Oscuro animal, de Felipe Guerrero

“Quiero hacer una película que se enfoque en quienes han sufrido un impacto violento fruto de la guerra, y deben huir, desarraigarse y encontrar un nuevo lugar en el mundo. Tres historias imbricadas en el tema de la pérdida forzosa de un lugar de origen. Historias de mujeres que huyen solitarias y atraviesan adversidades hasta finalmente encontrar un lugar de amparo”, dice el director colombiano Felipe Guerrero acerca de su ópera prima Oscuro animal, una muy singular exploración de la resonancia y las consecuencias de años de lucha armada entre el estado y la guerrilla en Colombia.

En el corazón de la selva y aledaños hay tres mujeres campesinas atrapadas en dolorosas historias de violencia, maltrato, y sufrimiento. Tres mujeres para quienes escapar parece ser la única opción vital, pero ni siquiera eso es seguro. Una de ellas se quedó sin marido y sin familia, sin que se sepa si el grupo armado que los secuestró y destruyó su hogar pertenece al estado o a la guerrilla. Hay otra mujer que deja de ser sujeto para ser objeto (sexual) de uso y abuso de uniformados de un bando no identificado. En la última historia, hay una mujer soldado que pertenece a la guerrilla y que también es sometida al abuso del hombre. Los tres relatos de estas tres mujeres esclavizadas, de un modo u otro, están narrados en paralelo, se entrelazan y superponen, y así trazan un retrato de tintes bien oscuros. Un retrato de cuerpos femeninos en lucha y agresión constante.

Hay, desde el vamos, elecciones en la narrativa que hacen que Oscuro animal no sea más de lo mismo. Se puede pensar que la acción transcurre en algún momento de nuestra contemporaneidad, sin embargo está deliberadamente no fechada. En vez de diferenciar quienes pertenecen al estado y quienes a la resistencia, se los iguala en tanto artífices de la destrucción y el terror. Es decir, se deja de lado la anécdota, el particular, y entonces el foco está en el sustrato del conflicto. Es que Guerrero busca y consigue abordar desde una perspectiva diferente un tema ya muchas veces transitado. Se trata de pensarlo y representarlo desde la amplitud de lo simbólico, en vez de recurrir a la llana literalidad. Se trata de resignificar y deconstruir un escenario ya bien conocido en aras de decir algo nuevo y de otro modo.

Por eso también la estética de Oscuro animal es poco común. No hay diálogos y apenas se escuchan unas palabras, mientras que el sonido cobra una importancia primordial en tanto elemento expresivo y narrativo; y la sublime fotografía del siempre eximio Fernando Lockett crea climas y atmósferas tan pregnantes como tangibles. Además, el uso del fuera de campo como recurso para darle dramatismo a ese horror que no se ve, pero que se sabe que está, es de celebrar.

Como contrapartida, también podría decirse que hay un exceso formal que hace que en más de un momento el estilo triunfe sobre el contenido. Los planos largos en su duración funcionan hasta cierto punto, pero después pueden ser morosos. La puesta en escena, tan calculada y estilizada en extremo puede también, por momentos, resultar artificial y distante. Más que una película de un dramatismo visceral, Oscuro animal se revela como una gran construcción esteticista que, a veces, peca de inanimada y le cuesta respirar.

Aún así, tomando en cuenta la apuesta los otros méritos de una apuesta tan audaz, es una película para tomar en cuenta a la hora de repensar el saldo desgarrador de tantos enfrentamientos armados que dejan un reguero de cadáveres tras su paso en la historia de Colombia, y para el caso, de toda Latinoamérica.

Oscuro animal (Colombia, Argentina, Holanda, Alemania, Grecia, 2016) Puntaje: 6

Escrita y dirigida por Felipe Guerrero. Con Marleyda Soto, Jocelyn Meneses, Luisa Vides, Verónica Carvajal, Josué Quiñones, Pedro Suárez, Lorena Vides. Fotografía: Fernando Lockett. Montaje: Elaine D. Katz. Duración: 107 minutos.