
“Nunca sabemos los apellidos de los personajes. Cuando uno se enamora nunca pregunta por los apellidos ni por el empleo. Toda la película es sobre estos nombres y como se reúnen estos nombres. Laura ha nacido con este accidente, sus sentidos se despiertan, todo vuelve a ser una primera vez para ella. Su primer paseo en bicicleta, su primera tarta de ciruelas… Después de un tsunami, mucha gente muere, pero los sobrevivientes dicen que han renacido”, explicó Petzold en una entrevista.
Espejos Número3, la nueva película de Christian Petzold (Phoenix, Yella, Afire), hace foco, una vez más pero sin ser redundante, en las posibilidades y las conexiones que van trazando la construcción de nuestra identidad. Identidad en movimiento, se entiende, en un cambio sutil, pero constante. Es a través de los vínculos que desaparecen, otros efímeros que comienzan y terminan en días, y otros que sí se mantienen, se profundizan y se hacen indispensables. Así dan lugar a algo nuevo.
Laura (Paula Beer, la musa de Petzold) es una joven estudiante de música que está atravesando una crisis afectiva y espiritual, nunca sabemos por qué. En un paseo con su novio, tiene un grave accidente automovilístico. Ella sobrevive, casi ilesa. Su novio muere en el instante. Es rescatada por Betty (Barbara Auer), una mujer grande, quien le dice que puede quedarse en su casa, con su familia. Laura acepta y encuentra en esta familia afecto, consuelo y apoyo. No deja de sorprender que, considerando lo traumático del accidente, ella parece no inmutarse, como si le hubiera pasado a otra persona mucho tiempo atrás.

No va a pasar mucho tiempo hasta Laura se dé cuenta de que hay algo escondido y tal vez peligroso en esta familia, aparentemente feliz. Qué es aquello que no se muestra perturba a Laura, todavía más por pistas que no auguran buenos tiempos.
Espejos Número3 toma su título del tercer movimiento de una piano suite de Ravel, y tiene sentido. Es que este pequeño gran drama, casi una pieza de cámara, Petzold explora los temas de la pérdida y el duelo, en voz baja y sin trazos gruesos, en una manera introspectiva que le pide al espectador una actitud reflexiva antes las tribulaciones de sus personajes. Petzold nunca explica las premisas de sus películas, sino que espera que nosotros construyamos los sentidos posibles. Y Espejos Número3 no es la excepción. Hay, también, un toque de humor asordinado que se escurre entre momentos y situaciones que son dramáticas en su naturaleza, pero susceptibles de cierta liviandad en su tono.
La presencia de Laura en esta nueva casa que es ahora su hogar es el catalizador para correr el velo de eso que no se puede ver. Pero, que se sabe que está. Paula Beer brinda una interpretación afinada por donde se la mire: las expresiones de su rostro comunican su angustia existencial, sin exagerar; sus ojos muestran melancolía, pero también cierto entusiasmo con su nuevo presente. La Betty de Barbara Auer es, también, una figura enigmática. A primera vista, parece ser transparente, pero según avanza el relato, aparece su lado opaco. Son dos mujeres que cruzan caminos y a partir de entonces, ninguna de las dos volverá a ser la de antes. Porque en cuestiones de identidades, nunca hay nada fijo. Uno no es hoy la persona que será mañana.

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