
“Conocimos a varias mujeres trans que realizaban un curso de capacitación en cuidados para adultos mayores. La mayoría ejercía la prostitución y buscaban una alternativa para su futuro, cuando el cuerpo ya no aguantara. Para ellas, pensar en la vejez ere ejercer un derecho históricamente negado: la expectativa de vida de las personas trans en Argentina sigue siendo menor a los 40 años. ¿Cómo cuida a un anciano, alguien para quien la ancianidad es un privilegio?”, señalan Martina Matzkin y Gabriela Uassouf, directoras y guionistas del emotivo y muy necesario documental Cuidadoras, exhibido actualmente en el cine Gaumont.

El documental hace foco en los primeros días de Luciana Méndez, Maia Antesana y Yenifer Franco Pereira, quienes están realizando sus pasantías como cuidadoras en el Hogar Santa Ana, un establecimiento público para el cuidado de ancianos. Se sabe que a las personas trans nadie les da trabajo – excepto raras excepciones- y así las mantienen en la marginalidad, que es precisamente donde la sociedad quiere que estén.
En cambio, en el Hogar Santa Ana tienen la oportunidad, por primera vez, de tener un empleo formal ya que hasta entonces habían sido trabajadoras sexuales para poder llegar a fin de mes. Así, a medida que pasan los días y las noches, en ese pequeño universo con sus propios colores, se forjan lazos entre las chicas trans y los ancianos. Se intercambian anécdotas, infidencias, momentos de vida y un sentido del humor desenfadado. Y se vive y convive con lo que es más importante: el amor. ¿Suena cursi? Capaz, qué se yo. Pregúntenme si me importa.
También hay inseguridades, temores y hasta cuestionamientos. Todo cambio genuino implica ser interpelado y movilizado. Nada es fácil. Abrir el corazón tiene sus riesgos y hay que esperar lo inesperado. Las directoras son muy concientes de esto y son lo suficientemente lúcidas como para no imponerle sentidos y significados a su película. Dejan que salga lo que tiene que salir, espontáneamente. Por eso, creo, que tampoco desean intervenir en esa realidad a través de la puesta en escena. No hay entrevistas a cámara, sino una cámara que observa los cuerpos y captura sus voces. Ese realismo se complementa con la elección de usar luz natural y sonido ambiente. Con razón uno se siente tan cerca de todo, sin invadir nada. Ése sí que es un equilibrio difícil de lograr.

Sin un ápice de solemnidad ni simplismos estúpidos, Cuidadoras despliega empatía y una mirada amorosa sobre todo eso que narra. Son los afectos los que pueden llevar a salvarnos del rebrote de los discursos de odio en tiempos de extrema derecha. Acá en Argentina, con las políticas deshumanizantes y deshumanizadas de un presidente que habla con perros clonados, no puede hablar ni leer de corrido y hace gala de su crueldad. En EEUU, con un presidente sociópata y narcisista que decidió que las personas trans no existen, que solo existen hombres y mujeres biológicas, y que les arrebata su cobertura médica.
¿Suena familiar? Lamentablemente, sí. A mí no me la contaron. Como hombre gay, recuerdo que muchos, muchos años atrás, a la salida del bizarro y hermoso boliche Angel’s estaban los patrulleros que se llevaban a las travestis de los pelos y las metían en los patrulleros. Fueron un par de años donde unas cuantas chicas fueron asesinadas en las comisarías. Por eso una de las consignas políticas de la Marcha del Orgullo era: “Vigilemos a la policía”, en los estandartes que encabezaban las columnas.
Por eso, y por tantas otras cosas, Cuidadoras es un aporte sumamente importante para continuar con la lucha y para visibilizar y entender un mundo que no muchos conocen bien. Mis felicitaciones a Martina Matzkin, Gabriela Uassouf, Luciana Méndez, Maia Antesano y Yenifer Franco. Se merecen lo mejor por dar la cara y ayudarnos a creer que un cambio para bien todavía es posible. A veces me siento desesperanzado por la involución que estamos viviendo. Cuidadoras, en cambio, fue una bocanada de aire fresco y me hizo sentir muy bien. Ya sé, me puse sentimental. De vez en cuando, no viene nada mal. Gracias.
