En presencia del Diablo, de Na Hong-jin

Bien escondido en las montañas de Corea del Sur se encuentra el remoto pueblo de Goksung, donde Jong-gu (Kwak Do-won), un policía sin muchas luces pero muy voluntarioso, se enfrenta a un panorama pesadillesco: una epidemia de sangrientos asesinatos que deja un reguero de cadáveres a plena luz del día. Esposos enloquecidos que matan a sus esposas y vecinos, niños cruelmente asesinados por sus seres queridos, casas destrozadas e incendiadas, y asesinos sin conciencia y sin habla cubiertos con pústulas y lesiones. Y esto recién empieza.

Se dice que la epidemia se debe a unos hongos misteriosos, pero la verdad es que como hipótesis no es muy convincente. Después, los lugareños deciden echarle la culpa a un forastero recién llegado, un taciturno japonés sin nombre (Jun Kunimura) que vive como un ermitaño en una cabaña en las montañas. Mientras los asesinatos continúan a diestra y siniestra, la hijita de Jong-gu, Hyo-jin (Kim Hwan-hee), empieza a tener los mismos síntomas de los infectados, y como si fuera poco también empieza a comportarse como Linda Blair en El exorcista. De ahí en más, aparecen chamanes, posesiones demoníacas, zombies, espíritus, un fantasma muy malévolo, y eventualmente hasta el mismo Diablo.

Si todo esto suena un poco desmesurado es porque es desmesurado. Es que En presencia del Diablo, la nueva película de Na Hong-jin (The Chaser, The Yellow Sea), estrenada el año pasado en Cannes, es una osada y mayormente exitosa apuesta al cruce de géneros y subgéneros que da como resultado un atractivo e inclasificable híbrido. Porque si bien comienza como un policial con todas las de la ley, con no pocos toques de comedia, pronto se convierte en un viaje alucinado por diversos subgéneros del terror, y por momentos es puro melodrama.

Sobre todo, hay una voluntad de favorecer un bienvenido desquicio narrativo, como si se tensaran los límites del propio verosímil sin moderación alguna, y así se construye una película tan aventurada como singular. Es una propuesta que puede o no gustar, y que por momentos puede ser abrumadora. De hecho, su duración de 156 minutos no es precisamente característica de las películas de terror, que de un modo u otro exigen más síntesis y concentración dramática. Pero también es cierto que tomando en cuenta todo los ingredientes del delicioso banquete que aquí se sirve es necesario tener el tiempo suficiente para ir degustando todos y cada uno de los platos.

Dos escenas seguramente quedarán en la retina de los espectadores más sensibles: un doble exorcismo, con filosas espadas y sacrificio de animales, ejecutado con un ritmo y una energía deslumbrante, y por otro lado una agitada pelea con zombies narrada con el pulso nervioso de una febril cámara en mano. Y, por supuesto, el dramático final con toda su carga de dolor y horror que reitera que estos personajes no pueden ser más humanos. De ahí entonces el drama pesimista que los envuelve y los devora.

Estéticamente, En presencia del Diablo es impecable. Los bellos escenarios naturales son locaciones ideales para construir atmósferas donde la sensación de misterio y desolación está presente a cada paso. Hay también algo surreal en el aire, algo intangible, en parte gracias a la muy adecuada combinación de luz natural con otras fuentes de luz. Entre las penumbras de noches peligrosas y días de furia desatada se erige todo un universo propio que no se parece a ninguno que se haya visto antes. Todo un hallazgo.

En presencia del diablo (The Wailing, Goksung, 2016) Puntaje: 8

Dirigida y escrita por Na Hong Jin. Con Kwak Do Won, Hwang Jung Min, Kunimura Jun, Chun Woo Hee, Jo Han Chul, Kim Hwan Hee, Jang So Yeon, Heo Jin. Fotogafía: Hong Kyung Pyo. Música: Jan Young Gyu. Montaje: Kim Sun Min. Duración: 156 minutos.