La sustancia, de Coralie Fargeat

Realmente quería que Demi Moore se ganara el Oscar. Me parece que si bien Mikey Madison está impecable en un rol complejo, Demi lo dio todo y un poco más en un rol más demandante, física y emocionalmente. Ella es su personaje. Al mejor estilo Norma Desmond, la gran estrella moribunda de Sunset Boulevard, la Elisabeth de Moore también está desesperada y trata de recuperar su época de gloria y revertir el paso del tiempo. Norma y Elisabeth han sido descartadas. Hollywood se olvidó de la primera, y una poderosa cadena de televisión de nuestra protagonista. Ya no son jóvenes. Ya no son lo que el público quiere ver. O, para ser más preciso, ya no son lo que los directores de cine y ejecutivos de televisión quieren vender.

En su frenesí histérico con la ¿ayuda? de una sustancia verdosa y secreta que obtiene de forma clandestina, que se inyecta y que promete transformarla en una mejor versión de ella misma, más bella y más joven,  Elisabeth inicialmente obtiene lo que tanto anhela, eso es verdad. Se llama Sue (Margaret Quayle) y es deslumbrante por donde se la mire. Otro cuerpo, otro rostro, otro brillo. Belleza pura. Ahora, Elisabeth puede recuperar, quizás, su estrellato.

Eso sí, al costo de caer en un espiral de agresiones horribles. Es manipulada, humillada, golpeada, insultada, maltratada y hasta casi asesinada. Y nada más y nada menos que por su versión mejorada, su otro yo. Porque el tiempo hay que compartirlo: una semana para cada una, alternando, ésa es la condición. Todo es una cuestión de equilibrio. Nunca son dos mujeres, siempre es una. Porque de dualidades estamos hablando. Y ahí está la referencia a Vértigo, entre otras.

Demi Moore encarna este derrotero como si fuera una carrera contra la muerte. No duda en desprenderse de su belleza y se anima a exponerse desnuda y sin maquillaje, literal y simbólicamente. Lo da todo. Y es conmovedora. Todas sus transformaciones físicas, que son muchas, son expuestas con crudeza,  y su rostro no tarda mucho en mostrar los signos de la locura – sabemos que asi terminó Norma y, décadas después, Dianne en Mulholland Dr. también termina desquiciada.

Coralie Fargeat, guionista y directora de La sustancia, utiliza el molde del cine de terror y, por qué no, también el del suspense, para abordar en profundidad un drama sentido y doloroso. Si no ser una mujer joven y nueva implica no ser deseada y expulsada de un sistema que antes idolatró a sus estrellas, es casi inevitable que estas mujeres no puedan resignarse a la exclusión y al olvido. Es un peso intolerable. De ahí que las cirugías plásticas muchas veces se conviertan en adicciones. Querer satisfacer la mirada masculina y también la propia es garantía de la pérdida de la propia identidad, y viene de la mando del autoescarnio y el desprecio para con uno mismo.

Pensarse y verse como un freak es transformarse en un freak. Y como El hombre elefante, los freaks son vistos como espectáculos mórbidos. Incluso una chica “rara”, como Carrie, es un freak para sus compañeros de clase. Con razón su furia se desata al ser humillada una vez más y de la peor de las formas.  Por eso su furia se desata. Y con razón la sangre de los pasillos del Hotel Overlook de El resplandor inunda también los de esta corporación televisiva. Es que ambos son lugares siniestros. Otras referencias que de gratuitas no tienen nada.

A priori, uno creería que una película que tiene tantas referencias a otras obras (porque falta nombrar muchas otras, entre ellas Fausto, 2001, La bella y la bestia y El Dr. Jekyll y Mr. Hyde) podría ser un desastre: un capricho narrativo, un pastiche vacío, o una obra sostenida solamente por partes de otras películas. Nada de eso pasa en La sustancia.

Porque más que simplemente poner referencias por aquí y por allá, Coralie Fargeat resignifica con inteligencia las fuentes de las que abreva. Se trata de una intertextualidad con sentido que construye algo nuevo dentro de una narrativa que sí se sostiene por sí misma y que tiene mucho para decir.

Y lo dice poniendo toda la carne al asador, sin sutilezas ni medias tintas, con la confianza en que esta vez es lo que vemos  – y no lo sugerido- el mejor recurso para enfrentar a estas mujeres, y también a nosotros, a un tour de force marcado por un horror casi indescriptible y un sufrimiento extremo. Y ya se sabe cómo terminan estas cosas.