilly) es un náufrago y veterano de la Segunda Guerra Mundial que vive en la isla desde hace casi 30 años y se hizo amigo de la tribu que la habita.

Ni bien el equipo de científicos y militares llega a La Isla Calavera, se encuentra con una fuerte tormenta. De la nada y de repente, aparece el colosal Kong, que es 10 veces más alto que los anteriores. En minutos, todas las ametralladoras de todos los helicópteros hacen fuego sobre él. Invadido y agredido , Kong es pura furia y en pocos manotazos destruye todos los helicópteros, mueren unos cuantos hombres, y se va victorioso. Y los sobrevivientes se quedan solos y sin rumbo. De ahí en más, que Dios los ayude. Porque toda la historia transcurre en ese territorio lleno de bueyes, insectos , pterodáctilos, langostas, arañas, y pulpos. Todos horribles y gigantes. El peor, el más peligroso, es un animal extraño mezcla de buitre, lagarto y serpiente pitón. Mejor tenerlo bien lejos.

Como película de monstruos, King Kong: la Isla Calavera tiene todo lo que tiene que tener y más: los acostumbrados y queridos clichés, una seguidilla de escenas de acción resueltas con mucha destreza, una fotografía que llega a ser deslumbrante, un inteligente uso de escenarios y locaciones, un montaje que marca el tempo justo, maravillosos efectos digitales que se lucen en un muy oportuno 3D, y todas las muertes sorpresivas y necesarias para que todo sea más divertido.

Aunque los personajes estén poco o muy poco desarrollados – con excepción del Marlow de John C. Reilly, que se roba la película – eso no es un problema. Al fin y al cabo, son estereotipos bien trazados y la película no hace ningún esfuerzo por disimularlo. Es un plus que las actuaciones no están nada mal, así agregan cierto peso dramático.

Por otro lado, este Kong es una bestial fuerza de la naturaleza que no tiene nada de sentimental. No hay ni un ápice de la consabida historia de la bella y la bestia que articulaba las películas anteriores. No hay tragedia ya que no hay final con amor perdido, infaustos rascacielos, ni muerte poética. No existe ese conmovedor gorila gigante que era más humano que los humanos.

Aunque esto no quiere decir que muchos humanos no sean monstruos. Lo son. En los comentarios críticos, antibélicos, en la condena de tanta violencia, eso queda bien claro. De hecho, es imposible no ver en la actitud de odio y aniquilación del veterano de Vietnam de Samuel L. Jackson todo un símbolo de la manera en la que los gobiernos de los EEUU han manejado todas sus guerras en todo el mundo. Es verdad que todo es un poco obvio, pero el género no pide perspicacias ni revelaciones. Como mirada política para una película de monstruos y acción pura, no está nada mal.

Ahora bien, si este nuevo King Kong sin cuento de hadas y sin tragedia gusta o no, si esta nueva personalidad es igual de atractiva, es una cuestión de gustos. En cierto modo, hay una pérdida de potencia dramática. Pero también hay una liviandad bastante seductora. Y sí, la versión de 1933 es la mejor y seguramente lo va a ser siempre, pero King Kong: la Isla Calavera, sin tener tantas ambiciones, es novedosa, está muy bien filmada e inventa un mundo nuevo. Es un Hollywood muy digno.

Kong: la Isla Calavera (Estados Unidos, 2017). Puntaje: 8

Dirigida por Jordan Vogt-Roberts. Escrita por Dan Gilroy, Max Borenstein, Derek Connolly. Con Tom Hiddleston, Samuel L. Jackson, John Goodman, Brie Larson, John C. Reilly, Jing Tian, Toby Kebbell, John Ortiz, Corey Hawkins. Guión:. Fotografía: Larry Fong. Música: Henry Jackman. Montaje: Richard Pearson. Duración: 120 minutos.