Manchester junto al mar, de Kenneth Lonergan

A veces, por accidente o por negligencia, pasan cosas terribles, verdaderas tragedias que nunca se perdonan ni se superan. Entonces, el sufrimiento, la culpa, y el duelo son eternos. Por eso todo intento de dejar atrás el pasado es una quimera. Porque hay cosas que no se superan. Así de simple.

Palabras más, palabras menos, ésa es la idea central de Manchester junto al mar, una película tan contundente como austera. Nominada a 6 merecidos premios Oscar, incluyendo mejor película, mejor director, y mejor guión original, la tercera película de Kenneth Lonergan (Puedes contar conmigo, Margaret) es una de esos pocos dramas del cine norteamericano (independiente y mainstream) que hacen que el espectador esté intranquilo, como suspendido en la incertidumbre, desde el principio hasta momentos antes del final, cuando ya se puede reposar un poco. Pero no sin tristeza.

Lee Chandler (Casey Affleck) es, antes que nada, un hombre solitario. Lejos de su familia, casi sin amigos, trabaja como encargado de un edificio en Boston y también hace algunos arreglos de plomería. Durante las noches, mata el tiempo en un bar del barrio y se lo ve tan desganado como durante el día. Parece ser incapaz de vincularse con mujeres, pero sí es muy capaz de agarrarse a las trompadas con los hombres, con o sin motivo.

Un mal día recibe una llamada de Manchester con la noticia de que su hermano mayor, Joe (Kyle Chandler) fue hospitalizado de urgencia a raíz de una cardiopatía que sufre desde hace mucho tiempo. Para cuando Lee llega a Manchester, es decir casi 2 horas después, Joe ya se murió. El shock es grande, pero lo es todavía mayor cuando se entera de que Joe lo dejó a él como tutor legal de su hijo Patrick (Lucas Hedges), que tiene 16 años. Es que la madre, Elise (Gretchen Mol), fue alcohólica, estuvo internada en clínicas psiquiátricas, y es bastante inestable emocionalmente. Por ende, no está como para cuidar a nadie.

Entonces, que Lee se haga cargo de su sobrino puede significar: a) que Patrick se vaya de Manchester, dejando su escuela y sus amigos, para irse a vivir a Boston con su tío. b) O Lee tiene que dejar su trabajo y volver a Manchester, su ciudad natal, para así vivir con Patrick. Nada indica que Patrick quiera irse a Boston, eso por un lado. Por otro lado, para Lee la mera idea de volver a Manchester es un infierno muy, muy temido.

Así se presenta el misterioso conflicto, por así decirlo, entre Lee y Manchester. Lentamente, a través de flashbacks y también de situaciones en el presente, el por qué de ese conflicto se va a ir dilucidando. A mitad del relato hay dos escenas estremedoras (la primera con un uso muy osado del Adagio de Albinoni) eque tienen un impacto narrativo y una carga emocional descomunal. Hay, también, una escena unos cuantos minutos antes del final, un encuentro entre Lee y su ex mujer, Randi (Michelle Williams) que es un raro prodigio de dramaturgia y actuación donde lo no dicho lo es todo. Una escena absolutamente inolvidable.

Hablando de actuaciones, dos cosas deben señalarse. La primera es que Casey Affleck está extraordinario. Ya En Out of the Furnace (2013) y The Killer Inside Me (2010) su presencia le daba una cualidad determinante al drama de dos películas con moderados logros. Pero acá, en Manchester junto al mar, su personaje que vertebra toda la película, prácticamente en todas las escenas, carga con una responsabilidad enorme. Porque tiene que transmitir un mar de fondo ominoso y siempre presente, pero sin decir mucho, menos todavía revelar detalles, hasta que lleguen los momentos indicados.

Es decir, Lee tiene que existir en su presente pero a la vez estar estacado en su pasado. Dos territorios que no ofrecen nada que se parezca a la vida. Dos territorios que en realidad son solamente uno. De ahí entonces que los flashbacks no se presenten convencionalmente, con signos que muestren cuándo comienzan y cuándo terminan, sino que se entrelazan con el devenir del presente como si estuviesen enhebrados. Es que esos recuerdos invasivos y recurrentes nunca van a abandonarlo.

Por otra parte, es inobjetable que Michelle Williams, ya de por sí una excelente actriz, está admirable como la ex esposa de Lee, sobre todo considerando que tiene menos de 8 minutos de tiempo de pantalla en toda la película. Construir un personaje con una limitación tan grande revela un talento inmenso. Aún así, ¿cuán válida es una nominación a mejor actriz secundaria en estas circunstancias cuando seguramente actrices no nominadas de películas no nominadas hicieron un trabajo más complejo?

Lo que sí es inobjetable es la nominación a mejor guión original. En primer lugar, porque la cuidadísima y muy elaborada narrativa de Manchester junto al mar tiene grandes hallazgos en la construcción de diálogos que no revelan todo lo que dicen y no dicen todo lo que revelan. Así se pone juego la imposibilidad de hablar de la tragedia (y acá me acuerdo de El dulce porvenir, de Atom Egoyan), de un modo muy espontáneo, nunca artificial. Otro gran logro es que las situaciones presentan un realismo muy convincente, que supera al ya realismo usual del buen cine norteamericano independiente.

Porque los personajes no hablan ni se comporta como lo hacen los personajes en las películas, sino como lo hacen las personas en la vida real, con una pequeña dosis de humor incluido dentro de tanta oscuridad. Nadie pretende ser serio o solemne en relación a nada, sino simplemente tratan de que su propia humanidad no se quiebre en mil pedazos. De ahí, entonces, esa fragilidad tan perturbadora y esa voluntad de vivir que a veces se hace presente. Lo que no quita que hay cosas que nunca se superan y que el perdón, sobre todo el perdonarse a uno mismo, tampoco pueda ser una realidad.

Manchester junto al mar (Manchester by the Sea, EEUU, 2016). Puntaje: 9

Dirigida y escrita por Kenneth Lonergan. Con Casey Affleck, Michelle Williams, Kyle Chandler, Lucas Hedges, Matthew Broderick, Gretchen Mol. Fotografía: Jody Lee Lipes. Música: Lesley Barber. Montaje: Jennifer Lame. Duración: 137 minutos.