Animales nocturnos, de Tom Ford

Los últimos minutos de Animales nocturnos, o más precisamente los últimos dos o tres planos, son devastadores. No porque sea imposible imaginarse ese final (era uno de los finales posibles) sino porque muestra a los protagonistas en su total desnudez, de una vez por todas. Y cuando se juega la última carta, ya no hay posibilidades de volver atrás. Es que la segunda película del famoso diseñador de moda Tom Ford (Un hombre soltero) es una retorcida historia de amor, traición y venganza que se torna más sombría y desesperanzada precisamente cuando todo parece indicar que las cosas pueden mejorar. O, al menos, no ser tan terribles.

Todo comienza con una “extraordinaria” performance en una galería de arte. Pero mejor no revelar en qué consiste dicha performance, basta con decir que es una trompada bestial a la pretenciosidad y frivolidad de cierto circuito del mundo del arte (aunque parte de la crítica también ha visto cierta misoginia por parte del director, así que cada uno saque sus propias conclusiones).

La curadora y dueña de la galería es Susan Morrow (Amy Adams), una hermosa mujer de clase alta casada con Hutton (Armie Hammer), que también es hermoso, una especie de modelo de Dior. Aún así, los dos son infelices juntos. Aunque Hutton no tanto, ya que le es infiel a Susan con una mujer mucho más joven. Eso tampoco va a ser un secreto durante mucho tiempo, pero poco importa. Más allá de fidelidad o infidelidad, para Susan la vida es depresiva, vacía y ni el arte (o justamente no el arte) puede darle un sentido. Es que todo esto tiene una historia previa.

Algo de esa historia aparece cuando Susan recibe un libro, dedicado a ella, y a punto de ser publicado por su ex marido, Edward (Jake Gyllenhaal), a quien no ve desde hace casi 20 años. Parece ser que después de muchos intentos, Edward finalmente pudo escribir esa primera novela que tanto anhelaba, a pesar de que nadie le tenía mucha fe.

Ahora quiere que Susan lea Animales nocturnos, el libro, antes de que sea presentado al público, ya que él vino a la ciudad especialmente para eso. Se puede intuir que el amor entre ellos quizás no se apagó del todo. Tal vez quieran volver a verse. No se sabe bien. Por lo pronto, Susan empieza a leer la novela y ahí empieza “otra película”, es decir vemos la trama de la novela tal como Susan la ve en su cabeza.

Esta otra película transcurre en Texas. Es de noche, y atravesando plácidamente el estado en auto, tenemos a Tony Hastings (Jake Gyllenhaal, de nuevo), su esposa Laura (Isla Fisher), y su hija adolescente, India (Ellie Bamber), todos felices yendo a pasar el fin de semana a algún pueblo perdido. De repente, dos autos se acercan a toda velocidad, empiezan a encerrarlos, les gritan, los chocan de costado. Durante unos largos minutos toda esta agresión se prolonga y escala. Después, finalmente los tiran a la banquina.

Tres matones veinteañeros, white trash furiosos, bajan de los autos. Comienzan a provocarlos, a agredirlos, a amenazarlos. Después de unos cuantos y muy largos minutos, los matones se toman su tiempo para cumplir las amenazas. Que son todas cosas horribles.

Ahora bien, a la historia de Susan y Hutton y a la narrada por la novela, se le entrelaza una tercera historia, una tercera película, si se quiere. Porque a través de flashbacks de Susan, también vemos cómo fue su romance con Edward, desde los primeros días de amor llenos de optimismo y promesas, hasta el tristísimo final signado por una traición imperdonable y el abandono más frío. Mejor no revelar quién traiciona a quién ni por qué. Basta con saber que para entender el presente hay que revisar el pasado. Incluso a veces para asimilar la realidad hay que crear ficciones.

Como Un hombre soltero, basada en la novela de Cristopher Isherwood que narra la gran dificultad que tiene un profesor universitario para duelar a su novio que murió en un accidente, Animales nocturnos, adaptada de la novela Tony y Susan, de Austin Wright, está filmada con extremo refinamiento y elegancia, con una impecable fotografía y un seductor diseño de arte, lo que para parte de la crítica significó el triunfo de un estilo afectado sobre un contenido un tanto insustancial (algo que también se dijo respecto a su ópera prima).

Quizás sea verdad que hay cierto exceso formal y por eso por momentos Animales nocturnos es una película que llama demasiado la atención sobre sí misma, pero el contenido tiene un peso dramático y un impacto emocional para nada menor. No es insustancial. Es una de las películas más inquietantes e incómodas que dio el mainstream de Hollywood en unos cuantos años.

Otra cosa es que sea desigual. Eso sin duda. Porque la historia que transcurre en Texas, es decir la trama de la novela, es terriblemente angustiante, muy tensa, bien verosímil. Es una de esas historias de abuso, venganza y muerte de las películas de terror donde familias felices son sometidas a los peores tormentos (La masacre de Texas, Las colinas tienen ojos, Dead End) que después se transforma en un visceral policial noir (con un toque hermanos Cohen), en el que el sheriff Bobby Andes (interpretado por el genial Michael Shannon) es todo un gran personaje a descubrir. En toda esta historia la forma y el contenido van de la mano casi a la perfección. Y el cruce de géneros es bien pertinente, no es un capricho estilístico.

Es verdad que la historia del romance del pasado entre Susan y Edward es, en comparación, muy menor. Típica, convencional, predecible. Pero aún así, efectiva. Más aún con dos grandes actores que hacen que sus personajes tengan casi 20 años menos a fuerza de talento y no tanto de maquillaje. Para el caso, Laura Linney, que interpreta a la madre de Susan, tiene solamente una escena y es absolutamente imborrable. Es que como con Colin Firth y Julianne Moore en Un hombre soltero, Tom Ford nunca descuida ni un minuto de tiempo de pantalla de sus actores. Están impecables como todo el resto.

Es problema está en el retrato que hace Ford de Susan ya más grande con su marido rico, ambos infelices juntos. Y la mirada sobre toda la clase social y el mundillo del arte. Acá hay bastante simplismo y trazo grueso, eso no suma. Todo tiene muy poco espesor. Todo está muy puesto para ser interpretado. No ayuda que Hutton el bello sea un personaje prácticamente inexistente y que la Susan depresiva sea, en unas cuantas escenas, medio de manual. Pero Amy Adamas trasciende ese bosquejo de personaje y muestra una mujer sufriente, torturada, y por momentos, ilusionada. Es que Amy Adams es increíble.

Lo más importante es que lo interesante y arriesgado sí funciona y muy bien. Es decir, el juego narrativo entre las historias y lo que se dice a través de él. Lo que el personaje de Edward dice, aunque no literalmente, en esa novela. Él sabe bien que un escritor solamente puede escribir acerca de sí mismo. Ella también lo sabe. Por eso no hay dudas de esa novela podrá tener muchos lectores, pero hay solamente dos personas que pueden ir más allá de la anécdota y entender toda la amplitud de la metáfora. Aunque eso no siempre es bueno.

Animales nocturnos (Nocturnal Animals, EEUU, 2016). Puntaje: 8

Dirigida por Tom Ford. Escrita por Tom Ford, adaptada de la novela Tony and Susan, de Austin Wright. Con Amy Adams, Jake Gyllenhaal, Michael Shannon, Aaron Taylor-Johnson, Isla Fisher, Armie Hammer, Ellie Bamber, Laura Linney. Fotografía: Seamus McGarvey. Edición: Joan Sobel. Música: Abel Korzeniowski. Diseño de producción: Shane Valentino. Duración: 116 minutos.