Smile 2, Parker Finn

Smile 2 es otra Smile. Difiere en el tono, su historia es menos potente, apela a asustar más con golpes de efecto que construyendo el suspenso y tiene otro ritmo, más acelerado. No es tan sugestiva como la original, sino que nos muestra todo bien en la cara. Y finalmente, o en primer lugar, el drama de la protagonista es más intimista, más personal, en Smile. Sin embargo, en sus propios términos, Smile 2 funciona muy bien. Solo que va por otro camino. Y eso Parker Finn, otra vez guionista y director, lo maneja con admirable destreza.

Skye (Naomi Scott) es una famosa estrella pop –con un look un poco a lo Miley, un poco a lo Gaga- que recién se está recuperando de un traumático accidente automovilístico, y también (otra vez) de su adicción a drogas y alcohol. Recién se está empezando a sentir bien, aunque no todo está superado. Pero sí tiene el deseo y la fuerza suficientes para comenzar una gran gira con nuevos recitales, es decir su retorno triunfal. Y sí, justo ahora el ente de la sonrisa siniestra se va a hacer presente para torturarla y poseer a unas y a otros.  

Se entiende que, en vez de una madre que arruinó la vida de su hija con sus adicciones y desamor en Smile 1, aquí lo traumático es el peso y precio de la fama, siempre desmedido. Sobre el final de Smile se revela un secreto horrible, en Smile 2 no hay secretos. En Smile se percibía un mar de fondo siniestro, en Smile 2 lo siniestro está bien a la vista. En las dos películas hay madres terribles que hicieron de sus hijas personas muy vulnerables a todo tipo de demonios: los del mundo real y los sobrenaturales. Es que el sufrimiento contenido es mucho y en algún momento tiene que estallar. Suele empezar en la mente.

Qué es real y qué es alucinado es difícil de discernir – al menos a partir de un momento en particular. Y esto es un acierto. Se desprende de la trama de manera orgánica, tiene sentido narrativo. Es que estamos observando la desintegración de una psiquis, de a poco pero sin respiro. Que la fama y el estrellato pueden conducir a la locura no es ninguna novedad. Lo nuevo está en cómo Smile 2 narra este periplo de la mano de demonios propios y ajenos. 

A la Skye de Naomi Scott le pasan muchas cosas malas. En primer lugar, en el mundo real. Vivir su vida tan demandante, acelerada e ingrata debe ser insoportable. Es una víctima ideal, casi no puede luchar – no por nada los demonios aparecen para torturarla todavía más. Un personaje que podría haber sido plano, sin singularidad, trasciende el estereotipo. Y Naomi Scott se roba la película. También Rosemarie DeWitt se luce como su madre/manager, despiadada y desamorada.

La aparición de Drew Barrymore en el comienzo es todo un hallazgo, por motivos obvios para quienes conocemos su historia de vida. Y el final, que quizás sea ligeramente predecible, cierra esta historia en particular a la vez que expande todo lo que ya veníamos viendo. En estos tiempos de dispositivos que todo lo ven, lo registran, lo graban y lo reproducen, un demonio incontrolable podría ser el peor de los monstruos. Smile 3 ya es un hecho.