Kandisha, de Alexandre Bustillo y Julien Maury

El cine de terror de Alexandre Bustillo y Julien Maury fue promisorio desde su ópera prima  À l’intérieur, la historia híper sangrienta de una mujer embarazada que es acosada y atormentada en su propia casa por una mujer desconocida que quiere tener a su bebé aún no nacido. Después vino la sugestiva Livide y aquí la búsqueda de un tesoro escondido en una antigua academia de baile se convierte en un juego diabólico. Sigue Among the Living, en la cual tres niños entran en un estudio de cine abandonado y lo que encuentran es pavoroso. Quizás Among the Living sea la más creativa de las tres.

Luego estrenaron the ABCs of Death 2 y Leatherface, ambas altamente olvidables y demasiado formulaicas. Lo peor es que no generan ni miedo ni nerviosismo ni malestar. Son insípidas. Su última película, The Deep House tenía potencial y comienza más que bien…pero desbarranca durante el desarrollo y el final ya no tiene el impacto que podría haber tenido.

Pero entre Leatherface y The Deep House,  Bustillo y Maury estrenaron Kandisha, que no será una obra de arte pero es incómoda y un tanto perturbadora. Y no precisamente porque sea original – no lo es- sino porque es muy efectiva y tiene una estética propia. Las actuaciones son convincentes y la vuelta de tuerca en el desenlace es relativamente inesperada. En pocas palabras: es muy disfrutable.

La historia ya la conocemos: estamos en vacaciones de verano y tres amigas: Amélie, Bintou y Morjana, más otros adolescentes del barrio se sientan en círculo y cuentan historias de terror. Se nombre a Kandisha, una mujer marroquí que en el siglo 16 luchó contra la invasión portuguesa que asesinó a su marido. Llegó a matar a seis invasores hasta que fue capturada, torturada, violada y asesinada. Desde entonces deambula en una suerte de limbo, esperando que la convoquen para a otros seis hombres antes del volver al más allá.

Para convocarla hay que repetir su nombre cinco veces. Y sí, es como en Candyman. Pero no se trata de una referencia caprichosa. Porque la premisa  de Candyman se resignifica en su en Kandisha, pasa a ser otra cosa. Cuando las chicas exploran un lugar derruido y oscuro lleno de grafititis comienza a desarrollarse otra historia.

Como era de esperar, Kandisha es convocada. Porque Amélie es agredida físicamente por su propio novio y su respuesta furiosa no se hace esperar: Kandisha, Kandisha, Kandisha, Kandisha, Kandisha. Así comienza el espectáculo de muertes atroces y creativas que parece salido de Destino Final, de una película de venganza y de un slasher. Kandisha no deja títere con cabeza.

Edificios enormes, monoblocks, fríos e impersonales – como los de It Follows y los de The Innocents – son el entorno casi indigente que los personajes habitan, apáticos y sin inocencia. Ya la perdieron hace rato. Eventualmente se reunirán con un Iman para revocar la maldición. En cambio, comienza otro reguero de sangre. No por culpa del Iman. Es que Kandisha es más fuerte.  

El clima general de la película es ominoso, arduo. Los shocks son bienvenidos y las muertes- sí, lo voy a decir otra vez- son terribles, con o sin gore según el caso. Gracias a la osadía de Bustillo y Maury acá no corrección política ni buen gusto.

Una vez más: Kandisha no rompe ni subvierte el género, ni desea hacerlo. Es un molde conocido. Pero está muy bien ejecutado y añade una nota cultural inteligente. No es poco.