
Yo y la que fui, el lúcido documental sobre la fotógrafa Adriana Lestido, es la ópera prima en largometraje de la fotógrafa y cineasta Constanza Niscovolos, quien elige desplegar una mirada intimista y amorosa sobre Lestido, en vez de simplemente registrar su prolífica obra. Eso sería muy fácil. En cambio, en Yo y la que fui, se trata de ver a la persona en toda su sencillez y complejidad al mismo tiempo. El resultado es admirable. Y mejor apurarse para no perdérselo: los domingos de agosto a las 17h en el Cine Arte Cacodelphia, y los sábados de agosto a las 18h en Malba Cine.
De todas las películas posibles para tu debut como cineasta en el largometraje, ¿por qué elegiste hacer un documental sobre Adriana Lestido?
Antes de hacer Yo y la que fui, hice dos cortos documentales, también sobre mujeres, uno sobre Elcira Olivera Garcés, actriz argentina, y otro sobre Jackie Flores, que es una referente cartonera y activista ambiental. Yo y la que fui es mi primer largo y creo que elegí hacerlo porque quería contar una parte de Adriana menos conocida y muy valiosa, contaba con la fortuna de ser su amiga y estar cerca, me parecía una gran oportunidad, llevara el tiempo que llevara.
La película comienza con Adriana caminando entre árboles y arbustos, cerca del mar, como si estuviera buscando algo (o no). ¿Qué se pone en juego aquí?
Sabía que quería esa escena desde que empecé a pensar la película, era de las pocas cosas que tenía claras. Tiene que ver un poco con algo de lo ritual y de la cercanía con la naturaleza, pero hay algo más en esa escena. Admiro mucho el cine de los hermanos Dardenne y con Adri fuimos juntas a ver muchas de sus películas, por supuesto que el documental no tiene nada que ver con eso, pero hay algo en esa escena que tuve tan clara desde el principio que lo asocio con nuestro amor por los Dardenne. Es raro de dónde vienen las cosas.

En los primeros minutos, señalás que “desde esos tiempos, además de ser mi maestra, Adriana es una amiga y familia”. Pensando, entonces, en los afectos, ¿cómo es Adriana como amiga y familia?
Adriana como amiga y familia es una maza. Tiene el mismo compromiso con sus vínculos que con todo lo que hace. Parece medio un lugar común pero es de las que está ahí siempre, cuento con ella y ella conmigo. Creo que la amistad es de los vínculos más profundos que existen y que los amigos son los que más saben quiénes somos.
Me gusta mucho la relación que hay entre la cercanía y la distancia que estableciste para retratarla. En tanto cineasta, ¿cómo evitaste ser invasiva o lejana?
Creo que esa parte fue las más difícil y la trabajamos, sobre todo en la edición con Elizabeth Wendling, para llegar a cierto equilibrio. Toda la ventaja que nos daba la cercanía corría el riesgo de transformarse en algo críptico, que otra persona no pudiera entender, había que prestar mucha atención a eso. No tenía miedo de ser invasiva, porque no suelo serlo en general y si hubiera habido algo que no, era no y punto; lo creo en relación a Adriana que es mi amiga, pero también a cualquier persona que tenga frente a una cámara, no me interesa forzar nada. El rodaje se dio de una manera muy natural y tratamos de darle mucho espacio a esa naturalidad en la edición.
Imagino que el trabajo de edición debe haber sido apabullante. Con tanto material, con tanto para decir y mostrar, ¿cómo hiciste para decidir qué incluir en el documental y qué dejar afuera?
Si, fue muchísimo trabajo. Quedó material buenísimo afuera, algunas cosas que me costó mucho sacar, pero había que hacerle espacio a la película, que tuviera su respiración, no asfixiarla y trabajamos mucho para eso. Extraño muchas partes, pero creo que está bien habernos desprendido, le da fuerza a lo que quedó.

Yo y la que fui es cristalina y envolvente, no nos distraen florituras estéticas ni movimientos de cámara que llamen la atención sobre sí mismos, por ejemplo. ¿Ésta fue la idea desde el principio?
Si, no sé si lo pensé de esa manera, pero en general no me llaman la atención las proezas fotográficas o el impacto, me gustan las imágenes más sutiles, como que hablan bajito.
La realización debe haber sido ardua, imagino también que fue muy gratificante, pero ¿qué fue lo más complejo para trabajar?
Lo más complejo creo que fue, como te decía antes, que no quede en algo críptico, justamente por la cercanía, fue difícil encontrar ese equilibrio, focalizamos mucho ahí.
¿Cómo ha sido la respuesta del público hasta ahora? ¿Qué sentimientos afloraron?
La verdad es muy gratificante lo que pasa con el público, me mata, llega muy profundo. Nos escribe gente muy conmovida por diferentes razones, nos agradecen, algunos, por pasar un rato con Adriana. Hubo personas, también, que me escribieron para decirme que a partir de la peli habían vuelto a hacer fotos o que tenían ganas de filmar o se pusieron a escribir. ¿Qué más, no?
